sábado, 30 de junio de 2007

Llega Julio, el mes del Tour.


Julio es, o más bien debería ser un mes de fiesta para los amantes del ciclismo. Se disputa la carrera más importante del año, el Tour de Francia. Mientras los profesionales se preparan en Londres en otra edición marcada por la incertidumbre y por la sombra del dopaje, desde la humilde pluma del que suscribe se intentará dar un homenaje a la prueba francesa dedicándole los artículos de todo el mes, recordando algunas historias y a los ciclistas y personajes que las protagonizaron.

martes, 26 de junio de 2007

El arte de rodar.


"Usted no pinta nada aquí" . "Menuda desfachated" murmulla entre dientes Alex Burtin, director del equipo suizo del Tour de Francia de 1951. Algo raro se teme, algo raro ha visto durante la etapa cronometrada, 85 kilómetros, entre La Guerche y Angers. En los puntos intermedios en donde había algún asistente suizo Hugo Koblet era mejor que el francés Louison Bobet. Pero al final la organización ha dispuesto en las tablillas que ha ganado Bobet, con un segundo de ventaja. "El pedaleur de charme" se ha quedado anonadado, hubiera jurado que había ganado. Por eso Burtin se había acercado a los comisarios, que revisaban las cuentas en caso de fallos. Y así le habían tratado, de mala manera. En la concetración, más calmados los ánimos, los suizos con su legendaria precisión echan cuentas. "Le he sacado un minuto a Bobet, estoy seguro" dice el de Zúrich. Los asistentes le dan la razón, por ahí debe andar la cosa. Pues de nuevo a moverse, Koblet y Burtin salen a buscar a la organización, y se encuentran a Jacques Goddet, el director del Tour, cenando plácidamente en el hotel que habían dispuesto para ellos. Le cuentan todo, Goddet, que sabe de la importancia de la joven estrella suiza, reúne a comisarios y asistentes suizos en una misma sala.


Durante un par de horas se tiran hablando y calculando, papeles por el suelo, por todas partes. Es tarde pero por fin lo encuentran, han encontrado el minuto perdido. Reclasifican a los dos primeros, Hugo Koblet es el vencedor de la etapa con 59 segundos de ventaja sobre el bretón. El joven de 26 años, vestido para la ocasión, con un pantalón "beige" y una bonita camisa marrón oscuro, ha vencido en su primera etapa en el Tour de Francia. Se van a celebrarlo, pese a que es noche cerrada. Van a un buen restaurante y la comida es bien regada por una botellita de champagne, Koblet es amante de lo bueno, de lo caro, y de lo más chic del momento. Su encanto para las damas es indescriptible, elegante, sobrio, guapo, chulapón, es todo un caballero. Si hubiera vivido en el siglo XIX sin dudas sus fiestas hubieran sido las más aclamadas entre la nobleza. En los años 50 lo eran, pero entre ciclistas, deportistas de élite, políticos y modelos, muchas modelos. Su mansión bien cerquita del lago de Zúrich siempre es un buen lugar para la diversión y el lujo. Para disfrutar con buena comida, con buena bebida, con buenas mujeres y con espectáculos. Incluso a veces los da el propio anfitrión.


Porque...¿cuántos coches debió destrozar Hugo Koblet a velocidades de vértigo a la orilla de su amado lago? pues muchos sin duda. No tenía control. Gafas oscuras, unas anfetaminas en el salpicadero y a correr, 180, 200, 210 km/h... los coches más rápidos de la época en las manos del corredor ciclista de moda. Un joven suizo de ojos azules intensos, de esa clase de mirada que funde al sentirla. Tenía que darse a conocer, ser una estrella era algo natural, cuestión de tiempo. Pero la elegancia, el porte, la frescura... le hacía también sobre la carretera único. Es muy posible que jamás volvamos a ver un ciclista tan exquisito encima de una bicicleta. Sobretodo en el llano, Hugo Koblet era un especialista para rodar, o mejor, para deslizar las ruedas de su bicicleta allende las carreteras de la época. Talones rectos, ángulo recto de los codos, espalda en la que se podría haber servido una copa de vino, cara pétrea, sin fisuras, en ocasiones(como en la fotografía) con gafas tintadas, en una expresión de superioridad y de "poder llegar a más". Un auténtico espectáculo para la vista.


Los años 50 fueron la época dorada del ciclismo. Ya no por el talento de sus figuras, por la mejora de las carreteras ni porque los ciclistas ya no pasaban hambre. Sobretodo fue por la dedicación de sus ciclistas, el intento continuado de los Coppi, Gaul, Bobet, Van Looy, Van Steebergen, Ockers, Geminiani ... de llegar a la perfección ciclista en todos sus sentidos. "la corsa pazzesca é la corsa piú bella" decía Fausto Coppi. A parte de ganar había que hacerlo lo mejor posible, dar espectáculo, demostrar que el más fuerte era el mejor. Por eso mismo se vio una lucha sensacional en todos los terrenos, especialistas de todas partes luchaban en las carreras desde marzo hasta el Giro de Lombardía. Y entre las especialidades estaba la elegancia a la hora de rodar en llano, pese a que algunos, como Ferdi Kubler, pareciese que le estaban dando un ataques de epilepsia. "il campioníssimo" era otro de los preciosistas, otro de los espectaculares. Bajando cortaba las curvas de una manera sublime, casi mágica. Una facilidad pasmosa le hacía llevar el trazado correcto, en el momento justo. Una delicia para la vista.


Pero Koblet era único, inconfundible. Después de él hubo otros, otros muy importantes, muy grandes que siguieron sus pasos, pero el auténtico James Dean del ciclismo, del deporte, era él, el guapo conquistador que se lavaba la cara antes de cruzar la meta, aunque perdiese tiempo para la general. Un ciclista distinto, quizá el primer gran ciclista junto con Coppi en cambiar la dinámica y la imagen del ciclista. En vez del aguerrido routier con polvo en la cara y gafas de aviador, representaban la nueva hornada de corredores, mocetones, altos, delgados, modernos, preparados para la acción, dinámicos. Koblet llegaba más aún, era conquistador, un play boy. Las mujeres de la época iban a verle correr, a ese rubio suizo de gran belleza. Él se casaría, con la modelo Soja Bühl, pero viviría una gran vida en temas amorosos y escarceos. Y según cuenta la leyenda, tras el Tour victorioso de 1951 se fué a México a descansar... y disfrutar... y no volvió sólo. Volvió con una rara debilidad, lo que en realidad escondía una enfermedad venérea que había contraído en su viaje de placer. No volvió a ser el mismo aunque siguió intentando hacer cosas interesantes, y brillando.


