miércoles, 13 de junio de 2007

Parte III: "el lechuga" reina en París.

"¿Qué traje me has traído, Fermina? El que metí en la maleta está todo arrugado, no me lo puedo poner". "Te he traído el príncipe de Gales, el que te gusta, y camisas de seda. Me dio algo de tiempo para pasar por Madrid y comprarte unas corbatas". La querida Fermina, tan sólo era una mancha roja en el velódromo del parque de los Príncipes, pero Fede la encontró sin problemas. Se había pasado toda la vuelta de honor buscándola con los ojos. Ahí estaba él, con el maillot amarillo, Jacques Goddet, el patrón del Tour le miraba benévolo pese a que los franceses habían perdido la carrera por sus diferencias. El mundo al revés. En España Dalmacio Langarica había conseguido lo increíble, el equipo había trabajado como una máquina bien engrasada. En Francia, lo contrario. Raphaël Geminiani, el gran fusil, tenía a su Roger Riviere, y Anquetil tenía celos. Por otra parte Loison Bobet, ya una leyenda viva, pinchaba promocionando a Henry Anglade, que, encuadrado en un equipo menor de esos conglomerados extraños franceses fuera de la selección, amenazaba con humillar a las dos estrellas francesas en alza. No podía acabar bien.

Federico Martín Bahamontes venció el Tour de 1959 por ambas cosas. Porque no llegó con 40 minutos perdidos a la montaña y porque los franceses se perjudicaron mutuamente. También porque era el mejor escalador junto con Charly Gaul, que defendía título y que perdió sus opciones en un plan maravilloso del equipo español camino de Aurillac, en un terreno rompepiernas donde perdió 20 minutos. Ambos compartieron muchos kilómetros entre los puertos alpinos(tras unos pirineos bastante suaves) y se demostraron superiores cuando la carretera se empinaba. Salió vivo de los llanos y la primera crono por un gran trabajo del equipo y por una picardía, muy española. En la primera crono, Bahamontes tuvo la gran suerte de salir justo delante de Anquetil, quizá el contrarrelojista más impresionante antes de Induráin. Ni cortos ni perezosos, Langarica y Bahamontes decidieron que se dejase coger a mitad de crono e intentara aprovechar la rueda del normando. Así lo hizo. Incluso Fede se permitió el lujo de sprintarle en la llegada. Objetivo cumplido, perdía 2 minutos con Anquetil y casi 3 con el ganador de la crono, Roger Riviere.

En la montaña, le valió con aguantar en los pirineos y acabar con algunos rivales antes de que llegasen los Alpes, fue en la citada etapa de Aurillac, en un terreno de constante sube y baja sin descanso. Casi de salida, los españoles ponen un ritmo altísimo, atacan en tromba. Sólo Anquetil, Anglade y Baldini pueden estar delante con Bahamontes, mientras los gregarios españoles se van quemando uno tras otro y algunos llegan hasta fuera de control. Ha merecido la pena. El gran rival de Bahamontes, Gaul, pierde 20.40 en meta tras una persecución entre toboganes, No ha recibido ayuda de ningún gregario, él mismo había presumido a la salida del Tour que no los necesitaría para ganar. Craso error. No sería el único que cometiera errores. Los franceses, en plena guerra civil deportiva, estallan sus batallas decisivas en los Alpes. Tras la cabalgada de Gaul y Bahamontes juntos por la Romeyere(etapa para Gaul, primer amarillo para Bahamontes, esta vez sin helado y el grupo a casi 4 minutos), quedaban los grandes alpes, pero parecía que el pescado estaba ya vendido: “Si Bahamontes nos ha machacado en un puerto de segunda(Romeyere)…¿Qué no hará en los colosos que se avecinan?” decía Maitre Jacques.

