martes, 23 de diciembre de 2008

Feliz Navidad(y reflexión)


Quería aprovechar este espacio(y en este tiempo) para felicitar las fiestas de Navidad(cada uno tal cual la tome, ya que estas fiestas representan, en general, un tiempo más de asueto que de percepción religiosa) a todos los lectores habituales y a todos los que lo sean menos, agradeciendo su apoyo y lectura, así como desearos lo mejor para el nuevo año que está a punto de entrar. Pero después de leer ésto, quiero hacer una pequeña reflexión.


Me hace ciertamente bastante gracia cuando se relativizan(o se intenta) disciplinas, periodos históricos comunes o específicos, etc. intentando llegar a una máxima, que casi siempre suele ser interesada y equivocada(y es algo que hacemos habitualmente, me incluyo). El poso de ese artículo, de uno de los periodistas que mejor han escrito sobre la historia ciclista(en libros sobretodo), que mitifica de manera casi-sobrehumana la figura de Alberto Contador, sólo puede calificarse como ridículo. El "Mesías" del ciclismo. Parece mentira que un periodista que tanto y tan bien conoce la historia de este deporte, tanto en lo bueno, como en lo malo, caiga en ese triste y manido punto de vista, tan sacado de contexto como innecesario. En el ciclismo no existen unos Larry Bird+Magic Johnson que sacasen las castañas del fuego de la NBA allá por los años 80, tampoco un Wayne Gretzky que revitalizara el hockey sobre hielo no sólo en su Canadá natal sino reproduciéndolo por Estados Unidos, ni un Alfredo Di Stéfano que cambiase las tornas para siempre, que es lo que podríamos llamar un verdadero salvador, un verdadero punto de inflexión.

Las características tan especiales del ciclismo, que en su historia ha enraizado siempre los mitos y los momentos legendarios de una manera tan formal y pétrea, no deja lugar a dudas en cuanto a que su mito se construye con la unión, no con la diferenciación, tampoco sacando de contexto las situaciones. Eddy Merckx no puede catalogarse como un salvador, ni Bernard Hinault, ni Federico Bahamontes, ni Pedro Delgado, ni Henry Pelissier, ni Gino Bartali, ni Fausto Coppi(con el que compara, en otro ejercicio equivocado, en el artículo), ni Bernard Thevenet, ni Jacques Anquetil, aunque cada uno en su momento fueran catalogados como "salvadores" de algo, como referencia por encima del resto en cuanto a acciones más allá del propio significado deportivo. Hacerlo hoy, en el ciclismo de hoy, de pensamiento volátil y palmarés hueco, no es más que un ejercicio interesado y risible. Ni siquiera a nivel nacional, donde premian el resultadismo y el oportunismo, dentro de la prensa deportiva. Hace un flaco favor incluso al deportista, al que sobre-identifica con un período del deporte del ciclismo en franca decadencia. ése es el quid de la cuestión: antes de Alberto Contador, el ciclismo era resultadismo(Armstrong, las bielas de Casero) dopaje(escándalo Festina, Cofidis) y palmareses huecos que cambian de dueño en relación a los positivos detectados(Giro de Italia 1999), el ciclismo de 2008 y 2009 es resultadismo(Cadel Evans, Alejandro Valverde, Christian Vandevelde), dopaje(Saunier Duval, Bernhard Kohl...) y palmareses huecos que cambian de dueño en relación a los positivos detectados(Ricardo Riccó, Leonardo Piepoli...). Ciertamente, para ser un salvador no sé realmente qué es lo que ha cambiado.

miércoles, 10 de diciembre de 2008

Diferentes formas de pasar el invierno


Es curioso cómo cambian los tiempos, cada vez más rápido y hacia un futuro siempre más sencillo pero al fin y al cabo más elaborado, más tecnología, más necesidades. El ciclismo no es una excepción, y a las ya conocidas mejoras en los materiales, en las formas de preparación al milímetro, incluso en las prácticas prohibidas, se une la cada vez más complicada preparación invernal, que cada cual diseña en relación a las necesidades para el año siguiente. Es curioso que en un ciclismo en el que cada vez más se premia el ahorro de esfuerzos, el correr las menos competiciones posibles, el ir poquito a poco no sea que nos pasemos, los entrenos parece que cada vez empiezan antes, en lugares cada vez más exóticos(para el ciclismo) y más alejados de las carreteras que comenzarán a recorrer en Febrero, algunos de los que ya están pedaleando...¡en Diciembre!. Los entrenos son como penalidades que el corredor en mayor medida se auto-impone, ya sean más duros, menos intensivos, en series, etc. Pero lo que está de moda son las concentraciones para todo. Antes del Invierno, antes de comenzar en Febrero, antes de las grandes competiciones(Giro de Italia, Tour de Francia, Vuelta a España), para inspeccionar todo tipo de carreteras, puertos, pavés, formas, volúmenes de oxígeno, niveles de hematocrito... buscar la excelencia en cada vez mayor grado de tecnología.


Parece de grado general, al menos entre los grandes equipos, que las concentraciones se hagan en un tipo de lugar específico, con casi todos o todos los ciclistas disponibles, sean cuales sean sus objetivos de la temporada. No importa si lo que buscas es las clásicas de Abril o la mejor forma en el Tour de Francia, estas concentraciones parece ser que sirven. O eso dicen. Nos es extraño ver al Astaná en acción a principios ya de Diciembre, paseando sus estrellas por las Islas Canarias. El mundillo se extraña de que estén en acción ahora, ya. Sinceramente, lo que más me extraña es sin duda las formas. Porque lo de competir en los meses invernales se hizo siempre, pero de otras maneras. La mejor y más habitual entre los grandes rodadores, ir al velódromo y darse unas cuantas vueltas a la pista... o toda la noche, en las diferentes modalidades de competición que se fueron estipulando, a saber, puntuación, madison, scratch, tras moto... Los famosos "6 días" que fueron poblando las mejores ciudades europeas que contaban con un velódromo en condiciones, desde Octubre hasta Febrero del año siguiente. Premios en metálico y tan sólo por participar, y grandísimos especialistas, entre los que también estaban corredores profesionales de la carretera.


Entre ellos destacan 2 corredores: Patrick Sercu y Rick Van Steenbergen. El primero, nacido en Roeselare, tiene el récord de victorias absoluto en competiciones de 6 días, con 88. No sólo eso, fue campeón en los Juegos Olímpicos de 1964, así como campeón del Mundo en sprint en 2 ocasiones. Es una leyenda del ciclismo en pista, y en la actualidad dirige una de las competiciones más prestigiosas que siguen vivas en el calendario, los 6 días de Gante, donde tristemente perdió la vida Isaac Gálvez, y donde Sercu se coronó en 11 ocasiones. Por supuesto es también muy conocido por ser pareja habitual en la pista de Eddy Merckx, que hasta su accidente, en el que casi pierde la vida en una competición tras moto, era un habitual de los velódromos, corriendo habitualmente en ellos como preparación para los meses de primavera y verano. Como corredor de carretera se confirmó como un gran velocista, con gran capacidad en el llano, por eso consiguió portar el maillot verde de la regularidad del Tour en 1974, el último ganado por Merckx, portando los colores de uno de sus rivales, el Brooklyn de Roger de Vlaeminck. Consiguió un total de 6 etapas en el Tour de Francia, más 7 en el Giro de Italia, así como la Kuurne-Bruselas-Kuurne.


El caso de Van Steenbergen es aún más sonado. Es una leyenda tanto en la pista como en el asfalto de la carretera. En carretera ya hemos comentado algunas de sus grandes victorias, como las 2 victorias en de Ronde y París-Roubaix, así como en Milán San Remo, amén de etapas en las 3 grandes(15 en el Giro de Italia siendo 2º en 1951 en la clasificación general) así como por supuesto sus 3 entorchardos en el Campeonato del Mundo de ruta. Su palmarés en la pista no es mucho menos espectacular, pues algunos cifran sus victorias entre critériums, 6 días y otras pruebas en más de un millar, destacando sus 8 victorias en los 6 días de Bruselas. A parte de estos dos célebres corredores, otros muchos se batieron el cobre en las pistas como aperitivo a las competiciones. Por supuesto Eddy Merckx, pero también Rick Van Looy, Urs Freuler, Didi Thurau, Francesco Moser o Rudi Altig, en unas competiciones que, desde su primer evento en Londres en 1878, han calado muy hondo sobretodo en la cultura popular centroeuropea, siendo Alemania y Bélgica los reductos más importantes en la actualidad(Gante, Berlín, Bremen, Hasselt), sin menospreciar por supuesto a Italia, con los importantísimos aunque ya extintos 6 días de Milán(en el mítico velódromo de Vigorelli) o los actuales en Turín.


Pocos son los ciclistas de élite que mantienen viva la llama de los velódromos, el más reconocido sin duda Erik Zabel, uno de los grandes campeones alemanes de la especialidad junto a los ya citados Thurau o Altig, así como Klaus Bugdahl, Heinz Vopel o Rolf Aldag, pese a que la cultura del ciclismo en pista sigue muy viva también en el Reino Unido, con una generación impresionante en la actualidad. Desde luego no es nuevo pasarse el invierno compitiendo, o al menos pedaleando, que es en lo poco que tienen que ver estos ejemplos con los viajes a Sudáfrica, Canarias o al Caribe de los equipos en la actualidad, pasando los días de entreno(independientemente de la dureza de éste) en playas soleadas y temperaturas envidiables, donde también se aprovecha a la imagen corporativa, fichajes, palabras a la prensa... Es la comercialidad llevada a lo más básico del ciclismo, precisamente en el momento menos comercial del ciclismo en sus ya largos años de historia. Sin duda curiosa ironía.

martes, 2 de diciembre de 2008

Y tras el séptimo Tour...¡regresó!


Sinceramente, no comprendo qué se le puede pasar a un deportista de gran fama por la cabeza cuando después de haber logrado significar todo en un deporte, haberse retirado con honores(en algunos casos cuanto menos "dudosos" pero siempre se dota de cierto honor la ida de un campeón) y haber, supuestamente, colmado su ambición en las competiciones, decide volver a competir después de un cierto tiempo parado. Poner en juego las aspiraciones, ese halo místico del campeón que se marchó impoluto dejando un rastro de tiranía por donde pasaba. ¿Necesidad de reconocimiento, de aquello de "estar en el candelero"? ¿extrañar la vida de deportista, de halagos, obligaciones y prensa? ¿darse un baño de multitudes final? ¿demostrar a los demás su imposibilidad incluso con ventaja? ¿necesidad de dinero tras un tiempo de despilfarro? Viendo estos interrogantes, podríamos justificar las vueltas de muchos deportistas que por uno u otro motivo decidieron que podían volver a ser importantes compitiendo de nuevo, a saber, jugadores de baloncesto, hockey hielo, y por supuesto boxeadores. Pero volver a un mundo que se hunde a cada paso es poco justificable por muy superior que creas ser.