Su testigo, en casi todas las referencias, lo recogió Jacques Anquetil. "Maitre" Jacques era un corredor fenomenal, apenas sin fisuras. Un auténtico purista de la contrarreloj, quizá el mejor contrarrelojista de la historia con permiso de Miguel Induráin. Rodaba plenamente concentrado, fueras cuales fueran las circunstancias en las que lo hacía. Ya fuera en montaña, en llano o en pavés, seguía un ritmo propio y a aguantar, de una manera u otra, los arreones, y si se podía, un piñón menos para fugarse del pelotón. Una figura esbelta y una tez blanca cuál arcángel hicieron de Anquetil el líder... de las ensoñaciones de las jovencitas. Un hombre elegante y lujoso allí por donde pasaba, conquistador y gentleman sin igual en Francia, su personalidad mitad atormentada-mitad encantadora sedujo a millones de señoritas que disfrutaban de esos penetrantes ojos y esa cara de niño bueno que siempre tuvo, hasta su merte. También por su puesto fue un hombre de excesos, y además un hombre sincero, muy sincero. Siempre decía lo que le parecía, lo que le produjo bastante y enconados enemigos pero también fiables amistades. El ex-ciclista y en su momento director del normando, Raphaël Geminiani, era una de ellas.


Y tuvo mucho peso en él, le ayudó a concentrarse más en las competiciones, en centrarse más en el entreno, sin excederse, al menos durante las carreras importantes, en el terreno fuera del ciclismo. Una de sus más acérrimas amistades, el alsaciano Roger Hassenforder, era tan bien uno de los que le echaban a perder. Bromista en exceso, Roger llegó incluso a orinar en el bidón de Anquetil haciéndole vomitar. Sus correrías fuera de la carretera, en hoteles y restaurantes, fue mítica, como los berbiquíes que utilizaba en las puertas para ver a las chicas cambiándose en el hotel cuando coincidian las concentraciones del Bertin con personas fuera de la carrera. Era un extravagante, iba vestido así. ¡Cómo se lo pasaban cuando iban a los restaurantes!. Hacían pillerías de niños, haciendo experimentos con las anfetaminas, tirándose comida. Pero no era la mejor compañía, Hassenforder a veces hacía demasiadas locuras. Por eso "Maitre" Jacques tenía que tener cuidado. Su compañero de juegos no era más que uno más en el pelotón, él era un elegido. El primero en ganar 5 Tours de Francia. Un hombre sin igual.


El descenso de Envalira en 1964 fue, cuanto menos, el más valiente de la historia. Medio grogui por la pájara que le había caído en el puerto, a más de 5 minutos de Poulidor en la cima, Anquetil, entre la niebla y la lluvia, inició su persecución. Se guió por los faros de las motos para trazar algunas de las curvas, pero en los más de 25 kilómetros de descenso había cazado a los escapados. Había salvado su 5º Tour, que sentenciaría en el mágico "duelo en el volcán" en el hombre-con-hombro con Raymond Poulidor. Anquetil era un auténtico espectáculo bajando, y en el llano, en las contrarrelojes era un mago. Rodaba con una cadencia de pedaleo exacta, como si de un reloj se tratse, tic, tac, tic, tac. Las piernas se movían con extrema precisión, siempre en el momento, siempre más que las de los demás. Así pudo ganar nada menos que 9 Grandes premios de las Naciones, muchas veces Geminiani, "el gran fusil" decía que le gustaba colocar el coche del equipo justo detrás de Jacques, para poder disfrutar desde el volante del espectáculo que era verle rodar en solitario. Pero no era el único.


La especialidad de rodar era dispar pero especialidad. Si Rik Van Steenbergen era un hombre hercúleo por el que la bicicleta en sus manos apenas parecía un nudo de alambres y parecía que se iba comer la carretera en cada golpe de riñón, Rik Van Looy era el acople, el apenas moverse encima de ella, siempre atento y listo para asestar el sprint decisivo. La clase de Anquetil, y su afición por lo "extradeportivo" la compartió Jan Janssen. El holandes de las gafas de sol, que le daban un aspecto inmaculado de "chico-disco", fue uno de los ciclistas de más clase de los años 60, justamente antes de la aparición de Merckx venció un Tour de Francia, pero no era capaz de sentar la cabeza tan sólo en el ciclismo. A partir de los años 70 desaparecieron gran parte de los puristas. Merckx era un purista, de las gestas, no del estilo. Su forma de rodar, muy redonda y haciendo grandes esfuerzos, era muy peculiar y pese a todo muy correcta, pero quizás no elegante. Ellos habían heredado el gusto por las dificultades, pero menos el gusto por la perfección.


Tristemente ésta se ha ido devaluando con el tiempo, más preocupados en la actualidad por el simple resultadismo que por la belleza del triunfo, y del que lo consigue. Pese a todo, muchos nunca dejaremos de admirar a Koblet por lo que fue, un purista, un enamorado de la perfección incluso en el estilo, o de Coppi, o de cualquiera de ellos. Porque enseñaban una valiosísima idea: en el deporte, el resultado es muy importante, pero no lo es todo. La forma de conseguirlo, el disfrutar mientras lo logras, tiene un valor también muy alto que hacen disfrutar a todos, especialmente a uno mismo. Por eso, los aficionados al ciclismo tenemos tanto que añorar y que respetar a estos corredores.

miércoles, 20 de junio de 2007

Carta abierta a Frank Vandenbroucke


Estimado Frankie.

