viernes, 18 de julio de 2008

El panadero se lleva 3: Tours 1953, 54 y 55




Le llamaban El panadero de Saint-Meén porque trabajó antes de como ciclista, amasando pan, bollos y croissants. Era un chico alto, del que René de Latour, el famoso periodista francés diría que "No tiene demasiada buena imagen encima de la bicicleta,porque tiene piernas de futbolista". Louis Bobet, llamado Louison(apodo familiar que se hizo famoso a partir del año 48 cuando le salió un forúnculo en el pie) por casi todos, no ha tenido la relevancia de la que quizá un triple ganador del Tour de Francia, y ganador del GP de las Naciones, Giro de Lombardía, Milán-San Remo, Tour de Flandes, París-Roubaix, París-Niza y Campeón del Mundo de Ruta debiera merecer. Elitista, extremadamente calculador y obsesionado con la victoria, no era un corredor de la época. Se vestía bien, iba inmaculado, incluso rechazó ponerse su primer maillot amarillo en el Tour de 1948 porque le habían facilitado uno de tela sintética, y sólo quería llevar la prenda de pura lana, y no tenía ese aspecto duro de los corredores con los que compartía cartel, tanto en Francia, como en el extranjero. Nacido en una localidad bretona, no tenía nada que ver con el también bretón Jean Robic, pequeño, achaparrado y dado a frases socarronas e intervenciones rudas, ni tampoco con el rocoso y sincero Raphaël Geminiani, con el que se enfrentó mil y una veces, pero que acabó siendo uno de sus mejores compañeros en el equipo francés.


Conocido por su tremenda mentalidad, que al comienzo de su carrera le hacía ponerse a llorar si no conseguía sus objetivos en la carretera(las famosas "bobettinas" de La Bobette), no tardó mucho en demostrar el enorme potencial que tenía. Subía bien, fantásticamente, sin llegar a la capacidad de un Coppi al que sufrió en sus primeros años, pero de una manera elitista que le hacía característico en sus ataques. Tampoco era el mejor rodador belga, pero cuando rodaba concentrado era un llaneador y contrarrelojista magnífico. Pero si algo salía mal, adiós. Incapaz de sobreponerse, Bobet era tragado por una mezcla de presión exterior e interior, y daba al traste con sus expectativas. Así ocurrió hasta el Tour del cincuentenario en 1953. En 1948 ya había ganado etapas, y en 1950 había claudicado ante el burro Ferdi Kubler, que le amargó su cabalgada por el Izoard gritando "¡cerdo francés!" por los valles en su busca, y que le había aplanado a muchos minutos en la etapa de Nimes persiguiéndole por todo el pelotón a su rueda hasta que le llevó a la cabeza y le atacó. Las cabalgadas por el Izoard, precisamente se convirtieron en su sello de identidad, con su frase "los grandes siempre pasan en solitario por el Izoard", como él haría en varias ocasiones, y como haría Coppi. Convirtió el paisaje lunar del mítico puerto en su lugar vital, donde ganó con rotundidad dos de sus 3 Tours de Francia, en la habitual llegada a Briançon.

Pero tenía que controlar las adversidades, no venirse abajo a las primeras dificultades. Y fue la experiencia la que le ayudó a ganar ese Tour de 1953 con salida en Estrasburgo, el año en que se distinguió por vez primera el maillot verde. Tras un paso por los Pirineos en el que sobresalieron dos nombres, Jesús Loroño(y su mítica etapa escapado desde el Aubisque) y Jean Robic, el propio Robic se ponía líder de la prueba capitaneando a un equipo regional francés, algo humillante para las rutilantes estrellas del equipo de Francia, Dotto, Gem y Bobet, así que se dedican a intentar de cualquier manera acabar con su reinado. Y lo consiguen con una fuga, pero le regalan el liderato a Mallejac del mismo equipo. Tendrá que ser el propio Louison en persona el que ponga orden en una clasificación general que iba a dar un vuelco impresionante tras su exhibición en los Alpes, atacando en las faldas de Vars junto a Loroño, dejando a éste y acabar ganando tras ascender el Izoard en solitario después de haber dado caza uno por uno a los integrantes de una escapada-bidón. El líder, junto con il vecchio Bartali y Geminiani perdían más de 10 minutos. El Tour estaba en el bolsillo, no sin antes ganar la última contrarreloj en Saint Ettiene.