Pero a Lance Armstrong, el del medio de la foto principal(no confundir con los otros dos, estrellas de cine) todo eso no parece importarle. No parece importarle nadar contra-corriente, no en vano lleva haciéndolo durante toda su vida deportiva: primero siendo ciclista en un país sin tradición ninguna(todos los norteamericanos ciclistas solían estar europeizados) dejando de lado el triatlón, después luchando por su vida contra una letal enfermedad, desembocando en un triunfo rotundo personal y profesional, con una vuelta inmejorable y batiendo todos los registros en el palmarés del Tour de Francia, con 7 ediciones consecutivas. Eso sin olvidarnos de que en su vuelta, se enfrentó a todos: estamentos ciclistas, acusaciones de dopaje, afición, incluso con el resquemor obvio contra el Cofidis, su único equipo europeo. Su legado: la última vuelta de tuerca de la especialización en el calendario del ciclismo, que había dejado medio-colocada en su momento Miguel Induráin. Como buen norteamericano, que no cansaba de dejar claro en cada ocasión propicia, utilizó el pragmatismo para incidir personalmente(que no para el mundo ciclista en general) en la cultura deportiva de su país. El héroe americano, pasó de la enfermedad mortal a poner de rodillas a una estructura deportiva ajena, desconocida, pero europea, qué demonios, pasando además por encima de todas las dificultades, como acabamos de ver.

Ese legado, que muchos más que despreciar, temen, vuelve a colación de su anuncio de vuelta a las carreteras. Ya hubo un conato en su momento, que acabó en nada. Ahora parece que va en serio. Todo un paripé que está impregnando a todo el mundo ciclista, sobretodo a sus hombres de confianza. Y despertando ampollas en sus enemigos, que son muchos y muy variados. Si hay algo que sabemos no ha aprendido el texano en estos años de retiro es sin duda la discreción. Todo está siendo pormenorizadamente teatral, cada paso es un extra hacia el final más peliculero que pueda ser. El héroe contra los elementos, esta vez incluso en sí mismo, ante sus limitaciones que le pueda dar su propio organismo. Todo en contra, como siempre ¿mismo resultado? No sabemos. Lo que no se puede pasar por alto es el tono redentor de sus declaraciones, de sus intenciones, de los pasos que parece seguirá en este próximo 2009. Correrá desde el Down Under, pasando por el Giro de Italia hasta terminar en el Tour de Francia, luego ya veremos. Con una especie de "respeto a las formas"(sobretodo en el tema del Giro) que resulta innecesario, no en vano Lance Armstrong siempre ha sido un corredor que le ha dado exactamente igual la idiosincrasia(tanto la positiva como la negativa) del ciclismo. Siempre ha pretendido estar por encima.

Y no sólo eso, lo ha conseguido. Y ha creado unas formas muy evidentes e identificables de lograr no sólo los triunfos, sino en la propia forma de trabajar. Equipo 100% disciplinado, 100% a punto siempre. Deshechar absolutamente las llamadas centenariamente sensaciones del ciclista, rendimiento siempre controlado para los momentos y lugares justos, sólo cambiables por ataques de orgullo personal, el auténtico pecado capital del norteamericano. El man-machine de Kraftwerk elevado al mundo ciclista. El control férreo y feroz de las condiciones para lograr conseguir lo que nunca se pudo: asegurar(o casi) el resultado de una competición de manera positiva. Así fueron 7 años, donde la afición en Europa se desencantaba y en EE UU crecía... por él. Y así tenía que ser. Sus rivales están muertos, en sentido figurado. Rumsas, Beloki, Rasmussen, Vinokourov, Pantani, Botero, Basso, Ullrich... todos están en la leonera, de una u otra manera. Pero él vuelve a la competición después de 4 años. Esta última pirueta le puede dejar tocado para la opinión deportiva de una manera definitiva, si pierde. Si gana, el odio contra él se acentuará en el mundo del ciclismo, y conseguirá su objetivo: notoriedad en los dos ámbitos: deportivo-espectáculo. Parece ser que salir solo en las noticias de corazón no le llenaba. Veremos si ganar un 8º le calma definitivamente hacia esos "nuevos negocios", o tenemos que irle colocando en la salida del Tour de Francia de 2016.

sábado, 27 de septiembre de 2008

El adiós de Erik Zabel


Este domingo será la última gran carrera de Erik Zabel, un corredor de 38 años que tras 16 años encima de la bicicleta de manera profesional, ha dedido poner punto y final a su periplo profesional. En una competición en la que ha dado al palo una y otra vez, el Mundial de Ruta, sobretodo en los últimos años, cuando su punta de velocidad se vio mermada, pero su oficio y su inteligencia le mantenían en las primeras plazas en las volattas. En un Mundial que, a priori, parece bastante asequible, seguro que veremos los colores de su maillot delante, sino para ganar al menos para distinguirle en el loco mundo de los hombres rápidos, de aquellos que se juegan la gloria en 300 metros a altas velocidades y sin posibilidad de fallar. Donde precisamente un fallo, o propio o ajeno, te lleva a espantosas calamidades, sino que le pregunten a Laurent Jalabert o a Djamolidine Abdoujaparov. Una suerte que un ilustre segoviano definía así: "Para ser ciclista profesional hay que estar loco, para ser sprinter, hay que estar muy loco". La vida en 200 metros, el trabajo de meses en la potencia final, en esa característica especial de los sprinters de, después de un durísimo trabajo encima de la bicicleta durante muchos kilómetros, poder dar el último fogonazo para levantar los brazos muy cerquita de la línea de meta, en el caso de nuestro protagonista le costó una Milán-San Remo incluso hacerlo a 10 metros de la misma.


Esa capacidad de jugársela a una carta, con el peligro, las caídas, los milímetros que separan los triunfos de las derrotas, o peor, de la sangre y el dolor, hacen de los sprinters una raza absolutamente a parte dentro del ciclismo. Su importante característica les hacen ser extraños, volátiles, y dependiendo de su nacionalidad, fríos, distantes, estrellas, puro glamour, extravagantes. Pero Zabel nunca fue así, pese a enfrentarse a gente del carácter de Laurent Jalabert, de la terquedad de Abdoujaparov, o del vedettismo desaforado de Mario Cipollini. Con éste último comparte seguramente el ser el mejor de su generación. Pero mientras Cipollini era "il vello" con sus pretorianos incansables, hechos y derechos como castillos, Erik Zabel era la profesionalidad hecha corredor, disciplinado, regular, un ejemplo de entrega y trabajo. Por eso cuando llegaba la montaña uno hacía sus maletas con su zurrón de etapas conseguidas, y el otro se mantenía impasible ante los colosos alpinos porque aún quedaba trabajo por hacer. Trabajo. Un trabajo que le ha dado el récord de maillots de la mejor cualidad que tuvo en la carretera: regularidad dentro de su excelencia. 6 maillots verdes del Tour de Francia, una victoria que no cuenta en el palmarés como tal, pero que significa mucho, sobretodo entre esos alocados de los sprints.


Y mientras veíamos crecer a su hijo vestido de verde en el podio del Tour de Francia(desde 1996 ininterrumpidamente hasta su mejor año, el de 2001 donde ganó la Milán-San Remo, la clásica de Hamburgo, 3 etapas en Tour, Vuelta a España y Alemania, así como el otrora prestigioso ránking UCI), el berlinés iba ensanchando una leyenda sin parangón, con letras claras, eficientes, las que han marcado su carrera, visiblemente teutonas. Su punta de velocidad no estaba reñida con ser un ciclista extremadamente resistente, que era capaz de subir pendientes cortas con solvencia, y de los pocos sprinters que no temían el fuera de control en las grandes etapas de montaña de las grandes, donde a veces incluso se escapaba al inicio si había algún sprint bonificado, cualquier punto extra era siempre bienvenido, y eso, para los australianos rápidos, a los que se enfrentó sobretodo a partir de finales de los 90, estaba precisamente bastante alejado de su concepción de "pasar la montaña". Por eso, a su palmarés de etapas ganadas(12 en el Tour de Francia, 8 en la Vuelta a España) se le añade la clasificación de la desaparecida copa del Mundo, una Amstel Gold Race, una clásica de Hamburgo, 3 ediciones de la clásica de los sprinters(París-Tours) y nada menos que 4 ediciones de la classicíssima, la Milán-San Remo, donde solo le superan Merckx(7) y Girardengo(6), igualando con "il vecchio" Gino Bartali.


Su incansable espíritu de competición, que le ha mantenido en la élite tantos años, incluso cuando su punta de velocidad mermó con claridad, su impresionante ética de trabajo, de la que él mismo se considera un amante de montar en bicicleta, disfrutando como un principiante de cada entreno que realiza, aparte de un espíritu amable y una consideración afable, le hacen sin duda uno de los ciclistas más respetados del ciclismo actual. Un clásico, un corredor sin el que el Tour de Francia pierde uno de sus principales exponentes, en esa primera semana luchando codo con codo con Cipollini, y esas largas mañanas de Julio, de retransmisiones completas de las etapas de montaña, Erik Zabel vistiendo maillot verde muy cerca de la cabeza del pelotón, rodando por valles de bosques frondosos e imponentes ríos camino de la Madeleine, del Galibier. Su sonrisa eterna, que tantas y tantas veces hemos visto, con el maillot rosa, siempre rosa(o verde), y después siendo algo más que un acompañante al sucesor de il bello, Alessandro Petacchi, parecido en casi todo. Ni siquiera el absurdo episodio de 1996, reconocido con insidia muchos años después, ha podido eclipsar la trayectoria de este ciclista. Uno de los más grandes sprinters de la historia, y no por tamaño precisamente, ni por la fez pétrea de sus muslos de acero, sino por su trabajo, su clase y su entrega. Hasta siempre Erik, contigo se va finalmente una gran generación de hombres rápidos.

lunes, 15 de septiembre de 2008

Cuando ganar no es ético...


...y no tiene nada que ver con el dopaje. Y se podría haber terminado los tres puntos con ...y es un "peligro", porque tal y como lo tratan algunos, como Álvaro Pino, o el iluminado que ha escrito ésto, parece como si hubieran contratado al tipo que le pegó el puñetazo en el Puy de Dome'75 a Eddy Merckx para vencerles en mala lid. El ciclismo tiene estas cosas, que se defienda en el mismo párrafo la ética con el pactar un resultado, la ya centenaria técnica del apaño, "para tí la etapa para mí la general", que tanto, tanto daño ha hecho a la competición deportiva, que ha producido escandalosos episodios y que hoy en día todavía algunos siguen creyendo como la buena política para correr en el ciclismo, implorando al sumo bienhacedor, Miguel Induráin que, según algunos, se hizo grande por...¡dejar ganar a otros!. Luego, bochornosos episodios de la historia del deporte, como el que acabó con la Juventus de Turín en segunda división parecen ser monstruosos para los mismos que desvirtúan sin pensar la competición deportiva que, pese a todo, sigue siendo la competición ciclista. El apaño de unos no es lo mismo que el de otros, que se enfadan cuando no entran en la trampa apelando a la ética.