Lo primero es, por supuesto, que me permitas tutearte. He visto tus andanzas desde aquel mágico 1991,¿te acuerdas?. Tenías por aquel año 17 añitos, eras toda una promesa. Estabas deseando demostrar la capacidad que tenías. Yo... bueno, no es tiempo de hablar de mi vida, hoy el protagonista eres tú. Y como digo, prefiero hablarte de tú, me pesa, siempre me ha pesado, hablar de usted a un hombre con el que he vivido tantos días de glorias y sinsabores. Pese a que tú vives muy lejos, los que seguimos el ciclismo con pasión, animando a todos pero algunos quizá con mayor ahínco, sentimos que parte de tí está en nuestro corazón. Eres un ciclista con el que pasa a menudo, mucha gente te sigue, mucha gente aún se acuerda y piensa en tus resultados actuales, futuros y sobretodo pasados. Yo, he de reconocerlo, siempre fuí un admirador de tu trabajo. Es posible que eso no me haga ser objetivo, pero qué vamos a decir... en los problemas, antetodo, nunca somos 100% objetivos... a tí ¿qué te voy a contar que no sepas?


Pero nos habíamos quedado en 1991. Era un día bastante nublado, pero sabías que podrías hacerlo. Costó mucho esfuerzo, como todo en la vida del ciclista, pero lo conseguiste. Ese Campeonato de Bélgica te abrió muchas puertas. La mitad de los ojeadores belgas se pegaban por tí, te habían visto "algo", no sé como llamarlo... un punto especial, entre todos esos chicos habías ganado... además en plan locomotora, con tus cabellos al viento, con esa sonrisa burlesca en la llegada. Tenías algo. Aún lo tienes, tantos años y batallas después. Al menos te abrió la puerta más importante, la selección, el Campeonato del Mundo, batirte con los mejores... y ganar ese bronce al año siguiente... desde luego la cosa no iba mal. Lotto te hacía un hueco de honor en su equipo de "espoirs", del que aprenderías mucho. Había muy buenos ciclistas allí, Lotto siempre ha cuidado bien a sus promesas, y tú eras la estrella, yú eras de los que sobresalía. Nadie sabía en dónde, porque todo te iba bien... Rodando, subiendo, en solitario, en grupos. Eras una promesa belga del ciclismo.


Y Bélgica necesitaba ídolos, la huella de Eddy aún es alargada. Después de él, de Lucien Van Impe... pues buenos rodadores, buenos clasicómanos, algún sprinter... pero nada más. El Tour no se podía ganar, la general quedaba muy lejos, la montaña no había tricolor que la pasase. La mala costumbre de poner la televisión y ver a un héroe belga fuera llano o montaña se añoraba. Tú representabas la diferencia. Nunca has subido mal, siempre te has defendido. Eso te hacía señalado, pero a tí siempre te gustó que se fijasen en tí, que te siguieran, que comentasen cómo progresabas, qué bien entrenabas y lo que sería de Bélgica con chicos como tú. Así pasaste a profesionales, en 1994, con Lotto, el equipo de tu juventud. Era febrero, y tenías mucha ilusión. Y te tenías que foguear, eso decían y tú querías hacerte notar... este Frank Vandenbroucke de Mouscron, con corazón valón, tenía que ser un nombre en boca de todos. Y lo hiciste muy bien, una etapa del Tour del Mediterráneo para empezar estaba muy bien. Viste el panorama, viste lo que había en Lotto y te marchaste... al equipo de moda, el Mapei. Una casa de clasicómanos, la casa del "mecenas" Giorgio Squinzi. Allí diste el paso, ganaste carreras, y llegó ese 1998 mágico.


Porque ya habías sido el 20º de la UCI, habías hecho podio en la Flecha Valona, habías ganado en Plouay, en París-Bruselas, en Escalda... pero 1998 sería tu eclosión, París-Niza, nada menos... Gante-Wevelgem por delante de Michaelsen y Nico Mattan, compañero y colega, podio de nuevo en el muro de Huy, 6º en Lieja-Bastogne-Lieja... estabas ya en la élite, en la élite del ciclismo belga. Por eso te fichó Cofidis. Por eso te fuiste a ganar mucho más dinero en el equipo francés. Querías fama, querías dinero. Te gustaba, y te sigue gustando mucho, la buena vida, ese gusto por vivir y no querer renunciar a nada aunque sea beneficioso. Eso para tí no significaba nada, sigue sin significar nada. Eres Frank Vandenbroucke, tú guías tu propio camino. O eso creías. ¿por qué hiciste esas cosas Frank? ¿por qué te metiste en ese camino? No quiero juzgarte, en absoluto. Eres libre de hacer lo que te parezca pero, ¿por qué no pensar las cosas antes de hacerlas?


Eras un nuevo héroe. Eras un ciclista mágico. Jamás olvidaré la Lieja-Bastogne-Lieja de 1999. Nunca. Ese hachazo en la redoute. Plato grande en la misma cara de Michelle Bartoli. Él era el favorito, tú eras el aspirante... pero te lo merendaste. Te merendaste a todos. Eras el mejor. St. Nicholas no fue nada para tí, sólo el sitio donde marcharte. Qué espectáculo. Qué año. La primavera te salió perfecta, tan sólo te faltó sentenciar alguna otra grande, Flandes, Roubaix... estabas siempre ahí. El Tour no fue posible pero... ¿y la Vuelta? quién se olvida de tu exhibición en el adoquinado de Ávila? los propios abulenses aún te recuerdan, aunque sigan de pasada el ciclsimo. Ese año por su capital pasó un avión, no un ciclista. La escapada camino de Teruel. Había corredor para rato. 25 años, y ni siquiera los habías cumplido todavía. Pero la fama, la superioridad, la mala suerte, porqué no decirlo... todo se convirtió en un torbellino de emociones y acciones equivocadas. Mucha marcha, salidas nocturnas, vidas poco ciclistas. Ya lo decía Bahamontes. Ni siquiera con la niña asentabas la cabeza... tú decías que en 20 días te ponías en forma. Pero... ¿y las lesiones?


