sábado, 28 de julio de 2007

"¡Put me back on the bike!"


Harry Hall sabía que lo que decía "el jefe", tenía que ser. Él era tan sólo el mecánico de la selección inglesa. Un aficionado le ayudó a colocar al ciclista en la vertical, le recolocó los calapiés de los pedales, que acaba de aflojarlos, le dio un empujoncito para salir. Pero parece que ese no iba a ser su día. Tampoco parecía que fuera a ser el de Tom Simpson, que se había pasado todo el Tour haciendo castillos en el aire con esa etapa. "La etapa del Ventoux será decisiva para ver quién gana el Tour" decía, "la que daré el estacazo final para la clasificación general". Él lo pensaba, nadie más, pero su positivismo, su optimismo daba ilusiones a sus compañeros, a esos jóvenes ingleses que veían a Tom como lo más alto a lo que se podía llegar en el ciclismo. Esa iba a ser la etapa decisiva. Pero erróneamente no para la clasificación general, sino para su propia vida.


13 de Julio de 1967, Mont Ventoux, más de 35º grados centígrados, una atmósfera irrespirable de polvo, calor y agotamiento. El asfalto, un poco derretido en las cunetas, formaba unos molestos pegotes en los neumáticos de los que iban dando tumbos, asfixiados por la temperatura y por ese coloso que no les dejaba siquiera recoger un poco de aire en sus pulmones. Uno de ellos era, y no por mucho tiempo, el inglés de Haswall. A los 300 metros, de buscar la cuneta izquierda, pasar a la derecha zigzagueando sin sentido, se desplomó. El monte estaba cobrándose la vida de un desdichado ciclista que intentaba escalar por ese río de asfalto ardiente, que pretendía que sus días de gloria no se quedasen en el ayer, ser encumbrado como el mejor ciclista del Tour. Pero las empresas de ese tipo tienen sus peligros, y Tommy Simpson no los había calibrado correctamente a la salida de su habitación, que compartía con el simpático Colin Lewis. Anfetaminas en los bolsillos, calentamiento en la cabeza y un revitalizante trago de cognac Remy Martin, que su gregario de habitación le había pasado por error. No eran los mejores acompañantes en el viaje hacia el éxito, o hacia la vida.


Simpson, uno de los ciclistas más queridos del pelotón, estaba derumbado en los brazos de Hall, sin respiración. Su vida se evaporaba en una atmósfera de rocas fundidas y calor. Su corazón no pudo más con todo. La deshidratación había vencido a su cuerpo. Las asesinas silenciosas, las anfetaminas, habían hecho de las suyas. Sustancia extendida por cualquier corredor del pelotón, atacaban a todos por igual, ardían en el estómago, en la garganta, se necesitaba una hidratación máxima, el fuego quemaba. Para Tom Simpson no fue una advertencia, fue una realidad. Los médicos no pudieron hacer nada pese a la rapidísima evacuación del británico por el personal competente. Sólo certificar la muerte y sus consecuencias. El corazón había dejado de latir. El ciclismo se vestía de luto, de luto por un corredor que había perdido el rumbo de sus posibilidades. Muchos dicen que le mataron las anfetaminas. Otros que su mezcla con alcohol. No fue nada de eso. Tom Simpson fue víctima de su propia actitud. Para él el Tour de Francia era una cuestión de victoria o nada. Y le tocó la nada en una de las laderas más descarnadas y terribles del ciclismo, en las laderas de ese monte pelado que se quedó sin árboles por los astilleros de Toulon y que Petrarca subió por vez primera en el siglo XIV.


El monte provenzano vió como el ciclismo profesional se cobraba su primera víctima en tiempo real, en directo. El ciclismo entraba en una nueva época, algo cambiaría a partir de ese fatídico día. La sombra del dopaje, la peligrosidad de caer en sus redes, significará una revolución que jamás nos permitiría una vuelta atrás, hacia los felices primeros años. El 13 de Julio de 1967 dio comienzo a un camino de no retorno, que cada año que pasa se putrefacta aún más en sus propias mezquindades, en su propio cinismo, en un desarrollo de mentiras y peligros que asfixia este deporte como perdió el aire Tom Simpson hace poco más de 40 años. Todo ha cambiado, todo se ha desarrollado como sabemos. El peligro sobrevuela este deporte mucho más intensamente que un enconado y empinado descenso, que un afilador en mal momento o que unas vayas mal colocadas. El espíritu de este deporte cayó no muerto, pero herido ese día y aún prevalece tocado, cada vez más inerte en su despedida.