Pues a mí eso me parece una paradoja, ética y trampa en un mismo significado, en una misma corriente inexplicable que muchos confortan y justifican con la tradición, ese ente que se olvida en muchas cosas buenas que dota a la memoria pero que se desgasta en otras situaciones, como ésta, uno de los peores defectos del ciclismo. Me viene a la cabeza el otro defecto sistemático del ciclismo(y de otros deportes, por supuesto) que también suele justificarse por lo mismo, por la tradición, creo que sabemos todos a lo que me refiero. Tergiversando incluso en ese escrito se llega a decir que el ganador, Alberto Contador Velasco, el corredor que cruzó la meta en primer lugar, el deportista que realizó su recorrido en menos tiempo, es un Dios menor por ganar de esa manera. Como si hubiera dejado ganar al corredor en cuestión, el modesto Ezequiel Mosquera, fuera un Dios Mayor, revolviendo al ejemplo ilusorio de Miguel Induráin. Lo peor de todo ésto es que muchos verdaderos aficionados al ciclismo pensarán lo mismo, y aplaudirán sin embargo a otros muchísimos chuparruedas que ganan de la misma manera, pero no en una etapa como ésta. Me vienen infinidad de ejemplos, y en estas últimas victorias a todo ritmo de los españoles en todo tipo de carreras más en particular.


La competición es la competición, y el mejor sitio es para el que gana. Afortunadamente en el ciclismo las cosas no son estrictamente así, y los grandes esfuerzos, aunque sin premio, no suelen quedar sin reconocimiento, aunque sea el efímero del aplauso o la ola que pida el comentarista de turno. Así, algunos corredores han sido aclamados, y respetados, por precisamente no ganar, pero intentarlo con todas sus fuerzas, a veces, como en el caso de Raymond Poulidor, mucho más que otros ciclistas que sí ganaron. Ejemplos, muchos, como el del desaparecido Marco Pantani contra Lance Armstrong tras el desplante en el Mont Ventoux, que no sirvió al italiano pero que muchos recuerdan. O el último de Hinault, que no venció pero que atacó en todas partes, como el propio Zoetemelk unos años antes. No ganaron, pero su recuerdo aún perdura, seguramente por encima de ganadores eventuales de algunas pruebas que sí, figuran en un palmarés, pero no en la retina de los aficionados, esa que se va pasando de generación en generación y termina en mito, en leyenda. En un deporte en el que el ganador no es el todo de la ecuación, el propio apaño es el que acaba con la esencia, aunque los objetivos se diversifiquen. Por eso apelar al apaño es una forma patética de evaluar tu propia grandeza, te anula para el recuerdo.


Y poner el ejemplo de Miguel Induráin es un error, no una justificación. Cada uno corre como quiere, como le parece. Así como unos se ponen de pie en los ascensos, otros suelen hacerlos sentados. Pero una cosa no quita a la otra. Personalmente prefiero ver una etapa como la de ayer que el lamentable papelón de Jens Voigt y Juanma Gárate en el Giro de Italia de 2006 en el Passo di San Pellegrino, donde al alemán le faltó bajarse de la bicicleta para dejar ganar al español. Eso no es competición, y competición es lo que es el ciclismo profesional, no precisamente darse una vuelta por los alrededores del extrarradio de la ciudad de turno en un carril-bici pintado de rojo. Muchas veces se olvida. Mentando al navarro, casi siempre. Como ejemplo de deportividad(¿?) y de caballerosidad. Será ahora. Mayores caballeros que hubo en su momento en el ciclismo no los hay desde hace 20 años, ellos eran caballeros fuera de la carretera, con un respeto y unas maneras esquisitas, pero en el asfalto eran ciclistas, en el mayor sentido de la palabra, profesionales, y luchaban por todo por todos los medios, sin esperar en caídas, sin esperar en pinchazos, sin respetar la orina de un líder. Y no por ello algunos dejaron de convertirse en leyendas.


El apaño es más antiguo que el propio ciclismo, pero la competición también, por eso es un error apelar a la tradición, porque como tradición de competición pocos ejemplos hay como el ciclismo. Y si no se apela a la historia, se amenaza: "Que estén tranquilos porque los pobres también sabemos hacer daño aunque no podamos ganar" decía Alvaro Pino ayer. Su obligación como equipo es hacerlo lo mejor posible, no ayudar en otros tejemanejes porque te han dejado ganar en una etapa. No sólo se intenta el apaño, sino que si hubiera habido apaño, después hubiera vuelto a apañar para no hacer pupa a los bienhechores. Parece mentira que estas cosas no sean motivo de multas y sin embargo se saquen de contexto otras muchas cosas de este deporte. Bien es cierto que el chuparruedismo no es una práctica correcta, muy extendida en el ciclismo actual además, pero muchos sólo la tienen en cuenta cuando les parece. Muchas otras veces se produce sin necesidad de acabar con apaños y nadie dice nada, todos tan contentos con el ganador. Habrá que recordar simplemente que Eddy Merckx es el verdadero Dios Mayor del ciclismo(aunque sea una expresión torpe y basta), y muy pocas veces(una Paris-Tours a Basso aunque realmente hizo de lanzador) o ninguna dejó que los demás se llevasen su parte, porque el ganaba lo que podía, sin importar el desarrollo en la carretera, para eso era un profesional.

viernes, 5 de septiembre de 2008

La Vuelta, mejor en Septiembre


Este invierno llegaron rumores sobre una de las pocas razones que hacen de la Vuelta una de las 3 grandes carreras ciclistas del calendario internacional: parece ser que a alguien se le había ocurrido que podría volver a su tradicional fecha, finales de Abril principios de Mayo. Digo tradicional porque la Vuelta por correrse se ha corrido hasta en Julio, por ejemplo en esas desfallecidas ediciones que venció el nunca valorado Julián Berrendero, el negro de ojos azules, uno de los más grandes corredores españoles de la historia(que por temas más extradeportivos que ciclistas, ha dado con sus huesos en un cierto e inmerecido olvido), en 1941 y 1942, en esos caminos de cabras que eran las carreteras españolas de la época encima lastradas por la acción de los bombardeos y la reciente Guerra Civil, en dos ediciones marca de la casa, con apenas 35-40 ciclistas en la línea de salida. Y es que si de algo ha adolecido siempre la carrera española ha sido de una organización bastante pobre, tanto en personalidad como en el simple tema económico, en parte gracias a una iniciativa privada francamente baja.


Y es que la Vuelta a España sigue buscando una identidad que aún, después de 62 ediciones(sin contar con la de este año), no ha encontrado en ninguna época, tan sólo destellos particulares en ediciones concretas. Desde sus períodos de no-organización(en ocasiones por guerras y pobreza general, a partir de 1950 por desgana absoluta como cuando el diario Ya renunció a volver a organizarla desde 1950 a 1955, año en el que El Correo le dio por fin el empujón necesario para considerarse una carrera seria) hasta las chapuzas organizativas de los famosos conos en carreteras semi-cortadas o las carreteras y pasos medio-hechos sin señalizar, ha ocurrido de todo, incluso pucherazos y situaciones absolutamente rocambolescas(como el positivo general de la vuelta de Arroyo de 1982 de Metilfenidato). Este bagaje histórico sin lugar a dudas no le genera los réditos de los que disfrutan principalmente Tour de Francia y Giro de Italia, que bajo ese manto mítico de su historia y de sus períodos mágicos, como centro de atención mundial en su momento, pueden esconder ciertas carencias en su desarrollo.


La Vuelta por lo tanto ha vivido de momentos puntuales, de que algunos de los grandes, como Merckx en 1973, Hinault o los grandes sprinters como Van Looy, vinieran bajo la premisa de mucho dinero de antemano(en el caso de Merckx la mitad del presupuesto) y de recorridos a la carta para brillar sin oposición, renunciando a otros objetivos, y las ganas de correr en una de las 3 grandes(más por peso específico del país y de ser una vuelta de 3 semanas, que por prestigio real) de algunos corredores sin necesidad de pasar por las selecciones del Tour o el peculiar estilo del Giro. El problema del dinero, que evidentemente hacía menos atractiva la ronda a los más grandes salvo en casos especiales, siempre fue una constante, y la sensación de que en algún momento volvería a tener problemas para organizarse también, sobretodo el año en que Unipublic se hizo con las riendas, en 1979, pasando momentos angustiosos tras la salida del El Correo. La organización, siempre lastrada por ese punto, ha adolecido de la necesaria tranquilidad para poder hacer las cosas de la mejor manera, a veces inventando fórmulas absolutamente irrisorias de forma voluntaria, como los torpes recorridos de finales de los 90, más parecidos a una vuelta de una semana de Febrero que de una Vuelta de 3 semanas.


La necesidad de la innovación, sin contar con una base previa de tradición, ha sido la piedra angular estos últimos años, con cambios en los organigramas técnicos de la Vuelta. Ese tema, de por sí ya tocado de la herencia, no hace mucho en favor del prestigio de la ronda española, más si los recorridos dependen, cada vez más, de los falsos santuarios creados a vuela pluma para la renovación de imagen, como el Angliru, el múltiple uso de Abantos, Xorret de Catí o La Pandera. Si unimos ese punto negativo de la organización, con el negativo de una historia muy reducida en relación no sólo a otras grandes vueltas de 3 semanas, sino incluso con clásicas y carreras cortas, hacen un lúgubre horizonte para la Vuelta. Pero hay un resquicio que cada vez más rescata a la Vuelta del abismo: la excelente participación. Mas allá de los españoles, algunos más o menos centrados(y algunos de infausto recuerdo cuál robots en las despiadadas y despobladas autovías meseteñas), la cercanía del Mundial, y la diferencia con las otras grandes le lleva siempre a un variopinto grupo de rebotados que sucumbieron en el Tour, clasicómanos que buscan el punto para la gran cita, sprinters llegando al último golpe de pedal en su terreno... a veces(y más ahora con la política agresiva del Tour) se pueden ver mejores corredores en las carreteras españolas que en las francesas.


Por éso, porque la excelente participación es un inmenso regalo que recibe la organización sobretodo por el buen puesto que ocupa en el calendario, sería un gravísimo error re-colocarla entre las clásicas y el Giro, en un lugar que encima estaba pendiente del clima en las citas montañosas, con días de perros en jornadas decisivas que apetecían muy poco entre Abril y Mayo. En la búsqueda por esa identidad no debe olvidar la Vuelta a España que no puede perder lo que realmente nunca ha tenido, ni poner en peligro lo más valioso que hoy en día tiene. La identidad de la Vuelta es un leve trazo que junta momentos puntuales memorables y ediciones olvidadas como palmareses viejos y grises. Sin un entramado social que la apoye, con cunetas vacías sea en el momento del año que sea, con una organización comprada y vendida al mejor postor, sea positivo o negativo para la carrera y de cualquier manera(y en cualquier momento), la Vuelta necesita del colorido y del (ya poco dada la credibilidad del ciclismo) brillo de sus estrellas, sin él, en un mundo ciclista estrujado por el dopaje, el inmovilismo y la falta de inversión, posiblemente no sería viable una ronda desestructurada como la que contamos hoy.