Parte no fue culpa tuya. Tú sólo fuiste otro ejemplo, de prodigio que acaba... que acaba. Dopaje, escándalos constantes, tu nombre siempre salpicado, fuese en donde fuese... la suspensión en tu zona, aquellos medicamentos "para tratar al perro". El perro de Vandenbroucke, hasta para eso fuiste un pionero. Saltaba un escándalo, Vandenbroucke por allí, por allá. El ciclismo está podrido, sí, pero ¿te pensabas que eras intocable?¿que nadie te veía? Eso no es un ejemplo para tus hijas Frank. ¿por qué sólo intentaste retomar en serio tu carrera en el Quick Step? Sí, en Lampre tuviste mala suerte, en el Domo también. Pero no ponías de tu parte, tu fama iba y el ciclista llegaba un poco después, algo más tarde. Te convertiste en un nombre. Ya no eras un superclase, eras la pena de la clase. "El que se fue por mal camino" decían... yo nunca te tuve lástima...¿sabes por qué? Pues porque sabía que si no hubieras sido así, cabezón, testarudo e indisciplinado, nunca hubieras hecho lo que hiciste, ni para bien, ni para mal. Tristemente siempre tu mal ha sido más grande, mucho más grande que tu bien, ya no hablamos de deporte siquiera.


No te quiero aburrir, no te quiero dar la charla ni decirte lo que tienes que hacer. Para mí, Frankie, siempre serás un grande, desaprovechado, sí, pero un grande. Sé, en lo más profundo de mi reflexión, que hubieras sido capaz de grandes cosas. No fue así. Creo sinceramente que eres el fiel reflejo del ciclismo, en tu persona, en tu carrera, en todo. Un ciclismo descorazonado, raquítico moralmente. Si tienes lesiones: fuera. Si no te dopas: fuera. Si eres diferente: fuera. Si no tienes disciplina corporativa: fuera. No hay diálogo, tú, tómate esto, píchate ésto, vas a correr ésto y a callar. Tu no eras así, tu eras un vividor. Incluso sabías que podías hacer un buen negocio con las sustancias dopantes. Esa mafia con la que no se sabe muy bien si formas parte, colaboras, te surten o qué, incluso aparece en los lazos de Silvester Stallone en sus delitos en Australia... ¿todo eso era necesario? ¿era necesario perder la cabeza, hacer el tonto con las escopetas, hacerle esto a Sara y a las niñas?


Frankie, por favor, no seas otro típico ciclista. No sigas la "senda de elefantes" de los problemáticos ciclistas modernos. Ya hace muy poquito nos diste el aviso de que las cosas van a peor. La lesión... ¡da igual la lesión!, la vida, tu vida es lo que importa. No sigas esa senda de autodestrucción, de sustancias de todo tipo, de mafias, de prozac casero en la madrugada, de violencia sin sentido hacia personas que no lo merecen. Recapacita. Has sido un gran ciclista. Tenías una clase infinita, maravillosa, una capacidad y una actitud rebelde sublimes. Eso te hizo único, no te vayas ahora a convertir en una más de esas tragedias que se hacen anónimas tristemente por el paso del tiempo y que no cambian nada de ese mundo ciclista que viviste y que aún vives. Marco se fue y nadie escuchó el mensaje que, inconsciente nos mandó. ¡parad ya! decía. Pero se quedó en la nada, junto con esas grises cortinas en un hotel de mala muerte. No sigas por ahí. La vida está para vivirla, y para mejorar. De una u otra manera, progresar. El ciclismo esmcuhas veces muerte, actualmente es más cinismo que otra cosa, no seas el siguiente. Que no haya siguiente. Pese a las trampas, pese al dopaje, pese a los errores cometidos...¡ánimo, Frankie!

miércoles, 13 de junio de 2007

Parte III: "el lechuga" reina en París.

"¿Qué traje me has traído, Fermina? El que metí en la maleta está todo arrugado, no me lo puedo poner". "Te he traído el príncipe de Gales, el que te gusta, y camisas de seda. Me dio algo de tiempo para pasar por Madrid y comprarte unas corbatas". La querida Fermina, tan sólo era una mancha roja en el velódromo del parque de los Príncipes, pero Fede la encontró sin problemas. Se había pasado toda la vuelta de honor buscándola con los ojos. Ahí estaba él, con el maillot amarillo, Jacques Goddet, el patrón del Tour le miraba benévolo pese a que los franceses habían perdido la carrera por sus diferencias. El mundo al revés. En España Dalmacio Langarica había conseguido lo increíble, el equipo había trabajado como una máquina bien engrasada. En Francia, lo contrario. Raphaël Geminiani, el gran fusil, tenía a su Roger Riviere, y Anquetil tenía celos. Por otra parte Loison Bobet, ya una leyenda viva, pinchaba promocionando a Henry Anglade, que, encuadrado en un equipo menor de esos conglomerados extraños franceses fuera de la selección, amenazaba con humillar a las dos estrellas francesas en alza. No podía acabar bien.

Federico Martín Bahamontes venció el Tour de 1959 por ambas cosas. Porque no llegó con 40 minutos perdidos a la montaña y porque los franceses se perjudicaron mutuamente. También porque era el mejor escalador junto con Charly Gaul, que defendía título y que perdió sus opciones en un plan maravilloso del equipo español camino de Aurillac, en un terreno rompepiernas donde perdió 20 minutos. Ambos compartieron muchos kilómetros entre los puertos alpinos(tras unos pirineos bastante suaves) y se demostraron superiores cuando la carretera se empinaba. Salió vivo de los llanos y la primera crono por un gran trabajo del equipo y por una picardía, muy española. En la primera crono, Bahamontes tuvo la gran suerte de salir justo delante de Anquetil, quizá el contrarrelojista más impresionante antes de Induráin. Ni cortos ni perezosos, Langarica y Bahamontes decidieron que se dejase coger a mitad de crono e intentara aprovechar la rueda del normando. Así lo hizo. Incluso Fede se permitió el lujo de sprintarle en la llegada. Objetivo cumplido, perdía 2 minutos con Anquetil y casi 3 con el ganador de la crono, Roger Riviere.

En la montaña, le valió con aguantar en los pirineos y acabar con algunos rivales antes de que llegasen los Alpes, fue en la citada etapa de Aurillac, en un terreno de constante sube y baja sin descanso. Casi de salida, los españoles ponen un ritmo altísimo, atacan en tromba. Sólo Anquetil, Anglade y Baldini pueden estar delante con Bahamontes, mientras los gregarios españoles se van quemando uno tras otro y algunos llegan hasta fuera de control. Ha merecido la pena. El gran rival de Bahamontes, Gaul, pierde 20.40 en meta tras una persecución entre toboganes, No ha recibido ayuda de ningún gregario, él mismo había presumido a la salida del Tour que no los necesitaría para ganar. Craso error. No sería el único que cometiera errores. Los franceses, en plena guerra civil deportiva, estallan sus batallas decisivas en los Alpes. Tras la cabalgada de Gaul y Bahamontes juntos por la Romeyere(etapa para Gaul, primer amarillo para Bahamontes, esta vez sin helado y el grupo a casi 4 minutos), quedaban los grandes alpes, pero parecía que el pescado estaba ya vendido: “Si Bahamontes nos ha machacado en un puerto de segunda(Romeyere)…¿Qué no hará en los colosos que se avecinan?” decía Maitre Jacques.