Pero como en todo, hay que tener una dosis de oportunismo, y suerte. A pesar de ser un enorme escalador y llegar su terreno, Bahamontes no perdió el Tour por los franceses. En una etapa que el periodista francés, mito absoluto de L’equipe, Pierre Chany definió como immense navet” o “inmenso nabo” en expresión de disgusto, Anglade tuvo el Tour en sus piernas ante un fatigado y miedoso Bahamontes que perdía rueda en los descensos de Iseran(quedándose sólo tras el grupo de franceses) y sobretodo pequeño San Bernardo, donde Anglade se había marchado con Gaul. El asfalto estaba mojado y en mal estado, Fede bajaba con cuidado, con demasiado cuidado, y se cortó. A 33 kilómetros de la llegada perdía 2 minutos con el grupo de Anglade… pero llegó el grupo de Anquetil y Riviere y, en vez de dejar la responsabilidad al maillot amarillo, tiraron a bloque para reducir distancias con el grupo de delante, que finalmente sólo recortó 47 segundos al líder. Prefirieron que ganase el Tour un español que un ciclista como Anglade, que estaba encuadrado en una selección francesa de segunda clase. Bahamontes remachó al día siguiente, subiendo la Forclaz con Gaul. La ventaja era de 5.40, era el ganador del Tour, pese a perder con la locomotora Riviere 6.17 en la última contrarreloj de 70 kilómetros. Anglade, su mayor perseguidor, sólo le recortaba minuto y medio.

Por fin. Un toledano había vencido al coloso, que cedía ante el empuje de “los escaladores españoles”. Bahamontes fue recibido como un héroe. Llegó a Toledo en Septiembre, después de hacer toda la tournée de criteriums post-Tour. Toda la ciudad le estaba esperando, con su traje, con un traje que le sobraba por todas partes después del gran esfuerzo. Abrieron hasta la puerta de la bisagra, que siempre está cerrada. Abrieron esa puerta al héroe, al que de joven llamaban “el lechuga”. A ese estraperlista que se llevaba mal con todo el mundo, en ese Tour la desgracia le había caído a Antonio Suárez, uno de los ciclistas españoles más olvidados de todos, al que había impedido participar en “la gran ofensiva” de la etapa de Aurillac y que el madrileño había terminado fuera de control. A algunos el Tour siempre les quitó, y a la locomotora madrileña el Tour nunca le dio nada, no así la Vuelta, que había ganado ese año(lo que despertó los celos de Fede) y el Giro de Italia, en donde haría podio y ganaría etapas.

Y todo había sido gracias a dos hombres. Uno había sido Dalmacio Langarica, el nuevo seleccionador español, que por fin había conseguido poner un poco de calma en la vida de los españoles. Había decidido que si opción era Bahamontes, y acertó. Supo llevarle en carrera, fue de los pocos que pudo recibir de Bahamontes confianza. El otro fue el campeonissimo, Fausto Coppi, que había fichado ese invierno de 1959 a Fede para su equipo ciclista, el “tricofilina Coppi”, que patrocinaba su marca de bicicletas. Coppi le trató como un hijo, le llevaba a comer, iban de turismo juntos en pretemporada, le intentaba convencer: “Federico, puedes ganar la Vuelta, puedes ganar el Tour, sólo tienes que concentrarte y creer en ti”. Pero lo primero que hizo Bahamontes fue, en la Vuelta, retirarse por un forúnculo y porque no quería verse relegado por Suárez. Coppi, para instigarle le dijo “Federico, nunca serás más que un mal gregario”. El toledano le contestó “pues este año el Tour lo va a ganar un gregario”. Y así fue.