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Por cierto, la idea del maillot rojo, que distinguiese al líder de la prueba y que por fin fuera diferente al amarillo me parece bien. Cuando no tienes tradición que respetar, el cambio siempre es a mejor, porque aunque no salga no pierdes nada.

miércoles, 6 de agosto de 2008

La ofensa del triunfo del modesto: Tour de Francia 1956




Han cambiado muchas cosas en el ciclismo desde 1956, desde ese año en el que la modestia se hizo notoria en la carrera por excelencia de este deporte. Lo que más ha cambiado, sin duda, es la mentalidad. Mientras hoy un campeón es el que queda primero, en 1956 el que ganaba, si no tenía la suficiente grandeza su triunfo, lograba una simple victoria en el palmarés, no era ni un gran campeón, ni un héroe, ni nada. Y la modestia no era una cualidad positiva en el ciclismo de los 50, en esa "edad de oro" del ciclismo que unió a varios de los mayores talentos del mismo en una década, explotando en un mar de hazañas, personalidades particulares y brillo nada más terminar la Segunda Guerra Mundial, si no se le unía la calidad, y el carácter personal definitorio. De manera tajante, un público acostumbrado a paladear la creme de la creme del ciclismo no quería que el brillo y la clase abandonara, aunque fuese momentáneamente, el Olimpo de los ganadores de las grandes pruebas en la temporada, y aún menos en el Tour de Francia siguiente a la gesta del triplete de Louison Bobet que se explicó recientemente, en el que el gran campeón francés no participaría.

A parte del bretón, las ausencias de unos Coppi, Koblet o Kubler en declive, ponía en primera línea de favoritos a jóvenes como Brankart o Gaul, que habían escoltado al francés en el podio del año anterior, a los italianos Gastone Nencini o Nino Defilippis, que habían brillado en carreras de su país pese a su juventud o al local Jean Mallejac, que junto al ya veterano Geminiani o el sprinter André Darrigade capitaneaban al equipo tricouleur francés. Precisamente al equipo titular de Francia era llamado a última hora Gilbert Bauvin, y su hueco en el equipo regional del Nord-Est-Centre lo ocupaba Roger Walkowiak, un trotamundos de ascendencia polaca, que había demostrado cierto talento como cazaetapas, que no destacaba en ningún terreno, pero que podía defenderse en casi todos. La providencia hizo que al final, estos dos corredores que no partían en ninguna apuesta como favoritos(Bauvin era más conocido, había ganado ya etapas en el Tour y había conseguido algún puesto entre los 15 mejores tanto en la grande boucle como en la Vuelta a España) se acabasen disputando la clasificación general tras haberse colado en una escapada-bidón en el final de la primera semana, junto con otro que volvería a ser podio 4 años después, Jan Adriaensens.


Precisamente esos dos factores, la ausencia de un líder sólido que controlase a los rivales, y la escapada de los 18 minutos de la 7ª etapa entre Lorient y Angers, con 31 corredores llegando a meta fugados, fueron los que marcaron el desarrollo de los acontecimientos en ese Tour. Las escapadas se fueron sucediendo, con los habituales rodadores belgas(De Bruyne) y franceses(Darrigade, Hassenforder) tomando victorias y ventajas, y Charly Gaul ganando una durísima contrarreloj en el circuito des Essarts donde Bahamontes era 4º y otros favoritos como Brankart u Ockers escalaban posiciones y demostraban su bun estado de forma. El descalabro de algunos de ellos, en la etapa entre Rouen y Caen, donde Bahamontes llegó a 10 minutos en solitario, y el grupo con Gaul, Brankart, Malléjac o Defilippis a 16, y delante gente como Walkowiak, Nencini, Ockers o Bauvin tan sólo a 2 del ganador, daba pie en la etapa 4 a otra escapada en la etapa 5, donde volvía a meterse Walkowiak aumentando su ventaja sobre los favoritos(el líder, Darrigade, le sacaba en ese momento a él 7) otros 3 minutos más. El Tour estaba enloquecido, las escapadas en los terrenos sinuosos se mantenían y Walkowiak estaba metido en todas. La sexta etapa, donde Fred De Bruyne repetía victoria parcial y Darrigade mantenía el amarillo, volvía a ver un ganador fugado con otros 18 ciclistas, que metían al pelotón principal otros 11 minutos.


Esta escapada, donde no estaba Bauvin, fue clave en el desarrollo de los acontecimientos que se dispararon al día siguiente, el día que se produjo la famosa escapada de 30 corredores con una ventaja final sobre el pelotón de 18 minutos. Walkowiak, que no había pasado del 8º puesto parcial en ninguna de las anteriores escapadas, pero que había entrado en todas, se ponía líder, y protagonizaba esa célebre imagen en la que se abraza llorando al periodista que le pregunta qué siente al ser líder del Tour de Francia. Este 29 añero, que había sido 2º en una Dauphine, lograba su sueño, vestirse de amarillo, ser el héroe por un día. Su carrera mediocre y gris con pocas victorias, ninguna de ellas de gran nombre(sólo tenía una etapa en la Vuelta de ese mismo 1956) por fin tenía un hito relevante. No podía soñar en ese momento con nada más. Bauvin y Adriaenssens se quedaban a 12 y 15 minutos respectivamente, Gaul, Bahamontes y los escaladores a más de 40. Aunque seguían pensando que los escapados que había cobrado tanta ventaja(además del líder estaban Picot, Scodeller o Lauredi que acabó 7º en la general final...) acabarían cediendo como fruta madura.


Eso sí, las escapadas no terminaban, ni los cortes en el pelotón. Uno de ellos lo aprovechaba Bahamontes para recuperar 4 minutos al líder, y 8 le recuperaba Adriaenssens en una etapa que ganaba Miguel Poblet. Dos etapas más tarde Walko perdía el amarillo, en beneficio de Voorting, en otra etapa movida donde al corredor de ascendencia polaca le adelantaban 6 corredores, entre ellos los que le acompañarían en el podio, tras perder el pelotón 14 minutos. Y así se llegaba a los pirineos, donde la etapa del Aubisque sólo aclaraba que esos 3, Walkowiak, Bauvin y Adriaenssens eran los más fuertes de los que habían logrado ventaja escapados. Las siguientes etapas pirenaicas no movieron demasiado la general, sólo demostraron que el corredor más en forma de los "favoritos" era Defilippis, que ganaba 2 de las 3 del trascurso por esa cordillera. El líder en ese momento tras los Pirineos, Adriaenssens, perdía el amarillo en una etapa de transición donde se dejaba 8 minutos, etapa previa a la llegada de los Alpes. Las dos primeras etapas fueron de resultado favorable para Walkowiak, que se ponía 3º en la llegada a Turín donde Defilippis ganaba un sprint de grupo reducido donde se encontraba el francés.


En la etapa siguiente, camino de Grenoble donde subían Cenis, Croix de Fer y Luitel, Gaul atacaba desaforadamente ganando la etapa de manera brillante y Bahamontes seguía reduciendo terreno colocándose a 13 del líder, que volvía a ser Walkowiak, que sólo perdía 8 minutos respecto al luxemburgués, mostrando una regularidad que ya su propio director en carrera, Ducazeaux, le había pedido para intentar batir a sus antiguos compañeros en las fugas de la primera semana, la regularidad sin duda fue la clave de su victoria, sufriendo en los Alpes los ataques sobretodo de Gaul(que acabaría ganando el premio de la montaña), pero también el acercamiento de Bahamontes. Beauvin y Wagtmans perdían demasiado en la cordillera alpina y se veían relegados entre el líder y los primeros en la general de los favoritos, Fede y Defilippis. Ya sólo quedaban la crono y etapas quebradizas, el terreno de Walkowiak. Pero la crono se le hizo inmensa: 73 kilómetros entre St.Etienne y Lyon, donde terminaba el 24º y salvaba el liderato con poco más de un minuto sobre Bauvin y algo más sobre Adriaenssens, que hacían top-6 en la etapa. El Tour de Francia se iba a las vitrinas de un corredor semi-desconocido, que corría para el equipo regional del noreste-centro.


Como diría el patrón del Tour en aquél momento, Jacques Goddet "la ovación del público más pareció una lamentación". En el Parc des Princes nadie estaba entusiasmado por la victoria de ese abigarrado ciclista regular que había leído la carrera, consciente o inconscientemente, mejor que nadie ese año. A base de tesón y esfuerzo, mucho esfuerzo, había logrado mantener su ventaja ante los líderes y aguantar más que sus compañeros en las diversas fugas, y ese aspecto de lucha entre la mediocridad le había dado la victoria. No se llevó apenas flashes, todo el mundo quería que acabase perdiendo, pero lo logró. A partir de ese momento se convirtió en el blanco de las críticas. Nadie pensaba que ese ciclista tuviera el caché necesario para ganar la prueba ciclista más prestigiosa. La culpa era de él, no había otra. En las cuenetas, en las conversaciones, en la prensa, todos no podían soportar a ese ciclista que había deshonrado al Tour ganando con escapadas consentidas, "a lo Walkowiak". Y él no lo afrontó nada bien. Convertirse en un personaje público de la noche a la mañana, y encima negativo, siendo blanco de críticas y bromas, le produjo una depresión de la que aún no ha escapado. No habla con la prensa. Se retiró pronto, puso un bar, pero ante la avalancha de curiosos que lo visitaban sólo para burlarse y recordarle su Tour, lo dejó para volver a su trabajo de joven en una fábrica de coches, a una vida anónima que deseaba.


CLASIFICACION GENERAL TOUR DE FRANCIA 1956:


1. Roger Walkowiak (FRA)
2. Gilbert Bauvin (FRA) a 1.25
3. Jan Adriaenssens (BEL) a 3.44
4. Federico Bahamontes (ESP) a 10.14
5. Nino Defilippis (ITA) a 10.59

viernes, 18 de julio de 2008

El panadero se lleva 3: Tours 1953, 54 y 55




Le llamaban El panadero de Saint-Meén porque trabajó antes de como ciclista, amasando pan, bollos y croissants. Era un chico alto, del que René de Latour, el famoso periodista francés diría que "No tiene demasiada buena imagen encima de la bicicleta,porque tiene piernas de futbolista". Louis Bobet, llamado Louison(apodo familiar que se hizo famoso a partir del año 48 cuando le salió un forúnculo en el pie) por casi todos, no ha tenido la relevancia de la que quizá un triple ganador del Tour de Francia, y ganador del GP de las Naciones, Giro de Lombardía, Milán-San Remo, Tour de Flandes, París-Roubaix, París-Niza y Campeón del Mundo de Ruta debiera merecer. Elitista, extremadamente calculador y obsesionado con la victoria, no era un corredor de la época. Se vestía bien, iba inmaculado, incluso rechazó ponerse su primer maillot amarillo en el Tour de 1948 porque le habían facilitado uno de tela sintética, y sólo quería llevar la prenda de pura lana, y no tenía ese aspecto duro de los corredores con los que compartía cartel, tanto en Francia, como en el extranjero. Nacido en una localidad bretona, no tenía nada que ver con el también bretón Jean Robic, pequeño, achaparrado y dado a frases socarronas e intervenciones rudas, ni tampoco con el rocoso y sincero Raphaël Geminiani, con el que se enfrentó mil y una veces, pero que acabó siendo uno de sus mejores compañeros en el equipo francés.