Pero como en todo, hay que tener una dosis de oportunismo, y suerte. A pesar de ser un enorme escalador y llegar su terreno, Bahamontes no perdió el Tour por los franceses. En una etapa que el periodista francés, mito absoluto de L’equipe, Pierre Chany definió como immense navet” o “inmenso nabo” en expresión de disgusto, Anglade tuvo el Tour en sus piernas ante un fatigado y miedoso Bahamontes que perdía rueda en los descensos de Iseran(quedándose sólo tras el grupo de franceses) y sobretodo pequeño San Bernardo, donde Anglade se había marchado con Gaul. El asfalto estaba mojado y en mal estado, Fede bajaba con cuidado, con demasiado cuidado, y se cortó. A 33 kilómetros de la llegada perdía 2 minutos con el grupo de Anglade… pero llegó el grupo de Anquetil y Riviere y, en vez de dejar la responsabilidad al maillot amarillo, tiraron a bloque para reducir distancias con el grupo de delante, que finalmente sólo recortó 47 segundos al líder. Prefirieron que ganase el Tour un español que un ciclista como Anglade, que estaba encuadrado en una selección francesa de segunda clase. Bahamontes remachó al día siguiente, subiendo la Forclaz con Gaul. La ventaja era de 5.40, era el ganador del Tour, pese a perder con la locomotora Riviere 6.17 en la última contrarreloj de 70 kilómetros. Anglade, su mayor perseguidor, sólo le recortaba minuto y medio.

Por fin. Un toledano había vencido al coloso, que cedía ante el empuje de “los escaladores españoles”. Bahamontes fue recibido como un héroe. Llegó a Toledo en Septiembre, después de hacer toda la tournée de criteriums post-Tour. Toda la ciudad le estaba esperando, con su traje, con un traje que le sobraba por todas partes después del gran esfuerzo. Abrieron hasta la puerta de la bisagra, que siempre está cerrada. Abrieron esa puerta al héroe, al que de joven llamaban “el lechuga”. A ese estraperlista que se llevaba mal con todo el mundo, en ese Tour la desgracia le había caído a Antonio Suárez, uno de los ciclistas españoles más olvidados de todos, al que había impedido participar en “la gran ofensiva” de la etapa de Aurillac y que el madrileño había terminado fuera de control. A algunos el Tour siempre les quitó, y a la locomotora madrileña el Tour nunca le dio nada, no así la Vuelta, que había ganado ese año(lo que despertó los celos de Fede) y el Giro de Italia, en donde haría podio y ganaría etapas.

Y todo había sido gracias a dos hombres. Uno había sido Dalmacio Langarica, el nuevo seleccionador español, que por fin había conseguido poner un poco de calma en la vida de los españoles. Había decidido que si opción era Bahamontes, y acertó. Supo llevarle en carrera, fue de los pocos que pudo recibir de Bahamontes confianza. El otro fue el campeonissimo, Fausto Coppi, que había fichado ese invierno de 1959 a Fede para su equipo ciclista, el “tricofilina Coppi”, que patrocinaba su marca de bicicletas. Coppi le trató como un hijo, le llevaba a comer, iban de turismo juntos en pretemporada, le intentaba convencer: “Federico, puedes ganar la Vuelta, puedes ganar el Tour, sólo tienes que concentrarte y creer en ti”. Pero lo primero que hizo Bahamontes fue, en la Vuelta, retirarse por un forúnculo y porque no quería verse relegado por Suárez. Coppi, para instigarle le dijo “Federico, nunca serás más que un mal gregario”. El toledano le contestó “pues este año el Tour lo va a ganar un gregario”. Y así fue.


Ese hito no volvería a repetirse por parte de un español hasta 1973, con otro lunático, otro genio muy suyo que respondía al nombre de Luís, o Jesús para los conocidos. Bahamontes dejó a Coppi al año siguiente y volvió a Faema, pero su director no era otro que Bernardo Ruíz, y la vuelta de 1960 se hizo notar. Quisquilloso porque el valenciano no llevase a su fiel Pacheco, Fede no iba demasiado convencido a la vuelta patria. Pese a una caída y a la mala forma, protagonizó un etapón camino de San Sebastián coronando en solitario una escapada de 210 kilómetros. Iba muy lejos en la general pero tenía la montaña en el bolsillo… hasta que reinó la polémica. Su fiel San Emeterio llegó fuera de control en la etapa siguiente (con Fede segundo tras Suárez) y Bahamontes amenazaba con retirarse si no le re-admitían, como habían hecho con Carlos Pérez, un gregario que había tenido la suerte de que hicieran la vista gorda con él. El equipo Licor 43, enemigo del Faema, a su vez amenazaba con retirarse en bloque si el montañés, amigo del toledano, era readmitido. La organización decidió de forma salomónica: se fueron de la carrera tanto San Emeterio como Pérez. Pese a todo, al día siguiente se presentaron en la línea de partida Bahamontes y San Emeterio con intención de partir. Al no dejar salir a su compañero, Bahamontes rodó con el grupo hasta que se descolgó y llegó en solitario fuera de control. La prensa se le echó encima. Le reprochaban, además, que casi llegase a las manos con un aficionado que le había insultado desde la carretera. Ya había comidilla para meses…

Y más cuando llega al Tour sin preparación y abandona en la segunda etapa... porque le da la gana. Ni más ni menos. Federico Martín Bahamontes abandonó el Tour porque así lo quiso. El dorsal 1 se marchaba sin apenas kilómetros en sus piernas, con la organización bramando y con la federación española sin podérselo creer. Así era. Ganaba Nencini, que aprovechaba la gravísima caída de Riviere para alzarse con la victoria. Pese a que 1961 tampoco fue un año para recordar, ya que abandonó el Giro y no participó en el Tour finalmente, Bahamontes seguiría escribiendo páginas de éxitos y de peleas dentro de la grande boucle, aficionada de lujo a las peripecias del estraperlista toledano. En los 3 años siguientes se haría con el reinado de la montaña de forma fácil, clara. Ya no tenía ese punch en la escalada que le hacía inigualable, pero nadie podía subir a su ritmo, más aún cuando Charly Gaul, harto de la vida del ciclismo, lo dejaba en 1962. Por ello, Bahamontes siguió brillando, de forma cómoda. En Francia ya se habían acostumbrado a su forma de hablar, como un indio “Je gagné la carriere, et… je tres… ¿heureuse?, oui, heureuse…” con su sonrisa descoyuntada. Así era el genio español.