Todo eso seguramente no lo pensaba Simpson. Él sólo pensaba en "dar ese golpe de efecto" que le convirtiese en una estrella, lo que para él era llegar al Olimpo, lo que diferenciaba a las estrellas de los demás, hacer un gran papel en el Tour. Así comenzó el Tour, y así llegó a las faldas del gigante de Provenza. Y para ello haría lo que fuese necesario, pasando de la ética, del espíritu de la competición, y finalmente, de su salud. Tom Simpson murió porque no supo aceptar sus limitaciones. Y éstas, encima de una bicicleta eran muchas. Resistente y potente, no era un gran escalador, y tampoco un as en la lucha contra el crono. Su destino no era estar delante en el Tour, pese a que siempre tuvo ilusión con ello. Sus carreras predilectas eran otras, algunas pudo ganarlas, como el Tour de Flandes, donde se preparó a conciencia, siendo muy recordado en la zona flamenca por su exquisito trato y por el cariño que siempre tuvo a esas tierras. También fue el primer británico en conseguir ser campeón del Mundo de Ruta, y vencer en prestigiosas carreras como Milán-San Remo o el Giro de Lombardía. Pero como él decía, "el dinero y la fama los da el Tour de Francia", y ese fue su gran sueño, el sueño de una vida que acabó desgarrada entre piedras y arena.


El título del artículo refleja de forma clara su espíritu, la lucha y también la inconsciencia. La inconsciencia y la incorformidad con un destino fuera de la grandeza y la heroicidad, y fue la lucha contra natura la que le ahogó en ese destino propio. El ataque que predijo hacer en esa etapa se borró en un día negro para todos, sobretodo para sus compañeros de la selección inglesa. Cuenta Colin Lewis , que no pudo reprimir las lágrimas cuando, de madrugada, tras observar triste la cama aún sin deshacer de su compañero de habitación, el masajista de la selección inglesa llamó a la puerta. "Llegó Gus Naessens, lloraba. "Tom ha muerto, Colin", me dijo, y cerró la puerta". No sería la única visita de Colin esa noche. Otros ciclistas de otras selecciones avisaban de la redada que iba a hacer la policía de sustancias estimulantes. Aconsejaban tirarlas donde fuese, pero que no les pillasen con ellas encima. Era el pan nuestro de cada día. A la salida de la etapa siguiente, se decidió que se la llevase algún británico, en homenaje al malogrado Simpson. El designado fue Barry Hoban, con las ganancias destinadas a la familia de Tom. En esa etapa se produjo un curioso incidente, como cuenta Colin Lewis. Al hablar con ellos, el que se había postulado como interlocutor de todo el pelotón, el respetado veterano Jean Stablinski, dobló el bolsillo trasero, dejando visiblemente una caja de estimulantes. Según Lewis: "Supongo que pretendía que no eran las anfetaminas las que habían matado a Tom, pues todas las utilizaban en el pelotón".


La muerte dejó muy consternado al joven inglés, que terminó el Tour en la posición 84, sólo mejor que 4 ciclistas. Él había sido el que había dado la botella de cognac a Simpson en una de las habituales "batidas" de los gregarios sobre los bares de los recorridos, lo que se llamaba "cafe-raid", y la había encontrado por error, como aquella mítica historia de Galdeano en la que entre le tumulto que se formaba, a tientas, cogió un jamón. Muy triste, Colin declaró a la prensa en París que "no fueron las anfetaminas, o el alcohol, la culpa es de la ambición, que le hizo sobrepasar sus límites". En esa línea siguió el comentario del mecánico, Harry Hall, en el entierro, a modo de epitafio no sólo de aquél día triste, en el que llegaron gentes ciclistas de todo el globo para dar su último adiós a un verdadero gentleman, un tipo de sonrisa inquebrantable, sino también de este artículo: "El estimulante que mató a Tom Simpson se llamaba Tom Simpson".

4 comentarios:

juan dijo...

Buenísimos posts. Te los curras.

Anónimo dijo...

¡Si!. estoy de acuerdo.

Además escrito desde un lado, digamos.... humano.

Muy bueno.

Gracias por estos post.

Anónimo dijo...

Un post realmente bueno, fabuloso.

alby dijo...

Gracias a todos por vuestros comentarios y apoyo.