Conocido por su tremenda mentalidad, que al comienzo de su carrera le hacía ponerse a llorar si no conseguía sus objetivos en la carretera(las famosas "bobettinas" de La Bobette), no tardó mucho en demostrar el enorme potencial que tenía. Subía bien, fantásticamente, sin llegar a la capacidad de un Coppi al que sufrió en sus primeros años, pero de una manera elitista que le hacía característico en sus ataques. Tampoco era el mejor rodador belga, pero cuando rodaba concentrado era un llaneador y contrarrelojista magnífico. Pero si algo salía mal, adiós. Incapaz de sobreponerse, Bobet era tragado por una mezcla de presión exterior e interior, y daba al traste con sus expectativas. Así ocurrió hasta el Tour del cincuentenario en 1953. En 1948 ya había ganado etapas, y en 1950 había claudicado ante el burro Ferdi Kubler, que le amargó su cabalgada por el Izoard gritando "¡cerdo francés!" por los valles en su busca, y que le había aplanado a muchos minutos en la etapa de Nimes persiguiéndole por todo el pelotón a su rueda hasta que le llevó a la cabeza y le atacó. Las cabalgadas por el Izoard, precisamente se convirtieron en su sello de identidad, con su frase "los grandes siempre pasan en solitario por el Izoard", como él haría en varias ocasiones, y como haría Coppi. Convirtió el paisaje lunar del mítico puerto en su lugar vital, donde ganó con rotundidad dos de sus 3 Tours de Francia, en la habitual llegada a Briançon.

Pero tenía que controlar las adversidades, no venirse abajo a las primeras dificultades. Y fue la experiencia la que le ayudó a ganar ese Tour de 1953 con salida en Estrasburgo, el año en que se distinguió por vez primera el maillot verde. Tras un paso por los Pirineos en el que sobresalieron dos nombres, Jesús Loroño(y su mítica etapa escapado desde el Aubisque) y Jean Robic, el propio Robic se ponía líder de la prueba capitaneando a un equipo regional francés, algo humillante para las rutilantes estrellas del equipo de Francia, Dotto, Gem y Bobet, así que se dedican a intentar de cualquier manera acabar con su reinado. Y lo consiguen con una fuga, pero le regalan el liderato a Mallejac del mismo equipo. Tendrá que ser el propio Louison en persona el que ponga orden en una clasificación general que iba a dar un vuelco impresionante tras su exhibición en los Alpes, atacando en las faldas de Vars junto a Loroño, dejando a éste y acabar ganando tras ascender el Izoard en solitario después de haber dado caza uno por uno a los integrantes de una escapada-bidón. El líder, junto con il vecchio Bartali y Geminiani perdían más de 10 minutos. El Tour estaba en el bolsillo, no sin antes ganar la última contrarreloj en Saint Ettiene.


El año siguiente elegirá de nuevo los Alpes como lugar de operaciones para la consecución del segundo, comandando a un equipo francés unido y poderosísimo. Después de unos pirineos comandados por un joven apellidado Bahamontes y que veían la gran forma de nuevo de Malléjac, que acabaría 5º. El gran rival sería Kubler, que se imponía en el macizo central. Pero de nuevo en Briançon, de nuevo en el Izoard, pero con Laffrey y Bayard como entrantes, Bobet volvía a mostrar su rostro más concentrado y seco, dejando a todos y relegando a Kubler a 2 minutos en la etapa, y más lejos en la general. Como el año anterior volvía a ganar la última contrarreloj para establecer las diferencias finales con el suizo, que llegaban hasta los 15 minutos en la general. Y así, con el maillot de campeón del Mundo y como máximo favorito, llegaba a la edición de 1955, en la que el belga Jean Brankart, el joven escalador Charly Gaul, y un molesto y doloroso forúnculo en la entrepierna iban a intentar interponerse en su camino hacia el récord de Philippe Thys de 3 victorias. El que empezaba mojando en la primera etapa era Miguel Poblet, y rápidamente se ponía líder, gracias a una escapada, Antonin Roland, que en pincipio contaba poco para la General.

Pero tras el paso de los Alpes, protagonizado por un Gaul en solitario en la etapa de Briançon, pero que no pasaba por el Izoard(escapado desde Aravis y coronando Telegraphe y Galibier y llegando a meta con casi 14 minutos de ventaja) y por Geminiani que vencía en Mónaco tras atacar en la Turbie, Rolland apenas había perdido 2 minutos de su renta de 13. Pero su momento iba a llegar a partir de la llegada a Avignon, tras el paso por el Mont Ventoux. En la falda de la cima pelada atacaba Bobet, dejando frito a un Rolland que en todo caso aventajaba a otros favoritos en meta, pero después de ver cómo le reducía el bretón 6 minutos. El paso por el macizo central tranquilizaba la guerra, que se desarrollaría en los Pirineos, donde de nuevo el escalador luxemburgués, el ángel de las montañas, se imponía tras coronar Aspin y Peyresourde en solitario. Bobet había saltado después, y recuperaba el liderato ante un Rolland que perdía casi 9 minutos respecto al francés. Gaul se acercaba peligrosamente, siendo ya 4º, y el belga Jean Brankart, de menos a más, se ponía 5º, venciendo al día siguiente en la llegada a Pau a un selecto grupo con Bobet soldado a su rueda, el día en que el Tourmalet fue coronado por Miguel Poblet.


Sólo quedaba la última contrarreloj, dura, de 68 kilómetros. Brankart, pistard y campeón de Bélgica de persecución se imponía, con Bobet perdiendo 2 minutos en un sufrimiento terrible por mantenerse encima de la bicicleta. Rolland se iba hasta los 9 minutos de pérdida, perdiendo el podio a favor del belga y de Gaul, que se defendió como pudo ante las acometidas de Fornara, que también había terminado muy fuerte el Tour, finalmente 4º. La llegada a París fue una fiesta para coronar al héroe francés. Un corredor que después haría 7º en otra edición, y segundo en el Giro de 1957, el que ganó Nencini y que pudo ganar Gaul y perdió por pararse a orinar en una de las etapas decisivas, que terminaba en Trento pasando por el Bondone, y que también ganaba Miguel Poblet. Bobet se acabaría retirando junto a su hermano cuando fue atropellado por un coche en 1960, poniendo fin a sí a su etapa profesional. Se dedicó a los tratamientos médicos con aguas marinas, siendo uno de sus precursores hasta su muerte por cáncer en 1983, su hermano, Jean, mucho menos talentoso, se hizo famoso como periodista deportivo, y escritor de libros. En el Izoard hay una placa conmemorativa al esfuerzo de Coppi y Bobet, amigos entre ellos, que hicieron grande ese paso.

lunes, 14 de julio de 2008

El paso decisivo: Tour de Francia 1910


Hay momentos en la historia que se convierten muchas veces por casualidad, otras por búsqueda de desafíos, en hitos que marcarán el futuro. En el ciclismo, uno de esos grandes momentos lo protagonizó Alphonse Steines, curiosamente mintiendo a su jefe, Henry Desgranges, patrón del Tour de Francia, comunicándole que era posible pasar los Pirineos en coche, y sobretodo su lugar más salvaje en cuanto a pasos montañosos practicables: el Tourmalet. La importancia capital en el ciclismo se medirá muchos años después de que casi se despeñara por una ladera del monte entre la nieve, las rocas y los osos, se mide ahora y desde que la importancia de los puertos de montaña significan el ser o no ser de las grandes vueltas por etapas. El paso de los Pirineos, de esos puertos largos y sus despóticas pendientes se convirtió sin saberlo en lo que será el futuro, en este caso nuestro presente, del deporte que intentaban llevar alto tanto Steines como el creador del Tour. Fue el primer paso decisivo hacia un nuevo ciclismo, que quizá se puede ver bien descrito con la mítica franse del ganador de aquel año, Octave Lapize, de "Vous êtes des assassins. Oui, des assassins!" en la propia cara de la organización, después de haber pasado el Peyresourde, el Aspin(precisamente como la marcheta de ayer del Tour 2008) y el Tourmalet, y a muchos kilómetros de la meta(Bayona) en el Aubisque.



Mientras en España se pensaba en llevar al que muchos creían que sería el primer español en la salida de la carrera gala, en Francia se intentaba dar una vuelta más de tuerca a su desafío. En un momento en el que el ciclismo era visto como propio de aventureros con una tuerca de menos en la cabeza y un valor intenso en el pecho, había que buscar un doble apunte: mantener las expectativas en la carrera y desarrollar las ventas de coches y bicicletas de su patrocinio, demostrando que eran capaces de superar las peores condiciones en los peores lugares posibles. Así se buscó el reto en la cordillera del sur, siendo los altos Alpes aún un enemigo demasiado poderoso al que intentar vencer el año siguiente(con la inclusión del gigante Galibier). El Tourmalet y el Aubisque eran muy duros en comparación a los balones alsacianos, y a los puertos pre-alpinos como el Bayard, al que desde hacía muy poco ya se estaban acostumbrando los corredores del pelotón a superar. Una vez batidos los récords en ellos, como los de no poner en pie en toda la subida, o de tiempos, se necesitaba el paso adelante que suponía ascender los colosos inhóspitos pirenaicos.



Así se presentó la salida del Tour el 3 de Julio de 1910 en París, que arrancaba con la etapa París-Roubaix, como la clásica, donde abandonaría el español Vicente Blanco(no llegaría a tiempo al control de meta, mejor dicho, en el caso de que llegara como según él dijo) y donde Charles Crupelandt, un llaneador excelente que acabaría venciendo 2 años la clásica se imponía con claridad en solitario a un grupo donde estaban los dos grandes favoritos, François Faber, el luxemburgués que llevaba carne en el bolsito de delante de su bicicleta, un corredor alto y fuerte que basaba su ciclismo en la potencia, y Octave Lapize, un joven francés de 23 años que venía precisamente de ganar en Roubaix y que disimulaba su sordera intentando siempre estar en frente de las personas para poder leer los labios de lo que decían, al que en el pelotón llamaban "ricitos". Entre ellos 2 se jugarían el todo por el todo en una edición de la grande boucle marcada por el intento de la organización de controlar la carrera en busca de las habituales "trampas" en forma de subirse a coches, trenes o ir por trazados más cortos, y la ya habitual clasificación por puntos. 3 equipos en liza donde estaban las grandes estrellas(Alcyon, Legnano y Le globe) y los isolés que tenían que vérselas en solitario, más aún con una organización que endureció las normas sobre ayuda de terceros en caso de problemas mecánicos.