Y brilló. En 1962 ganó la cronoescalada a Superbagneres con un desarrollo no apto para cardíacos, siendo 14º a 34 minutos de Anquetil. Sería, por supuesto, espectador de lujo en las 3 victorias del normando, en 1963 brillando junto a otro español, José Pérez-Francés, el Alain Delón de la bicicleta, "l'enfant Terrible", otro loco incomprendido de la vida al que nadie aguantaba por su carácter, ganando una etapa en solitario tras coronar el Porte. Anquetil era demasiado, ganó hasta etapas de montaña ese año .El año siguiente fue el del “duelo en el volcán” entre Poulidor y Anquetil. Nunca el Tour vivió y viviría una intensidad tal como en ese final en el ahora olvidado Puy de Dôme. Hombro con hombro, Anquetil y Poulidor, las dos Francias, luchaban en una guerra civil de formas de ser, incluso sus directores eran opuestos. Entre tanta chispa, otro duelo en el volcán, de menor repercusión mediática, se batía a unos metros… por delante. La carrera estaba detrás, pero delante andaban escapados Fede y Julito, Julio Jiménez, un escalador de una clase infinita, que sustituyó a Fede en las encarnizadas luchas escaladoras de mediados de los 60. Y por supuesto, como no podía ser de otra forma… se llevaban mal.

Y todo por cómo era Federico. 4 etapas antes de que el arcángel rubio y el sobrio corredor del Mercier se disputasen un Tour con Francia en vilo, Federico había hecho su apuesta, con los equipos españoles con él. Era la etapa de los Pirineos. Fede estaba a 3 minutos del líder, urge una estrategia. El Kas de Dalmacio Langarica (el ex-seleccionador que ganó con el toledano) se puso de acuerdo con Raoul Remy, el director del Margnat… la nueva perla Julio Jiménez, al que denominan “el relojero de Ávila” por ser esa su antigua profesión, se escapan en el Peyresourde, casi de salida. Van tomando ventaja, el líder Grousard, está amenazado en el grupito de elegidos. La ventaja se está estirando, pasan el Aspin y el Tourmalet. Jiménez tira, tira… y Bahamontes no le releva. Le pide más esfuerzo, más. Y Julito, que es su primer Tour, no sabe como decirle no. Es nuevo, tiene que agradar al héroe. “más fuerte” decía Fede en los llanos. Quedaba el Aubisque… en las faldas 5.20 de ventaja… virtual maillot amarillo para Bahamontes… pero Julio aqueja el esfuerzo y se queda. Bahamontes no le espera. Después de coronar habrá 25 kilómetros llanos, pero el toledano se va sólo. Esa fue su sentencia.

Ganó la etapa, pero le restaron 4 de los minutos que llevaba de ventaja. Bahamontes no ganaría su segundo Tour, prefirió apostar sobre seguro: etapa y montaña. Pero se forjó un enemigo: Jiménez. Y no era un enemigo cualquiera, era quizá ya el mejor escalador del pelotón. Y se vengó. En el Puy de Dôme, cuando Pou-Pou sacaba a Anquetil de rueda ante la mirada del mundo, Jiménez ponía un piñón más pequeño delante y con los dientes murmuraba “sígueme ahora si puedes”. Bahamontes perdió la etapa. Quizá la etapa más emocionante de la historia del Tour la ganó un español, Julio Jiménez, y se la ganó despreciando a Bahamontes, que fue tercero en París, tras un gran Tour. Sería su última carrera en condiciones. Al año siguiente, un ataque de Jiménez en la primera etapa de montaña seria del Tour le descolgó del pelotón y le mandó para casa retirado, a Jiménez le dijeron “se ha quedado Bahamontes” y apretó los dientes y subió más deprisa. Era su momento. El de Federico había pasado. Tras 6 reinados de la montaña, se retiraba el escalador español, el showman, el clown, el inigualable tanto para lo malo como para lo bueno.

Siguió ligado al ciclismo, por supuesto. Comentarista radiofónico, descubridor de promesas, fundador de algún equipo amateur y profesional… Bahamontes dedicó su tiempo a numerosas tareas relacionadas con el ciclismo tras su retirada. Con su espíritu de siempre… con los chavales, por ejemplo, utilizaba su total arbitrariedad para preferenciar a uno delante del otro. Dándole mejor material, diciéndole que sería el líder… y los chicos se enfadaban, decían que no tenía palabra. Y es que siempre fue así, como la canción, “un truhán, un señor, algo bohemio y soñador”. Por supuesto siguió con su tienda de deportes en Toledo, lo que hoy es otro de los monumentos para visitar siempre que se viaja a tan magna ciudad, la ciudad del “águila de Toledo”, pero ante todo la ciudad de ese “lechuga” que aprendió lo que era la vida allí, en plena calle, y que no bebía agua durante las carreras porque decía que "eso no era propio de hombres".


alby

domingo, 3 de junio de 2007

Parte II: las rarezas de un ciclista toledano.