Ese hito no volvería a repetirse por parte de un español hasta 1973, con otro lunático, otro genio muy suyo que respondía al nombre de Luís, o Jesús para los conocidos. Bahamontes dejó a Coppi al año siguiente y volvió a Faema, pero su director no era otro que Bernardo Ruíz, y la vuelta de 1960 se hizo notar. Quisquilloso porque el valenciano no llevase a su fiel Pacheco, Fede no iba demasiado convencido a la vuelta patria. Pese a una caída y a la mala forma, protagonizó un etapón camino de San Sebastián coronando en solitario una escapada de 210 kilómetros. Iba muy lejos en la general pero tenía la montaña en el bolsillo… hasta que reinó la polémica. Su fiel San Emeterio llegó fuera de control en la etapa siguiente (con Fede segundo tras Suárez) y Bahamontes amenazaba con retirarse si no le re-admitían, como habían hecho con Carlos Pérez, un gregario que había tenido la suerte de que hicieran la vista gorda con él. El equipo Licor 43, enemigo del Faema, a su vez amenazaba con retirarse en bloque si el montañés, amigo del toledano, era readmitido. La organización decidió de forma salomónica: se fueron de la carrera tanto San Emeterio como Pérez. Pese a todo, al día siguiente se presentaron en la línea de partida Bahamontes y San Emeterio con intención de partir. Al no dejar salir a su compañero, Bahamontes rodó con el grupo hasta que se descolgó y llegó en solitario fuera de control. La prensa se le echó encima. Le reprochaban, además, que casi llegase a las manos con un aficionado que le había insultado desde la carretera. Ya había comidilla para meses…

Y más cuando llega al Tour sin preparación y abandona en la segunda etapa... porque le da la gana. Ni más ni menos. Federico Martín Bahamontes abandonó el Tour porque así lo quiso. El dorsal 1 se marchaba sin apenas kilómetros en sus piernas, con la organización bramando y con la federación española sin podérselo creer. Así era. Ganaba Nencini, que aprovechaba la gravísima caída de Riviere para alzarse con la victoria. Pese a que 1961 tampoco fue un año para recordar, ya que abandonó el Giro y no participó en el Tour finalmente, Bahamontes seguiría escribiendo páginas de éxitos y de peleas dentro de la grande boucle, aficionada de lujo a las peripecias del estraperlista toledano. En los 3 años siguientes se haría con el reinado de la montaña de forma fácil, clara. Ya no tenía ese punch en la escalada que le hacía inigualable, pero nadie podía subir a su ritmo, más aún cuando Charly Gaul, harto de la vida del ciclismo, lo dejaba en 1962. Por ello, Bahamontes siguió brillando, de forma cómoda. En Francia ya se habían acostumbrado a su forma de hablar, como un indio “Je gagné la carriere, et… je tres… ¿heureuse?, oui, heureuse…” con su sonrisa descoyuntada. Así era el genio español.

Y brilló. En 1962 ganó la cronoescalada a Superbagneres con un desarrollo no apto para cardíacos, siendo 14º a 34 minutos de Anquetil. Sería, por supuesto, espectador de lujo en las 3 victorias del normando, en 1963 brillando junto a otro español, José Pérez-Francés, el Alain Delón de la bicicleta, "l'enfant Terrible", otro loco incomprendido de la vida al que nadie aguantaba por su carácter, ganando una etapa en solitario tras coronar el Porte. Anquetil era demasiado, ganó hasta etapas de montaña ese año .El año siguiente fue el del “duelo en el volcán” entre Poulidor y Anquetil. Nunca el Tour vivió y viviría una intensidad tal como en ese final en el ahora olvidado Puy de Dôme. Hombro con hombro, Anquetil y Poulidor, las dos Francias, luchaban en una guerra civil de formas de ser, incluso sus directores eran opuestos. Entre tanta chispa, otro duelo en el volcán, de menor repercusión mediática, se batía a unos metros… por delante. La carrera estaba detrás, pero delante andaban escapados Fede y Julito, Julio Jiménez, un escalador de una clase infinita, que sustituyó a Fede en las encarnizadas luchas escaladoras de mediados de los 60. Y por supuesto, como no podía ser de otra forma… se llevaban mal.