Las primeras etapas, marcadas por el Ballón de Alsacia coronado por Emile Georget, y donde Faber se ponía líder, y las estribaciones pirenaicas, donde el menor peso de Lapize le hacía imponerse en Grenoble tras luchar con Crupelandt el Porte, dejaban al luxemburgués primero, con cierta distancia en puntos(calculados por los puestos en las llegadas) sobre el regular Gustave Garrigou(que fue 5 años seguidos podio en el Tour, con victoria en 1911), pero una serie de desdichas del francés en la etapa precedente a la llegada de los pirineos, donde llegó con más de 1 hora perdida y muchos puntos cedidos, le dejó fuera de juego, pasando a ser segundo en la estela de Faber Lapize, que había sido 3º en la etapa imponiendo su muy buena punta de velocidad en el grupo. Así se llegaba a la etapa Perpignan-Luchon, de 289 kilómetros, la novena. Lapize se marchaba en las rampas del portet d'Aspet, dibujando su victoria en las rampas de Les Ares y llegando con casi 20 mintos de adelanto en solitario, Faber era 3º y aguantaba no obstante perfectamente el liderato. Y como también haría tras la segunda etapa pirenaica, ya mencionada, que terminaba en Bayona, y donde Garrigou se ganó 100 francos por ser el único en no dar pie a tierra en la subida del Tourmalet, y donde ganaría Lapize tras sendas pájaras de él mismo(que se había ido en solitario casi de salida y fue alcanzado por Lafourcade, que sería uno de los pioneros druidas del pelotón, y por Albini) y de sus rivales.



Así las cosas, y tras lo problemas padecidos en la etapa reina con 5 pinchazos, el Tour parecía cosa de Faber, que con controlar a Lapize en las etapas llanas podría reeditar triunfo. Pero el esfuerzo padecido en las cumbres pirenaicas le hizo mella, eso, y un constante goteo de puestos que el más rápido corredor francés le iba restando. Tras la etapa 12, sólo un punto daba la ventaja a Faber, una ventaja que cedería al día siguiente en Brest, cediendo 24 minutos sobre el ganador de la etapa, Gustave Garrigou, que volvía al podio con esa victoria. Quedaban dos etapas y Octave Lapize no iba a dejar marchar el tren del Tour, venciendo en la llegada a Caen, siendo Faber 4º a 41 minutos. La carrera estaba vista para sentencia, pero el corredor luxemburgués iba a dar cuenta de su extraordinario coraje y ambición en la última etapa, atacando en unas condiciones dantescas, con una úlcera de estómago. No consiguió su cometido, pero se ganó el aplauso de los parisinos así como del ganador, Octave Lapize. El francés devolvía la corona a su país en un Tour marcado por la aparición de lo que después se convertirá en un símbolo de todo el ciclismo, los grandes puertos de montaña. Este simpático corredor, que caería muerto en combate un 14 de Julio como hoy pero de hace 91 años, después de que su aparato fuera abatido por fokker alemán marcó, con su frase y con su esfuerzo, el devenir del Tour y de este deporte para siempre.


CLASIFICACIÓN GENERAL:

1. Octave Lapize(Fra) 63 pts.
2. François Faber(Lux) 67 pts.
3. Gustave Garrigou(Fra) 86pts.
4. Cyriel Van Hauwaert(Bel) 97pts.
5. Charles Cruchon(Fra) 119pts.

martes, 1 de julio de 2008

El Tour condona su deuda con Ocaña, Tour 1973

Luís Ocaña Pernía es muy posiblemente el segundo mejor corredor de la historia de España. Esta afirmación, que para muchos puristas seguramente será una aberración, habituales amantes de la veneración sobre Pedro Delgado o Federico Bahamontes, me parece una forma de definir a un ciclista con tanta clase como temperamento. Es muy sencillo refutarla, y precisamente no por su palmarés, ya de por sí extenso y rico, sino por cómo y contra quién lo logró. El corredor de Priego es el único corredor que fue capaz de vencer a Eddy Merckx en sus mejores momentos en la grande boucle. Y no se trata de ganar en una diferencia de tubulares, se trata de dominar al belga, de hacer peligrar su victoria tanto, tantísimo, que le obligó a poner en juego su físico, su carrera incluso, para tratar de devolverle la jugada. Pero la carrera francesa tenía una última broma a Ocaña en ese verano de 1971, en forma de tormenta dantesca en la subida y posterior bajada del col de Mente, un puerto más que dejaría de ser anónimo para siempre ese día. El maillot amarillo por los suelos, destrozado física y anímicamente después de haber conseguido el imposible, poner contra las cuerdas al mejor corredor de la historia, al emperador del ciclismo.


No hace falta decir mucho más, simplemente ahondar en las características de un ciclista soberbio, de un talento único que tuvo la mala suerte de encontrarse con el mejor, y que tampoco supo sobrellevar su carácter hacia las mejores prestaciones. Contrarrelojista fantástico, ganador del Gran Premio de las Naciones amateur y profesionalmente, en el que era el campeonato del Mundo no-oficioso de la época. Pero también un corredor de raza, de pedaleo ágil que le convirtió en un escalador tremendo, capaz de los cambios de ritmo más tortuosos para sus rivales. Y luego estaba su carácter. Fuerte, rudo en las formas, de sinceridad descarnada, así era el "español de Mont en Marsan", quizá poco racional en algunos momentos, que parecía que le faltaba un poco de repensar las decisiones antes de ejecutarlas. Pero sin ello no hubiera sido lo que fue, un aguerrido competidor, incapaz de dar nada por perdido por difícil que fuese. Y en el Tour de 1973 se encontró a la horma de su zapato, José Manuel Fuente, el escalador más impresionante de su época, a la altura de los Bahamontes, Gaul o Coppi. Subido en su bicicleta no había puerto en donde no impusiera su bailoteo extremo para sus rivales, de un hachazo dejaba seco al pelotón, y cuando nadie podía dar una pedalada más rápido, bajaba un par de piñones para "poder hacer distancia".


Si Ocaña era peculiar, Fuente era el "raro entre los raros", un ciclista único tanto dentro como fuera de la carretera, como el conquense, sinceridad meridiana, nada de justificar nada, simplemente luchar. Su pero: la concentración. No era un buen rodador, pero tampoco estaba preparado para concentrarse al 100%, parecía incapaz. Cuando estaba centrado, era imparable, sus rivales lo sabían. Cuando atacaba muchas veces le dejaban marchar, sabían que no podrían aguantar jamás su ritmo en montaña. Una vez ahí, cabían dos posibilidades, que anduviese fino y había que contar las pérdidas y estragos causados, o que le diera una de sus míticas pájaras por no comer, o porque su organismo se llenaba de las toxinas que sólo uno de sus riñones podía filtrar. Entonces 50 kilómetros más allá lo encontrarían a paso de tortuga llegando a meta como pudiera. En 1973 Ocaña venía de ser segundo tras Eddy Merckx esta vez en la Vuelta a España, que había dominado el belga para completar su palmarés. Venía en gran forma, se sabía con posibilidades pese a su mal Tour del año anterior. El caníbal no participaría después de haber hecho doblete Vuelta-Giro, y las posibilidades se abrían. Entre los rivales el eterno Raymond Poulidor, un corredor regular en todos los terrenos, un hombre al que la historia del Tour de Francia jamás le dio lo que hubiera merecido por méritos propios. El joven Bernard Thevenet, que había sido el tercero en la Vuelta y ya tenía etapas y buenos puestos en el Tour. Joop Zoetemelk, que había hecho podio en pasados Tours, Lucien Van Impe, escalador belga ganador de los últimos premios de la montaña...


El holandés da primero siendo líder en el prólogo disputado en su tierra, de nuevo dejando a Pou Pou con la miel en los labios siendo segundo por unas décimas. Las siguientes etapas son aprovechadas por los rodadores, y un Van Springel que se hacía con el amarillo tras una escapada culminada por Catieau, y por el equipo Watney-Maes de Wally Planckaert y Jens Verbeeck, que vencen sin trascendencia en la crono por equipos del primer sector del segundo día. Ocaña, que se había caído en principio sin consecuencias en la primera etapa, llega a la tercera con algún rasguño pero con una idea en la cabeza: dar un golpe mortal a los rivales donde menos lo esperan. La etapa termina en Reims, proveniente de Roubaix, la mítica localidad que cierra el infierno del Norte. Por supuesto, la organización ha preparado una carrera ratonera, con algunos tramos de pavé habituales en la clásica. El Bic prepara una encerrona en la vereda adoquinada de Querenaing, donde el viento cambia radicalmente a pasar a viento de cara casi al coronar, lugar donde ataca Ocaña junto a sus compañeros Catieau, Vasseur, Mortensen y Schleck, colándose con ellos el rapidísimo Cyril Guimard y unos pocos más. A más de 100 kilómetros de meta, toma descolocados a los demás favoritos, siendo Poulidor y su dorsal 1 los más proclives a la reacción.



Justo antes de la llegada a los Vosgos, Ocaña ha metido ya 2.34 a Raymond Poulidor, Zoetemelk, Thevenet y Van Impe, y más de 7 a Fuente. La general la pasa a liderar su compañero Catieau. En los primeros pasos montañosos se suceden las habituales escapadas sin peligro para la general, hasta la llegada de las estribaciones alpinas, donde Ocaña ataca el el Soléve en solitario para ponerse líder, un amarillo que podrá por fin llevar hasta París, no sin antes protagonizar la etapa más importante, la más espectacular de la historia del Tour de Francia. Cualquier buen aficionado sabe lo que ocurrió en ese mítico escenario entre Meribel y Les Orres, con La Madeleine, Galibier(por el lado del Telegraphe), Izoard y Les Orres por delante. A más de 100km de meta, en el Telegraphe ataca Fuente, deja despatarrado a todo el pelotón salvo a Ocaña, que intenta mantener el acuerdo de colaboración entre los equipos españoles con el Bic para la victoria de Ocaña en la general. Pero Fuente no atiende de pactos fuera de la carretera, hasta 30 hachazos da intentando dejar al maillot amarillo, sin poder lograrlo. Lo siguiente es historia, historia del gran ciclismo. Ocaña tira en solitario con el asturiano a rueda en el Galibier, en el Izoard y en Les Orres ya sólo, tras el pinchazo de el tarangu.