Federico es un tipo extraño, un hombre diferente. Su mentalidad la entienden muy pocos o ninguno. Parece que ni siquiera su querida Fermina llega a comprender porqué hace algunas cosas. Esas excentricidades, esa forma de pensar le persiguen aún hoy en día, aún sigue contando sus batallitas imponiendo unos criterios bastante propios. Aún parece que sus rivalidades tengan peso aunque hayan pasado 40 años. Y es que seguramente seguirán ahí, dentro de su cabeza, pese a que algunos como Loroño ya no sigan en este mundo. Y es que nunca ha habido un corredor de la forma de pensar de Bahamontes, tan provechosa, tan... de posguerra. Como anteriormente dijimos, su educación le marcó en una forma evidente, tenía que ganárselas sólo, a su máximo beneficio. Y por supuesto, eso nunca esta bien visto cuando es tan claro y evidente. Y Bahamontes jamás intento que eso no fuera una evidencia. Ese espíritu de clown, de extravagancia, de ser el centro de atención también le perseguía. Pese a convertirse en un millonario con los premios de las carreras y los critériums y kernesses que disputaba a 15-20.000 pesetas por día tras el Tour, siguió haciendo beneficio de su negocio de venta de ropa deportiva.

Fede tiene su propia tienda de material deportivo, especilizado además en bicicletas, en Toledo. Pese a ser uno de los ciclistas más respetados y con mayor fama, en las carreras importantes no es raro verle vestido con su pijama color gris, su gorro con bolita en el extremo y su batín deambulando por los hoteles de la organización. Llama a la puerta, toc, toc. "Soy Fede, te traigo lo que me encargaste". Y le abre la puerta Henry Anglade... o Anquetil, o Nencini... los ases de la época. El saca de un bolsillo de su batín un cuaderno de anillas anotado por todas partes, todo guarreado de lapicero. Y tachaba el encargo: "Anglade me da 50 francos por los guantes y los calcetines". Y así se ganaba otro poquito de más. El espíritu de estraperlista nunca le ha abandonado. No era un hombre de palabra. Cambiaba de parecer en muy poco tiempo si veía que podía sacar más provecho de alguna otra manera. "¿Seguro que yo te he dicho eso? ¡no, qué va!, te dije lo contrario". Como diría San Emeterio, uno de sus más fieles gregarios y amigos "Con Fede no se podía hacer vida, primero te decía una cosa y después otra, y al final hacía lo que quería". Y así era como conseguía tener tantos enemigos y recelos, por su forma de ser. No se llevaba bien con Loroño. Pero su mayor enemigo era Bernardo Ruíz, el pipas.

El valenciano, que había sido tercero en el Tour de 1952, era ya mayorcito cuando irrumpieron Bahamontes y Loroño. Su enemistad con el toledano le hizo acercarse a la amistad con Loroño. Lo que comenzó como una competitividad extraña se convirtió en enemistad exagerada, sobretodo después de que accediese a la presidencia de la UVE(unión velocipédica Española) Luis Puig, amigo de Bernardo y por tanto, enemigo de Bahamontes. Fede no aguantaba nada que viniese de Valencia, desconfiaba. Decía que Ruíz le tenía "envidia malsana, porque él ya es mayor y no ha conseguido nunca mis éxitos". Desde muy pronto se llevaron mal. Y es que en parte la gran fama que acaparó Bahamontes tras el Tour de Francia de 1954 no sentó bien a muchos ciclistas que veían eclipsadas sus trayectorias por ese héroe emergente que el patrón de la ronda francesa, Jacques Goddet, había bautizado como "el águila de Toledo". Había sido aclamado a su llegada a España, casi como si el Tour lo hubiese ganado él. La gesta del año anterior de Loroño se había quedado en nada gracias al empuje de un ciclista al que nadie podía seguir subiendo. Así, la temporada de 1955 tenía que ser la del despegue definitivo. Y comienza bien, con una gran victoria en la prestigiosa subida al Mont Faron, batiendo además el récord de tiempo en la escalada por 11 segundos.

Se prepara para la Vuelta a España, que se re-organiza tras 5 años parada. En un entrenamiento por el puerto de los Leones, le ocurre una de sus más conocidas anécdotas. Mientras sube por las rampas de la carretera madrileña le observa en su esfuerzo un obrero que ni corto ni perezoso, sin reconocerlo le grita: "¡Anda macho, que como te coja Bahamontes!". Fede no respondió pero se fue riendo un ratillo hasta la cima. Fue en la cima del Jaizkibel ya en la vuelta donde todo se volvió negro para el toledano. Un intenso dolor le mermó sus posibilidades cuando iba escapado en solitario. Terminó dolorido y vigesimoprimero la ronda, después de caerse camino de Valladolid tras romper el manillar de su bicicleta y tener que continuar con la de un espectador. Las luchas intestinas entre la selección española hacen mucho más sencilla la victoria de Jean Dotto para el equipo francés. Pese a que Fede se recupera y gana en la Vuelta a los puertos y la Vuelta a Asturias, increiblemente no es seleccionado para el Tour, y tampoco lo será para el campeonato del Mundo, algo que nunca entendió el ciclista toledano, que lo achacaba a las malas relaciones con sus compañeros y a su mala clasificación en la Vuelta. Termina el año con dos victorias de etapa y la general de la montaña en la Volta a Catalunya, una importante dosis de moral tras una campaña "marcada por tanta injusticia" como él mismo dijo.

Para el año 1956 ficha por el todopoderoso Faema, de Charly Gaul, con el que correrá el Giro. El director no es ni más ni menos que uno de los campeonissimi italianos, Costante Girardengo. Las cosas no fueron mal para el español, que dominó junto a su compañero luxemburgués las cimas de los apeninos y no marchaba mal clasificado en la general hasta la penúltima etapa, la mítica etapa del Bondone donde con -10Cº se imponía el ángel de las montañas con 8 minutos de ventaja sobre sus perseguidores bajo una intensa ventisca. Bahamontes tuvo que abandonar, no sin antes de acusar a Girardengo de "haberme dejado sólo totalmente en la subida final". En abril también había tenido problemas en la Vuelta pese a que el director de la selección, Luis Puig, perjuraba que "las tiranteces habían acabado". Y se demostró que era falso. Los ataques y contraataques entre Loroño, Bahamontes y Ruiz hicieron que la victoria final pasase a manos de Angelo Coterno para Italia. Bahamontes, que finalmente fue 4º, además cedió el maillot de la montaña a Nino Defillippis, tras una última etapa en la que cedió el podio por problemas mecánicos. En el Tour se repone, queda 4º en la general en uno de los Tours más extraños de la historia. Gana un desconocido, Roger Walkoviak, que gracias a dos escapadas consentidas consigue un cochón de minutos que nadie es capaz de remontar. Bahamontes es el primero de los favoritos, y demuestra que puede optar a algo más que un premio de la montaña que se lleva Charly Gaul.

