miércoles, 7 de mayo de 2008

La grandeza no renuncia al Giro.


En el ciclismo, como en la vida, hay una serie de interrogantes que muchas veces tiene una nimia importancia pero que llevan mucho a la forma de pensar de cada uno...¿qué fue antes el huevo o la gallina?, todos lo hemos escuchado. En el ciclismo esto significaría: la grandeza de los ciclistas y de las carreras a quién le fue otorgada primero, ¿fueron los ciclistas los que hicieron grandes las carreras, o fueron las carreras las que hicieron grandes a los deportistas que en ellas competían? Como casi siempre, es una respuesta confusa y poco clara lo que puede farfullar nuestro cerebro a ésto. Muchas carreras han tenido grandes participaciones y no han sido nada, y muchos ciclistas han participado en grandes carreras y sus nombres ni siquiera nos han trascendido. Es muy probable que una mezcla de ambas cosas haya sido la culpable de que unas carreras y unos ciclistas hayan sido tomados como legendarios, y muchos otros no. En estas fechas, cuando llega Mayo y las clásicas aún permanencen en nuestra memoria titineantes, aparece ante nosotros una de esas carreras legendarias que con su propio paso, con su propia personalidad, se ha convertido en algo más que un referente, se ha convertido en algo indispensable, sin lo que no podría seguir el calendario por mucho que lo intentasen. Por supuesto me estoy refiriendo al Giro de Italia.



La primera grande, que pasó durante un tiempo siendo la segunda, y da igual si fuera la tercera. Es lo mismo porque el carácter de la corsa rossa es único, y es precisamente éso lo que le diferencia de otras carreras, grandes o pequeñas. Se podrían ocupar varios artículos hablando del nacimiento de una criatura cuyo padre, Armando Cougnet, sacó del anonimato y de los problemas y cuyo padrino, Vicenzo Torriani, convirtió en la mágica travesía que es hoy, siendo uno de los grandes negociadores del ciclismo, y uno de los más controvertidos, con grandes decisiones unidas a recorridos ridículos o interesados. Pero esa no es la intención de nada de ésto. El Giro de Italia es grande porque es de Italia, en ningún otro lugar seguramente esta carrera sería nada parecido de lo que fue y de lo que es. El país transalpino es uno de los países del ciclismo por antonomasia, y junto a Bélgica y Francia el primer motor que desarrolló la capacidad profesional de este deporte. Curiosamente, es Italia la nación que ha conseguido cierta regularidad en su nivel ciclista, que evidentemente varía en cada época, pero que no tiene dientes de sierra tan evidentes como los bajones y crisis francesas(en la actualidad) y belgas(sobretodo en corredores de grandes vueltas).



En todo caso Italia está claramente impregnada, y su ciclismo también, de la capacidad de la exageración. Italia, la exagerada Italia. La de los Montesco y los Capuleto, Coppi y Bartali, Moser y Saronni. Con su carrera que es capaz de pasar de ser un duelo de titanes escaladores con puerto tras puerto, a ser una competición entre sprinters y contrarrelojistas en su lucha por los segundos. El Giro siempre ha sido una competición de todo o nada, una carrera que se ha desarrollado entre las etapas llanas más aburridas gracias al piano piano de los cappos velocistas del pelotón y los espectáculos más arrolladores, con los mitos del Gavia del 88, o la subida al Bondone de 32 años antes, entre tantas otras. Una competición donde casi siempre los grandes han rendido tributo a la importancia del país que la vio nacer, donde el héroe italiano de turno se enfrentaba a sus rivales a muerte, a la máxima expresión de sus fuerzas. Los sucesivos campionissimi: Constante Girardengo, enfrentado a los Pélissier, Alfredo Binda que no tenía muy buena relación ni con Girardengo ni con Bottecchia, el "malo malísimo" italiano que era así de malvado porque prefería correr el Tour de Francia a la carrera patria, Fausto Coppi y Gino Bartali con Magni de invitado, Gastone Nencini contra la pléyade de extranjeros, Gianni Motta, Felice Gimondi contra Merckx y Fuente, o mejor, Fuente contra todos los demás, Moser y Saronni. Chiapucci y Bugno, contra un extraterrestre.



Todo eso concentrado en una carrera que el año que viene cumplirá 90 años. Y que comenzó como una forma de ganar prestigio y dinero de la Gazzetta, además de aplacar los ánimos del Corriere della Sera, que empezaba a hacerse un hueco con carreras de automóviles. Una carrera en la que poco se puede escribir este año de nuevo, pero que no por repetido se convierte en olvidable. Algunos de los puertos, de las costas y de los pueblos que se recorrerán este año nos llevarán, como todos los años, por las gestas de antaño, por los héroes del ayer, que hoy vemos bajo el trasluz relajado y glorioso que deja atrás el tiempo pasado. Algunos, como el Passo di Giau, el de Pordoi o el Gavia, nos recuerdan gestas de tiempos inmemoriables, de la dama bianca en la llegada esperando a su querido, a los gregarios de Fiorenzo Magni agarrando del culotte a su líder para no perder ni un gramo de fuerza, a las luchas entre italianos, las bajadas milagrosamente a salvo de Gastone Nencini, la nieve de Mayo en la maglia rossa... otros como el Mortirolo, o Plan de Corones, luchan en la historia por tener un lugar relevante, para entrar en el libro que sólo los más grandes en los lugares elegidos escriben su gloria. En Italia, como pasa en muchos lugares del Tour de Francia o los monumentos del ciclismo, se puede olisquear, se puede sentir el pasado, el alma de este deporte.