El año siguiente elegirá de nuevo los Alpes como lugar de operaciones para la consecución del segundo, comandando a un equipo francés unido y poderosísimo. Después de unos pirineos comandados por un joven apellidado Bahamontes y que veían la gran forma de nuevo de Malléjac, que acabaría 5º. El gran rival sería Kubler, que se imponía en el macizo central. Pero de nuevo en Briançon, de nuevo en el Izoard, pero con Laffrey y Bayard como entrantes, Bobet volvía a mostrar su rostro más concentrado y seco, dejando a todos y relegando a Kubler a 2 minutos en la etapa, y más lejos en la general. Como el año anterior volvía a ganar la última contrarreloj para establecer las diferencias finales con el suizo, que llegaban hasta los 15 minutos en la general. Y así, con el maillot de campeón del Mundo y como máximo favorito, llegaba a la edición de 1955, en la que el belga Jean Brankart, el joven escalador Charly Gaul, y un molesto y doloroso forúnculo en la entrepierna iban a intentar interponerse en su camino hacia el récord de Philippe Thys de 3 victorias. El que empezaba mojando en la primera etapa era Miguel Poblet, y rápidamente se ponía líder, gracias a una escapada, Antonin Roland, que en pincipio contaba poco para la General.

Pero tras el paso de los Alpes, protagonizado por un Gaul en solitario en la etapa de Briançon, pero que no pasaba por el Izoard(escapado desde Aravis y coronando Telegraphe y Galibier y llegando a meta con casi 14 minutos de ventaja) y por Geminiani que vencía en Mónaco tras atacar en la Turbie, Rolland apenas había perdido 2 minutos de su renta de 13. Pero su momento iba a llegar a partir de la llegada a Avignon, tras el paso por el Mont Ventoux. En la falda de la cima pelada atacaba Bobet, dejando frito a un Rolland que en todo caso aventajaba a otros favoritos en meta, pero después de ver cómo le reducía el bretón 6 minutos. El paso por el macizo central tranquilizaba la guerra, que se desarrollaría en los Pirineos, donde de nuevo el escalador luxemburgués, el ángel de las montañas, se imponía tras coronar Aspin y Peyresourde en solitario. Bobet había saltado después, y recuperaba el liderato ante un Rolland que perdía casi 9 minutos respecto al francés. Gaul se acercaba peligrosamente, siendo ya 4º, y el belga Jean Brankart, de menos a más, se ponía 5º, venciendo al día siguiente en la llegada a Pau a un selecto grupo con Bobet soldado a su rueda, el día en que el Tourmalet fue coronado por Miguel Poblet.


Sólo quedaba la última contrarreloj, dura, de 68 kilómetros. Brankart, pistard y campeón de Bélgica de persecución se imponía, con Bobet perdiendo 2 minutos en un sufrimiento terrible por mantenerse encima de la bicicleta. Rolland se iba hasta los 9 minutos de pérdida, perdiendo el podio a favor del belga y de Gaul, que se defendió como pudo ante las acometidas de Fornara, que también había terminado muy fuerte el Tour, finalmente 4º. La llegada a París fue una fiesta para coronar al héroe francés. Un corredor que después haría 7º en otra edición, y segundo en el Giro de 1957, el que ganó Nencini y que pudo ganar Gaul y perdió por pararse a orinar en una de las etapas decisivas, que terminaba en Trento pasando por el Bondone, y que también ganaba Miguel Poblet. Bobet se acabaría retirando junto a su hermano cuando fue atropellado por un coche en 1960, poniendo fin a sí a su etapa profesional. Se dedicó a los tratamientos médicos con aguas marinas, siendo uno de sus precursores hasta su muerte por cáncer en 1983, su hermano, Jean, mucho menos talentoso, se hizo famoso como periodista deportivo, y escritor de libros. En el Izoard hay una placa conmemorativa al esfuerzo de Coppi y Bobet, amigos entre ellos, que hicieron grande ese paso.

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