Al final 1 minuto diferencia a los dos españoles en la cima, a la que Ocaña llega absolutamente exhausto. Thevent llega a 7 minutos, regulando sus posibilidades de podio.después, la nada. Zoetemelk llega a 20 minutos siendo el ¡6º! en la etapa. Ocaña sentencia el Tour a lo grande, a lo Merckx. Al estilo de Orcieres Merlette en 1971, donde el propio caníbal había comentado que "había dominado al pelotón como el torero al toro en la plaza", después de sacar casi 7 minutos en solitario a todos los demás. No sería la última etapa ganada por el español en 1973, después de la increíble exhibición del día siguiente de vicente lópez Carril escapado en solitario casi toda la etapa, que cerraba el trayecto alpino. Ocaña ganaría la siguiente contrarreloj individual, sobre un Poulidor que abandonaría al día siguiente por una caida. La llegada de los pirineos lleva a otra exhibición del conquense, atacando en el Portillon y llegando a Luchon en solitario, donde Zoetemelk fue el único que le vio de cerca, y cómo no, también la etapa del Pui de Dôme, hoy casi olvidado, tenía que ser para el líder, en una de sus cimas más favorables tras un ataque en solitario. Pero aún faltaba la guinda, con la victoria parcial en la última de las contrarrelojes individuales, sobre un Thevenet que defendía su segunda posición sobre Fuente, que acabaría fallando también en su intento de conquistar el jersey de la montaña, que fue para Pedro Torres, que había ganado un etapón camino de Pau.
Así,


Luís Ocaña
dominaba el Tour de Francia de 1973 a su antojo, uno de los mejores de la historia, marcado por la etapa más grande de todas las disputadas seguramente en los más de 100 años de la carrera francesa. Protagonizado por dos españoles, el Tour sin Merckx se convirtió en un toma y daca impresionante, en una exhibición de talento de un Ocaña que hizo olvidar la ausencia del caníbal. La increíble general terminaba así:
1. Luis Ocaña (Esp) en 122h25'34"
2. Bernard Thévenet (Fra) à 15'51"
3. José-Manuel Fuente (Esp) à 17'15"
4. Joop Zoetemelk (Hol) à 26'22"
5. Lucien Van Impe (Bel) à 30'20"

lunes, 30 de junio de 2008

Grandes Tours de Francia en la historia.

Mañana comienza el mes de Julio, un mes indisolublemente ligado con el Tour de Francia, con la carrera por etapas más importante del ciclismo. Por ello, y como homenaje a la prueba francesa y a los que la hicieron grande, comentaré durante todo el mes algunos de los Tours más importantes de sus más de 100 años de historia. La designación no será tarea objetiva, serán más bien relatos de las grandes boucles que a mi juicio merecen ser rescatados. bon voyage!

jueves, 26 de junio de 2008

Perdidos del pelotón: el pionero, dos cojos.


La historia del ciclismo español está plagada de corredores excéntricos. Dentro de que el ciclismo como deporte es casi siempre fuente inagotable de personalidades únicas debido a las condiciones extremas a las que estira a sus profesionales, en España este tópico toma tintes circenses con el estudio de algunos caracteres sin parangón en la historia. Las ya recordadas enemistades de Bahamontes, las míticas pájaras de Fuente, los tejemanejes de Ruíz, el populismo de Perico o el chaba Jiménez... corredores de una forma de ser única, que daban colorido no sólo dentro de la carretera, sino también fuera. Sus formas curiosas, o rudas, o en ocasiones de una tosca ruralidad destacan junto con temperamentos en todo caso fuertes y tozudos. Solo así se consigue ser un personaje único dentro de la terriblemente llamanda serpiente multicolor, abonada a la facilidad de incluír en el anonimato a un porcentaje elevadísimo de corredores que la forman. Los protagonistas de hoy, que son dos pese a que en realidad formen un título único, son precisamente la particularización de esa exageración que tantas veces se da en el ciclismo: el anonimato y la excentricidad popular.


Todo proviene de la lucha que se armó, en las reducidas condiciones propias de la España ciclista del ya tardío 2003, entre dos bandos que jamás se llegaron a conocer pese a compartir carreteras, dos bandos que nunca se declararon la guerra hasta casi 100 años después del motivo para iniciar las hostilidades, y que representan lo que antes comentaba, la diferenciación del popular y el anónimo, de la personalidad única y el profesional corriente. Y todo saltó tras la chispa de unas investigaciones extranjeras, en un momento donde nadie en España ponía en duda nada de lo que después se conoció. Parafraseando a Ander Izaguirre en su fantástico y premiado libro, se trata de la lucha de 2 cojos. Y sí, esto sigue siendo un blog de ciclismo.


El popular era Vicente Blanco, el por todos conocido como primer español en el Tour de Francia. Un cúmulo de desdichas en la juventud, un modestísimo trabajador del hierro de la época en la que todos los trabajadores eran modestísimos en este país, pero él marcado por la tragedia de perder sus dos pies, que se convirtieron en desagradables muñones siendo aún muy joven, tras sendos accidentes desafortunados. A pesar de todo, y como la necesidad aprieta y salir adelante se trataba siempre de una cuestión de vida o muerte, pudo volver a ser un hombre útil. Y de buenas a primeras encontró una ruinosa bicicleta que se convirtió en su hobbie, en la manera de pasar el rato, competir de vez en cuando una vez que vio que tenía talento, y por supuesto ganarse unas perras, o a veces ni eso, tan sólo la admiración de un público que trataba tanto a deportistas como a sus máquinas velocipédicas como personalidades honorables y fieras competidoras. Y el caso es que Vicente, comúnmente apodado el Cojo, además era el show-biz personalizado, personalidad caliente, cercana y competidora.


Y como tenía cierto talento y una popularidad creciente, cuando ganaba cosas era de manera hercúlea, sin comer en todo el recorrido se decía. O eso decía él, después de haber escondido comida por el recorrido, ayudado por sus secuaces bromistas. Competir con picaresca en un momento de necesidad le hicieron conocido, a parte de ganar carreras como el campeonato de España y las más prestigiosas del País Vasco y Cataluña, cumbres del ciclismo español de la época, como la Volta o la Pamplona-Irún-Pamplona. Y la mitad de las veces montaba el espectáculo, ya fuera jugándole una mala pasada a sus rivales(la mítica historia de cómo rompió un lápiz en un control de mitad de carrera para que sus perseguidores no pudieran seguirle) o entrando en meta sin estar montado en la bici, o después de haber recogido un perro o de haber parado a comprar comida por ahí. En un momento en donde todo valía, él se hizo célebre porque lo que hacía era curioso y en ocasiones desternillante, dentro de la excentricidad. Y como corredor conocido, no podía ser otro el que después de tener oportunidad de correr el Tour de Francia la aprovechase y fuese a la aventura.


Y así fue como Vicente Blanco inició su andadura en el Tour de Francia de 1910(en el histórico en el que Lapize gritará:assassins! por los puertos pirenaicos), como el conocido por todos primer Español con dorsal en la línea de salida, a la que casi no llega ya que se fue desde su casa hasta París en su propia bicicleta, encuadrado en la categoría de isolés,corredores que no contaban con apoyo de ninguna clase. Evidentemente ni lo acabó, ni oportunidad tuvo. Aunque dijo que llegó dentro del tiempo, le descalificaron por cerrar el control. En todo caso el hito estaba conseguido... por otro. Porque en el año anterior 1909, el protagonista anónimo de la historia, José María Javierre, un hombre natural de Jaca y que muy pequeño se fue a vivir a Francia, no sólo había participado sino que había acabado entre los 20 primeros. Y el año en que participó Blanco también acabó, pese a que seguramente no se fijaran el uno en el otro(tampoco el hispano-francés seguramente tuviera mucho tiempo, ya que Blanco se quedó de primeras) y no supieran el uno de la participación del otro. Lo cierto es que Javierre aparecía en las listas como Habiere, con el nombre afrancesado. Una nacionalidad que no consiguió hasta el término de la primera Guerra Mundial, donde fue voluntario y de donde volvió...cojo.


Así fue cómo comenzó la historia del ciclismo español en el Tour de Francia. O con un bilbaíno pícaro y resuelto que por supuesto no pudo ni seguir el ritmo de los profesionales el primer día, después de hacerse más de 1000 kilómetros extra, o con un afrancesado profesionalizado que logró la hazaña de terminarlo en posiciones dignas, aunque su papel como español sea francamente pequeño. Normalmente se escoge siempre al primero, primero por su popularidad y segundo por el desconocimiento del segundo. Hoy simplemente nos sirve para enmarcar un ciclismo español que por esos pequeños caminos nacía y que ha llegado hasta lo que es hoy, entre sinsabores, victorias, roces, enfrentamientos, ilusiones, encubrimientos y héroes, habitualmente olvidados, seguramente también cojo.

lunes, 16 de junio de 2008

No está de moda y es un peligro



Todavía resuenan los tambores de guerra en un año poco dado a los escándalos. Uno de los corredores más importantes del pelotón daba positivo por consumo de cocaína, una droga que no sólo no mejora el rendimiento del ciclista sino que es francamente peligroso en cuanto a una posible lesión vascular, por ejemplo. Tom Boonen ya era conocido por sus prácticas poco profesionales fuera de la carretera. Varias denuncias por conducir borracho, así como rumorología diversa sobre su vida personal en cuanto a estupefacientes, relaciones de todo tipo, etc. La vida más propia de un famoso cantante pop que la de un ciclista, que incluso se marchó a vivir a Mónaco para escapar de la vorágine de la fama, con sus coches superrápidos a 200 kilómetros por hora. Una práctica poco habitual que le ha acabado dando un disgusto, ya que rauda y veloz como los superautos de Boonen, la organización del Tour de Francia le ha impedido salir en la próxima edición, a la que se preparaba para intentar un nuevo asalto al maillot verde de la regularidad, la prenda más codiciada por los sprinters. Además casi se expuso a una sanción que le hubiera mantenido en la leonera 2 años por un descuido(o una trampa como él ha dicho) o una mala práctica, como parece más probable.



En todo caso medios de todas partes no han perdido el tiempo para criticar ya no sólo el consumo de esta sustancia no tan extraña para los menos pudientes, sino el estilo de vida exagerado y sobrealimentado del corredor de Mol. "No es propio de un deportista" se ha podido escuchar, cinismo absolutamente paupérrimo si miramos a otros deportes, como el fútbol profesional(cuna de auténticos dandys) o incluso el baloncesto, con diversos escándalos de consumo de drogas y prostitución. Lo más escuchado sin embargo fue la especificación, la particularización: "no es propio de un ciclista profesional". Ahí es donde querían llegar. El tópico de ciclista-deportista de perfil bajo social al que cada vez más nos estamos acostumbrando. El ciclismo ya no crea más que héroes esforzados, sudorosos, que gorgojean y escupen y se caen y sangran. Que cuando llegan a casa comen simplemente cosas mandadas por su médico, que sus mujeres aguantan carros y carretas, que son por lo general tipos feos y humildes, todo lo contrario a caballeros con glamour. Y ejemplos como el de Boonen chocan terriblemente con ese tópico social que se ha creado, y que cada vez es más cerrado, más claro.



