lunes, 14 de julio de 2008

El paso decisivo: Tour de Francia 1910


Hay momentos en la historia que se convierten muchas veces por casualidad, otras por búsqueda de desafíos, en hitos que marcarán el futuro. En el ciclismo, uno de esos grandes momentos lo protagonizó Alphonse Steines, curiosamente mintiendo a su jefe, Henry Desgranges, patrón del Tour de Francia, comunicándole que era posible pasar los Pirineos en coche, y sobretodo su lugar más salvaje en cuanto a pasos montañosos practicables: el Tourmalet. La importancia capital en el ciclismo se medirá muchos años después de que casi se despeñara por una ladera del monte entre la nieve, las rocas y los osos, se mide ahora y desde que la importancia de los puertos de montaña significan el ser o no ser de las grandes vueltas por etapas. El paso de los Pirineos, de esos puertos largos y sus despóticas pendientes se convirtió sin saberlo en lo que será el futuro, en este caso nuestro presente, del deporte que intentaban llevar alto tanto Steines como el creador del Tour. Fue el primer paso decisivo hacia un nuevo ciclismo, que quizá se puede ver bien descrito con la mítica franse del ganador de aquel año, Octave Lapize, de "Vous êtes des assassins. Oui, des assassins!" en la propia cara de la organización, después de haber pasado el Peyresourde, el Aspin(precisamente como la marcheta de ayer del Tour 2008) y el Tourmalet, y a muchos kilómetros de la meta(Bayona) en el Aubisque.



Mientras en España se pensaba en llevar al que muchos creían que sería el primer español en la salida de la carrera gala, en Francia se intentaba dar una vuelta más de tuerca a su desafío. En un momento en el que el ciclismo era visto como propio de aventureros con una tuerca de menos en la cabeza y un valor intenso en el pecho, había que buscar un doble apunte: mantener las expectativas en la carrera y desarrollar las ventas de coches y bicicletas de su patrocinio, demostrando que eran capaces de superar las peores condiciones en los peores lugares posibles. Así se buscó el reto en la cordillera del sur, siendo los altos Alpes aún un enemigo demasiado poderoso al que intentar vencer el año siguiente(con la inclusión del gigante Galibier). El Tourmalet y el Aubisque eran muy duros en comparación a los balones alsacianos, y a los puertos pre-alpinos como el Bayard, al que desde hacía muy poco ya se estaban acostumbrando los corredores del pelotón a superar. Una vez batidos los récords en ellos, como los de no poner en pie en toda la subida, o de tiempos, se necesitaba el paso adelante que suponía ascender los colosos inhóspitos pirenaicos.



Así se presentó la salida del Tour el 3 de Julio de 1910 en París, que arrancaba con la etapa París-Roubaix, como la clásica, donde abandonaría el español Vicente Blanco(no llegaría a tiempo al control de meta, mejor dicho, en el caso de que llegara como según él dijo) y donde Charles Crupelandt, un llaneador excelente que acabaría venciendo 2 años la clásica se imponía con claridad en solitario a un grupo donde estaban los dos grandes favoritos, François Faber, el luxemburgués que llevaba carne en el bolsito de delante de su bicicleta, un corredor alto y fuerte que basaba su ciclismo en la potencia, y Octave Lapize, un joven francés de 23 años que venía precisamente de ganar en Roubaix y que disimulaba su sordera intentando siempre estar en frente de las personas para poder leer los labios de lo que decían, al que en el pelotón llamaban "ricitos". Entre ellos 2 se jugarían el todo por el todo en una edición de la grande boucle marcada por el intento de la organización de controlar la carrera en busca de las habituales "trampas" en forma de subirse a coches, trenes o ir por trazados más cortos, y la ya habitual clasificación por puntos. 3 equipos en liza donde estaban las grandes estrellas(Alcyon, Legnano y Le globe) y los isolés que tenían que vérselas en solitario, más aún con una organización que endureció las normas sobre ayuda de terceros en caso de problemas mecánicos.



Las primeras etapas, marcadas por el Ballón de Alsacia coronado por Emile Georget, y donde Faber se ponía líder, y las estribaciones pirenaicas, donde el menor peso de Lapize le hacía imponerse en Grenoble tras luchar con Crupelandt el Porte, dejaban al luxemburgués primero, con cierta distancia en puntos(calculados por los puestos en las llegadas) sobre el regular Gustave Garrigou(que fue 5 años seguidos podio en el Tour, con victoria en 1911), pero una serie de desdichas del francés en la etapa precedente a la llegada de los pirineos, donde llegó con más de 1 hora perdida y muchos puntos cedidos, le dejó fuera de juego, pasando a ser segundo en la estela de Faber Lapize, que había sido 3º en la etapa imponiendo su muy buena punta de velocidad en el grupo. Así se llegaba a la etapa Perpignan-Luchon, de 289 kilómetros, la novena. Lapize se marchaba en las rampas del portet d'Aspet, dibujando su victoria en las rampas de Les Ares y llegando con casi 20 mintos de adelanto en solitario, Faber era 3º y aguantaba no obstante perfectamente el liderato. Y como también haría tras la segunda etapa pirenaica, ya mencionada, que terminaba en Bayona, y donde Garrigou se ganó 100 francos por ser el único en no dar pie a tierra en la subida del Tourmalet, y donde ganaría Lapize tras sendas pájaras de él mismo(que se había ido en solitario casi de salida y fue alcanzado por Lafourcade, que sería uno de los pioneros druidas del pelotón, y por Albini) y de sus rivales.



Así las cosas, y tras lo problemas padecidos en la etapa reina con 5 pinchazos, el Tour parecía cosa de Faber, que con controlar a Lapize en las etapas llanas podría reeditar triunfo. Pero el esfuerzo padecido en las cumbres pirenaicas le hizo mella, eso, y un constante goteo de puestos que el más rápido corredor francés le iba restando. Tras la etapa 12, sólo un punto daba la ventaja a Faber, una ventaja que cedería al día siguiente en Brest, cediendo 24 minutos sobre el ganador de la etapa, Gustave Garrigou, que volvía al podio con esa victoria. Quedaban dos etapas y Octave Lapize no iba a dejar marchar el tren del Tour, venciendo en la llegada a Caen, siendo Faber 4º a 41 minutos. La carrera estaba vista para sentencia, pero el corredor luxemburgués iba a dar cuenta de su extraordinario coraje y ambición en la última etapa, atacando en unas condiciones dantescas, con una úlcera de estómago. No consiguió su cometido, pero se ganó el aplauso de los parisinos así como del ganador, Octave Lapize. El francés devolvía la corona a su país en un Tour marcado por la aparición de lo que después se convertirá en un símbolo de todo el ciclismo, los grandes puertos de montaña. Este simpático corredor, que caería muerto en combate un 14 de Julio como hoy pero de hace 91 años, después de que su aparato fuera abatido por fokker alemán marcó, con su frase y con su esfuerzo, el devenir del Tour y de este deporte para siempre.


CLASIFICACIÓN GENERAL:

1. Octave Lapize(Fra) 63 pts.
2. François Faber(Lux) 67 pts.
3. Gustave Garrigou(Fra) 86pts.
4. Cyriel Van Hauwaert(Bel) 97pts.
5. Charles Cruchon(Fra) 119pts.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Simplemente un magnífico texto, Alby. Tan buenos como siempre. No pare.

alby dijo...

gracias por el comentario, y por leerme, el placer de recordar la historia se hace más ameno gracias a los que se asoman por este pequeño espacio. un saludo.