Y ante eso es difícil mantenerse al margen, mantenerte en un plano en el que tan sólo el palmarés y la preparación, términos que muchos creen se inventaron allá por los años 90 pero que llevan docenas de años en el ciclismo, tienen importancia en tu carrera ciclista. Algunos lo consiguieron y lo consiguen, pero todo tiene su precio. Lance Armstrong nunca quiso reverenciar al Giro de Italia en su plenitud. Tenía otros objetivos más importantes. Por eso si es en algo el mejor de la historia, sería en la historia de carreras en concreto, jamás del ciclismo en general. Porque el ciclismo, como siempre digo, recibe de su historia su activo más valioso, y al hilo de sus leyendas construye, o mejor, debería construir el futuro. Y los grandes, y la grandeza, siempre ha pagado un peaje en la carrera italiana. Y en muchas ocasiones se ha llevado mucho más de lo que había apostado. Así se puede entender que un corredor como José Manuel Fuente, el tarangu, sea más recordado en Italia, donde era un héroe, que en España. O cómo corredores de la talla de Eddy Merckx, Hugo Koblet, Jacques Anquetil, Rik Van Looy, Bernard Hinault o Miguel Induráin hicieran grande, y se hicieran más grandes, rindiendo tributo al Giro de Italia.



En todo caso el Giro no necesita de homenajes no sentidos para ser una carrera única. Al contrario que la Vuelta a España, tiene una personalidad clara y evidente que la propia historia ha ido apoyando y asentando, sin necesidad de publicidades cicateras ni de lustrosas pomposidades. El Giro de Italia es la carrera de los italianos, y por eso es lo que es y ha sido lo que fue. Y en gran parte el orgullo de ello reside en su propia autoproclamación. Porque la necesidad de respaldo no es tanta cuando existe una seguridad en el ser, en lo que se ha sido y en lo que se será. Ahora bien, que cada cuál sepa qué camino quiere seguir dentro del ciclismo. El Giro siempre se reserva su histórico derecho de admisión, esta carrera, por su carácter y su importancia, no perdona, el éxito sólo está reservado para aquellos convencidos de lo que quieren en ella y tienen la valentía de mostrarlo. La leyenda espera, para el que quiera tomarla. Por eso la grandeza no renuncia al Giro, por eso, la importancia de esta carrera es la impronta del propio ciclismo, por eso la llama del Giro de Italia sigue centelleando en las mentes de casi todos los aficionados, y lo seguirá haciendo, mientras el mes del Giro siga su curso. Benvenuto Maggio!


2 comentarios:

David dijo...

Muy grande el artículo. Has conseguido en diez minutos meterme más ganas de ver el Giro de este año que todas las cuñas de eurosport juntas.

Supongo que conoces la página www.Museociclismo. Estuve investigando el otro día y descubrí que hasta 1950 no lo ganó un extranjero y que Fritz Schaer, que se puso de rosa en la 2ª etapa, ¡era el segundo líder extranjero de la histora! y eso que llevaban ya 33 ediciones.

Me ha encantado la referencia al Tarangu, que tan poco se le valora en este país pese a tener un palmarés tan espectacular en tan poco tiempo. En Italia también se reconoce más a Lejarreta que aquí. Será que nos llevan 50 años de ventaja en esto de dar pedales.

alby dijo...

gracias por tu comentario.

El Giro es un hito dentro del calendario, su grandeza es evidente. La crisis del ciclismo le ha afectado, pero sigue siendo con diferencia la grande más espectacular, a pesar de las "bajas" participaciones de los últimos años. Buenos recorridos, búsqueda de equilibrio entre la historia y el futuro, y respeto, mucho respeto a los mitos hacen del Giro lo que vemos, una carrera que no está en la decadencia de la Vuelta(que lleva 50 años en decadencia).


El primer ganador internacional del Giro además no es precisamente un cualquiera, Hugo Koblet es uno de los grandes de este deporte. Inaugura los 50 en ese periodo de las "2 K", él y Kubler, que tuvieron excelentes resultados a principios de la década de los 50, cada uno con su estilo. Koblet tuvo mala suerte y una vida que no benefició a la práctica del ciclismo, Kubler fue un corredor muy respetado y querido, pese a sus bravas formas.

Fuente en Italia era italiano, como lo fue uno de los que hablaré muy próximamente que era Miguel Poblet. Odiado y después olvidado en España, uno de los mejores en Italia. El caso no es que nos lleven 50 años, es que en España la cultura de la necesidad de ser victorioso para ser algo está muy arraigada. Fuente no gano el Giro, ni el Tour. Además tenía un aspecto enfermo y era directo y sincero. Esas condiciones no son las mejores para que alguien se haga famoso. Simplemente hay que mirar el ejemplo de Bahamontes y Perico, los más queridos del pelotón español de los últimos 50 años, para ver lo que gusta en nuestro país.