Es curioso que mientras en otros deportes se ha pasado de ejemplarizar a Camacho a hacerlo con Cristiano Ronaldo o Guti, un poco siguiendo el desarrollo social de comercialización e imagen, en el ciclismo ocurra justamente lo contrario, de los caballeros profesionales y héroes se ha pasado a una mezcla homogénea de seres grises que sufren. Y no se trata de desvirtuar el sufrimiento, no es para nada la intención, al contrario. Tampoco se trata de justificar una errónea forma de conducta(consumir drogas) ya no sólo de un profesional o un deportista, sino de cualquier persona. Se trata de analizar cómo se ha pasado de Hugo Koblet a Fernando Escartín, o mejor, de cómo se ha borrado lo primero para llegar simplemente a lo segundo, viendo lo primero como una forma errónea de conducta. No está de moda ser glamouroso en el ciclismo, no están de modas los enfants terribles, los profesionales de conducta divertida, de vida social alta y copas de champagne en la madrugada. En parte se trata de la brutal profesionalidad que necesita el ciclismo, en parte de la reducción evidente de la popularidad entre los demás deportes. Ya nadie se cree, o no se lo puede imaginar, que en casa de Hugo Koblet, en las orillas del Lago Zúrich, se juntasen importantes personalidades de los años 50 junto a modelos y actores de relumbrón en las fiestas de la mansión del pedaleur de charme. El suizo, casado con una supermodelo, era el ejemplo perfecto de don Juan, guapo, esbelto, un auténtico caballero, que contrajo la sífilis en un viaje de placer por Sudamérica.



Pero no es sólo un ejemplo, famosas son las algaradas de Freddy Maertens, el más chic entre los chics, un corredor que en 4 años logró casi 200 victorias, un hombre absolutamente exagerado en todo lo que hacía. Sus escarceos amorosos con las actrices más famosas(como Ornella Mutti) son legendarios, así como sus fiestas con los grupos de música rock más de moda en su jardín. Consumidor de droga más o menos habitual en esos años, fue el digno heredero de los mejores mocetones de los años 60, encabezados por el hombre más aclamado, Jacques Anquetil, capaz de enamorar a cualquier mujer de título nobiliario que se cruzase, con esos ojos azules profundos de ángel. Gran corredor, y gran bebedor y sibarita de la buena mesa, era capaz de comerse un lechón él solo, con ese apetito normando que todos sus directores temían. No comía, deboraba. Sus tormentosas relaciones no acabaron siquiera en su vejez, donde seguía teniendo un encanto inconfundible. De otra manera fueron tipos como Jan Janssen, auténticos estilistas en todos sus aspectos. Gafas tintadas, rostro impenetrable, siempre con un elegante traje, con un complemento sutil, altos, peinados a la moda, las mujeres alrededor, o Fons de Wolf o los hermanos de Vlaeminck, más centrados en la época de los 70. Las patillas de Roger son un mito del ciclismo.



Ahora es difícil encontrar algo parecido, quizá el encanto rural de Oscar Pereiro pueda parecerse, a parte del cazado con cocaína y sus compañeros de juerga, entre los que se encuentra Thomas Dekker, por ejemplo. Vida ciertamente descontrolada mezcla de juventud, dinero y fama. Es difícil imaginarse a Carlos Sastre con estrellas de la pequeña pantalla, además que en España la cosa es diferente, aunque en los 70 con Ocaña y Fuente, y sus correligionarios sí que se llegase a un glamour más... local. En otros países, como Italia, el nacimiento de dandys, aunque más apagados, es siempre habitual, siendo Mario Cipollini un dignísimo heredero de cualquiera de los desaforados juerguistas de los años 70. Un corredor tan conocido dentro de la carretera como fuera, con trajes exóticos, mujeres hermosas tirando a chonis, pelos variados y glamour, mucho glamour. Incluso las payasadas de Van der Velde, un corredor que estuvo sacando dinero una ez retirado de vender las máquinas cortacésped que robaba. Esos puntos de color hoy cada vez están más en desuso, ahora sólo se pide esfuerzo, y palmarés. Lo primero es ineherente en el ciclismo, lo segundo es francamente una fealdad si se depende de lo primero. Pero es lo que hay, mientras se desatan pasiones por otros deportes, el propio ciclismo se corta las alas. Una cosa es consumir cocaína, cosa despreciable, y otra es acabar con cualquier color que se desata del gris que todo lo cubre. Ahora ese color es un peligro, o algo indigno de un ciclista.

miércoles, 4 de junio de 2008

El precio de la historia


Tras la victoria de Alberto Contador en el Giro de Italia, se ha abierto la posibilidad de que el corredor madrileño pueda lograr este mismo año lo que nadie ha conseguido desde que Bernard Hinault se coronara en Milán el 6 de Junio de 1980 tras el descalabro de Giuseppe Saronni unos días antes: tener en el palmarés las 3 grandes carreras por etapas, Tour de Francia, Vuelta a España y la mencionada ronda italiana. Curiosamente, dos de los 4 corredores que lo han logrado, Felice Gimondi y el propio Hinault, tenían 25 años(para cumplir 26 a término de año) cuando lo lograron, la edad que tendría Contador de conseguir ganar el maillot oro en Madrid en este 2008. No hace falta decir que el ciclista de Pinto es el único corredor en activo que puede lograrlo, con una edad muy temprana en la que es muy complicado destacar en un deporte que casi siempre se ha caraceterizado por mejorar desarrollos en relación a la edad, sobretodo en el tema de la resistencia y el aguante, además de la propia experiencia en carrera. Sin embargo este nuevo fenómeno va camino de igualar los registros de ese póker de ases que representa sin más argumentos el olimpo del ciclismo.



Jacques Anquetil, Felice Gimondi, Eddy Merckx y Bernard Hinault representan la gran historia del ciclismo desde 1953(año de la victoria semi-amateur de maitre Jacques en el Gran Premio de las Naciones) hasta la pronta retirada de le blaireau, en 1986. 3 décadas de ciclismo escrito con letras de oro, de gestas, de protagonistas y de palmareses excepcionales. Cada uno en su estilo y en su época marcaron las tendencias a seguir por sus rivales. Tan sólo en el caso del italiano, que tuvo la mala suerte de convivir con el caníbal, existe fricción entre los dominadores. Jacques Anquetil se retiró a finales de los 60, justo en el momento de arranque de la carrera de Merckx, que a su vez fue difuminando su dominio hasta la ruidosa llegada de Hinault a finales de los años 70. Gimondi desde la irrupción del caníbal en las grandes vueltas en su primera "grande", el Giro de Italia de 1968, sólo pudo vencer en una, precisamente el Giro del año siguiente donde Merckx fue descalificado con la maglia rosa, y se dedicaría a coleccionar puestos de honor y pódiums, siendo el corredor con mayor número de ellos en la carrera transalpina.



Los 4 eran corredores de una gran versatilidad, pese a que fueran principalmente más regulares que escaladores. Anquetil tuvo un genio en la contrarreloj sólo comparable a Miguel Indurain, siendo probablemente el peor en la montaña de los 4, el que peor lo pasó, y el que tuvo que resistir los ataques de los mejores escaladores de la historia, entre ellos Federico Bahamontes, Charly Gaul o el propio Raymond Poulidor, que también fue coetáneo de Gimondi y Merckx. Felice Gimondi, fichado por el Salvarani por vencer el Tour de promesas y que ganó la ronda francesa el año de su debut, fue un corredor de una clase absolutamente maravillosa, completo en casi todos los terrenos, y con una inteligencia en carrera tremenda, con un conocimiento altísimo de sus rivales y de sus propias fuerzas, y sirviéndose de ello para leer la carrera. De esa manera ganó el campeonato del mundo de Montjuic de 1973, donde aprovechó la guerra declarada entre Maertens y Merckx en un grupo en el que también estaba Luis Ocaña(que ganó el bronce) para hacerse con la victoria. Del ogro de Tervueren poco se puede escribir de su grandeza, así como de Bernard Hinault, a los que ya relacioné no hace mucho tiempo en este post. Estamos hablando de 4 grandes sin discusión de la historia del ciclismo.



En este escenario aparece la "posibilidad" de Alberto Contador. Dejando de lado la edad ya que como se ha visto no tiene mucho que ver en estas comparaciones, ¿podría decirse que sería un digno socio del club?¿quedaría elegante un repóker con el ciclista madrileño? Evidentemente es pronto para analizar cualquiera de las dos cuestiones, acabe ganando o no acabe ganando la Vuelta a España Contador este año o cualquiera de los sucesivos. La grandeza de los nombres a los que sería añadido o vinculado el de Pinto es enorme, comprendida en más de 30 años en los que fueron alma y protagonista de los momentos que hasta hoy nos han llegado, de lo que ha sido y sigue siendo la edad dorada del ciclismo. Quizá la mayor grandeza de éstos corredores no la representen sus victorias, su triple corona o su palmarés. Quizá la mejor comparación se pueda hacer en la propia competencia que tuvieron que sortear para poder vencer en las grandes. En eso, hoy por hoy es donde Contador sale peor parado. Si echamos la vista atrás, y vemos los rivales a los que se enfrentaron nuestros 4 protagonistas, salen nombres como los de Federico Bahamontes, Charly Gaul, Roger Riviere, Raymond Poulidor, Jan Janssen, Gastone Nencini, Joop Zoetemelk, Luis Ocaña, José Manuel Fuente, Giuseppe Saronni, Francesco Moser, Giovanni Battaglin, Giuseppe Saronni... corredores que están por derecho propio entre los más ilustres de siempre.



Es difícil ver en esa lista a Levi Leipheimer, Marzio Bruseghin o Cadel Evans, corredores ya contrastados y veteranos que será complicado que dentro de 20 años les veamos como vemos a Ocaña, o a Gaul. En otros casos, como el de Riccardo Riccó todo puede pasar aún, la juventud y calidad que atesora puede darnos grandísimos duelos, o no, como Michael Rassmussen, Alexandre Vinokourov o Ivan Basso que se quedaron fuera de juego de cualquier manera,u otros de forma natural, y no artificial. Como dije antes, aún es pronto, muy pronto para poner en su sitio las victorias de cualquier corredor que ahora asome en los palmarés o asome en los hitos del ciclismo. El propio tiempo pondrá a cada cuál en su lugar, y nos dará la perspectiva correcta para poder hacer nuestro análisis, que hoy por hoy evidentemente no es satisfactorio para dimensionar las victorias de este escalador que puede entrar en un club elitísimo y que aunque muchos, en una pirueta oportunista quieran encajonar con los grandes, no se encuentra. Ése es, sin duda, el precio de la historia.