1957 será el año de mayor estruendo de la rivalidad entre Bahamontes, Loroño, Ruiz y Luis Puig. Bernardo Ruíz decía: "Bahamontes pudo haber ganado seguro una Vuelta a España, la que él dice que le hicimos la puñeta, la que ganó Loroño en el 57. Pero es que dentro del equipo tenía muchos enemigos, no nos fiábamos de él porque era un irresponsable, en cualquier momento era capaz de dar la espantada por cualquier circunstancia". Y se la armaron, con el director del equipo nacional Luis Puig como cabecilla. Bahamontes se puso hasta en dos ocasiones líder. Hasta que en la etapa que terminaba en Tortosa se movieron todas las piezas. Ruíz convenció a Loroño de que el rival era Bahamontes, y ambos atacaron junto con otros ciclistas. Fede, al ver aquello, intentó arrancar. Allí apareció el coche de Luis Puig, que le dijo "¿a dónde vas Federico?". Bahamontes le contesta: "a por ésos, ¿no ve que puedo perder el liderato?". Puig le dijo que les dejase, que Loroño era el mejor colocado. Bahamontes intentó salir tras ellos de todas formas. Puig se puso delante con el coche, zigzagueó. Casi se parte la crisma Fede. Cuando iba a volver a intentarlo fueron sus compañeros de selección Galdeano y Barrutia, amigos de Loroño, los que le agarraron del culotte para que no se pudiese marchar. Loroño llegó en cabeza y se puso líder de una Vuelta que acabaría ganando.

Esa tarde, en el hotel de la selección Bahamontes no paraba de hablar... que si me han robado la vuelta, que si Loroño es un ladrón, que si un sinvergüenza... tanto cansó que Loroño le agarró de la pechera y le dijo "¿pasa algo?". Bahamontes corrió como un niño hacia su habitación. Esa noche no quería salir de allí ni para cenar "no salgo, que Loroño me quiere pegar". Bahamontes en todo caso había aprendido la lección: tenía que hacer lo posible para deshacerse de Luis Puig en la selección. Y en el Tour montó su teatro. Ya en la cuarta etapa, intentando proveerse de agua Fede recibe un botellazo en la cara que le deja un moratón en el ojo. Prosigue la carrera, y llega a los vosgos con 25 minutos de retraso sobre el primer liderato de Jacques Anquetil. Es una etapa de constante sube y baja, parece que el dolor ha remitido, se ve a un Bahamontes con ganas, se pone de pie, parece que va a atacar... y de repente se detiene. Se para, se quita las zapatillas y el reloj. Nadie se lo puede creer. Goddet le anima a que siga. Aparece el coche de Puig y se quedan esperándolo Carmelo Morales(al que le hacían esa típica rima "corre, Morales...¡no puedo con los pedales!") y Ferraz. Le intentan poner de pie, pero Fede se revuelve, se tira al suelo, lucha. le dicen "¡hazlo por tu madre Federico, por Fermina, por España, por Franco!", nada. Todos son negativas. Bahamontes se señala un pliegue del codo, donde ese día le habían puesto una inyección de calcio. Dice que le duele. Puig lo explica: "esta mañana le he puesto una inyección de calcio y una gota se ha salido fuera de la vena. Eso produce un dolor, un dolor pequeñísimo, pero se ha quejado como si le estuviera cortando un brazo, me ha dicho que si después le seguía doliendo que se retiraría". Y así fue, Fede esperó al coche escoba y se retiró del Tour. Antes Luis Puig le gritó: "Huye Federico, Cuando te pongas los pantalones largos te saldrán tetas y empezarás a dar leche". En todo caso, ese incidente le costó el cargo al valenciano, que volvió a los despachos. El próximo seleccionador nacional sería Dalmacio Langarica, amigo personal... de Jesús Loroño.

Con Loroño termina la temporada con un duelo en la Volta. Pero un día aciago, en el que pincha en hasta 4 ocasiones le deja sin victoria final y se la regala a Loroño. Ese día, todo el Mobilvette, su nuevo equipo se dejan caer para que Federico intente enlazar sin problemas. Pero una vez llegan sus compañeros, el toledano ataca e impone un ritmo que no pueden seguir sus gregarios, que acaban llegando fuera de control. Ese fue uno de los grandes problemas de Federico. Lo sigue siendo. Nunca reconoció el trabajo de sus "domésticos" ni tampoco jamás supo hacer de líder para su equipo. Siempre se ha quejado de que nadie le ayudaba y no es cierto. Ni en sus equipos ni en la selección, sobretodo a partir de 1958. Ese año vuelve a ocurrir una lucha intestina en la Vuelta, donde Loroño y Bahamontes se atacan sólo cuando uno de los dos está escapado, dejando la victoria en bandeja de nuevo a un francés, Jean Stablinski. Al Tour no irá Loroño. El seleccionador es Langarica, amigo íntimo, pero anuncia una lista en la madrileña calle del barquillo donde el únicos líder es Bahamontes. El vasco le pide al menos "libertad para las etapas de montaña". Al negárselo el seleccionador, le dice que le borre de la lista, y Dalmacio así lo hace. En estas que unos amigos de Loroño estaban acompañándole y al ver esta discusión se abalanzan sobre Langarica. Uno de ellos sale sin camisa, al seleccionador le han arrancado la corbata tras una espectacular pelea. Bahamontes no dice nada. Será el líder.

En ese mismo Giro termina entre los 20 primeros, pero sólo su mala pericia a la hora de descender le impide llegar más alto. En el Tour brilla. Se ha puesto entre ceja y ceja pasar por delante todos los puertos pirenaicos, y lo consigue. Vence en dos etapas y termina octavo y líder de la montaña, apartado del podio tras perder 29 minutos en otra galopada mágica de Charly Gaul camino de Aix les bains con 150 kilómetros en solitario bajo una intensísima lluvia. El luxemburgués, primer escalador puro en vencer en el Tour de Francia, demuestra con esa victoria que conseguir el maillot amarillo puede estar al alcance de otros escaladores de su categoría, como lo es Federico Martín Bahamontes. El español, sólo tendrá que esperar un año para ver como él personalmente se corona en París.


continuará...hacia la última parte.