Y todo por cómo era Federico. 4 etapas antes de que el arcángel rubio y el sobrio corredor del Mercier se disputasen un Tour con Francia en vilo, Federico había hecho su apuesta, con los equipos españoles con él. Era la etapa de los Pirineos. Fede estaba a 3 minutos del líder, urge una estrategia. El Kas de Dalmacio Langarica (el ex-seleccionador que ganó con el toledano) se puso de acuerdo con Raoul Remy, el director del Margnat… la nueva perla Julio Jiménez, al que denominan “el relojero de Ávila” por ser esa su antigua profesión, se escapan en el Peyresourde, casi de salida. Van tomando ventaja, el líder Grousard, está amenazado en el grupito de elegidos. La ventaja se está estirando, pasan el Aspin y el Tourmalet. Jiménez tira, tira… y Bahamontes no le releva. Le pide más esfuerzo, más. Y Julito, que es su primer Tour, no sabe como decirle no. Es nuevo, tiene que agradar al héroe. “más fuerte” decía Fede en los llanos. Quedaba el Aubisque… en las faldas 5.20 de ventaja… virtual maillot amarillo para Bahamontes… pero Julio aqueja el esfuerzo y se queda. Bahamontes no le espera. Después de coronar habrá 25 kilómetros llanos, pero el toledano se va sólo. Esa fue su sentencia.

Ganó la etapa, pero le restaron 4 de los minutos que llevaba de ventaja. Bahamontes no ganaría su segundo Tour, prefirió apostar sobre seguro: etapa y montaña. Pero se forjó un enemigo: Jiménez. Y no era un enemigo cualquiera, era quizá ya el mejor escalador del pelotón. Y se vengó. En el Puy de Dôme, cuando Pou-Pou sacaba a Anquetil de rueda ante la mirada del mundo, Jiménez ponía un piñón más pequeño delante y con los dientes murmuraba “sígueme ahora si puedes”. Bahamontes perdió la etapa. Quizá la etapa más emocionante de la historia del Tour la ganó un español, Julio Jiménez, y se la ganó despreciando a Bahamontes, que fue tercero en París, tras un gran Tour. Sería su última carrera en condiciones. Al año siguiente, un ataque de Jiménez en la primera etapa de montaña seria del Tour le descolgó del pelotón y le mandó para casa retirado, a Jiménez le dijeron “se ha quedado Bahamontes” y apretó los dientes y subió más deprisa. Era su momento. El de Federico había pasado. Tras 6 reinados de la montaña, se retiraba el escalador español, el showman, el clown, el inigualable tanto para lo malo como para lo bueno.

Siguió ligado al ciclismo, por supuesto. Comentarista radiofónico, descubridor de promesas, fundador de algún equipo amateur y profesional… Bahamontes dedicó su tiempo a numerosas tareas relacionadas con el ciclismo tras su retirada. Con su espíritu de siempre… con los chavales, por ejemplo, utilizaba su total arbitrariedad para preferenciar a uno delante del otro. Dándole mejor material, diciéndole que sería el líder… y los chicos se enfadaban, decían que no tenía palabra. Y es que siempre fue así, como la canción, “un truhán, un señor, algo bohemio y soñador”. Por supuesto siguió con su tienda de deportes en Toledo, lo que hoy es otro de los monumentos para visitar siempre que se viaja a tan magna ciudad, la ciudad del “águila de Toledo”, pero ante todo la ciudad de ese “lechuga” que aprendió lo que era la vida allí, en plena calle, y que no bebía agua durante las carreras porque decía que "eso no era propio de hombres".


alby

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué grande Fede, esos son los genios, está bien que se escriba lo bueno y lo malo, en este país somos muy dados a alzar a los héroes omitiendo sus defectos, yo creo que esos piques y malas decisiones le hacen más grande.

Vier dijo...

Muy bueno. Cronos de 70 quilómetros y diferencias de más de 6 minutos...

No sabía que después de ganar se retiró por la cara, y tampoco eso que no bebía agua. Un gran personaje.

Qué lástima que el maillot de la montaña ya no tenga tanto interés.

alby dijo...

muchas gracias por vuestros comentarios.

herd: en España ya sabemos como somos... los héroes no tienen fiduras y los fracasados no son ni polvo, propio de nuestra cultura, tristemente esclarecido en el deporte.

Vier: el maillot de la montaña tuvo a Virenque, que al menos dio intensidad a su disputa(aunque no se lo disputaba nadie salvo las chorradas celosas de Moreau), o al menos, lo tomó como un objetivo para la temporada, y eso es de agradecer.