lunes, 10 de septiembre de 2007

¡Perico!, un grito unánime


El protagonista del post de hoy es, sin lugar a dudas, el corredor español perfecto, el ciclista popular por antonomasia, el hombre que tantas y tantas tardes mantuvo a millones de espectadores pendientes de la televisión en esas calurosas tardes de Julio, y también en aquellos frescos días de Abril y Mayo. Un hombre que conquistó tan ansiosamente el corazón de los aficionados de su país, que revitalizó una carrera que parecía abocada a las victorias de "completar palmarés" y a sprinters ávidos de buenas clasificaciones generales y dominios de clasicómanos completando su pico de forma. Un hombre que llegó a la cima, y consiguió sin embargo que en su declive, se le asociase de forma evidente con otro gran campeón que surgía. Este post simplemente intenta desgranar los motivos de ello, de que Pedro Delgado Robledo, se covirtiese en el único corredor español intachable por todos.


Segoviano de nacimiento, de familia muy normal, de esos mediados de años 60 de progreso en los que creció, Pedro comenzó a montar en bici como una afición, realmente como algo más. Devoraba el tiempo con sus modestas bicicletas, que fue renovando en cuanto pudo con los ahorrillos que conseguía vendiendo periódicos en sus primeros días de juventud. Era un joven español más, un chico corriente que cuando subía en su máquina se convertía en un peligro para sus rivales. Seguramente soñaba con emular a José Manuel Fuente o a Luís Ocaña, que en esos momentos batían el cobre a Eddy Merckx, el caníbal, que hacía casi siempre estéril la quijotesca lucha de los españoles contra él. La España ciclista vivía emocionada y dividida, Luis Ocaña había nacido en Priego, pero realmente decían que su corazón era del rival francés, y los KAS, que siempre llevaban en el pecho la brega y la lucha de los escaladores. Eran grandes ciclistas, que lucían nuestros colores en el extranjero, y que lo intentaban en la carrera patria, pero muchas veces sucumbían. Su grandeza, la importancia de sus gestas nunca tuvo el eco que merecían, Nunca la tuvieron y siguen sin tenerla. Es muy probable que el público no estuviese preparado para ello, no le diera una importancia que en España no se entendía.


Porque España ha tenido grandes generaciones, pero siempre han tenido sus más y sus menos, incluso con los aficionados. La primera gran generación, la de los finales años 30, con VicentucoTrueba, con Julián Berrendero, con Mariano Cañardo, con Federico Ezquerra, fue doblada por la Guerra Civil, y en muchos casos vilipendiada por la prensa, que les consideraba más unos buscavidas egoístas que unos héroes de la patria. La importancia de la prensa, de las informaciones, imponía de forma casi tan feudal su opinión como el nuevo régimen en la vida de los españoles. Por eso la segunda generación, que había crecido en las miserias de la posguerra, con Federico Bahamontes y Jesús Loroño como puntas de lanza enfrentadas, tampoco consiguió una recuperación de la popularidad total del ciclismo español. Que los aficionados de uno y de otro se enfrentasen en las cunetas mientras ellos casi llegan a los puños en varias ocasiones tampoco hacía mucho en favor de la unión. Mucha culpa es de Bahamontes, aunque él siempre diga lo contrario. Su manía persecutoria ante corredores que pudiesen hacerle algo de sombra, como el propio ciclista vasco, o Bernardo Ruíz, o Antonio Suárez, o sobretodo Miguel Poblet, al que todos(incluída la prensa) tachaban de correr de una manera egoísta y poco heroica, hizo que la afición se dividiese, y realmente conseguir que la selección que se unía en las grandes citas no fuera nada sino un guirigay.


En esta situación, después de la retirada de otros ilustres como Julito Jiménez, otro demasiado olvidado en la actualidad, y Fuente y Ocaña, comenzaba quizá la generación más brillante de la historia ciclista española. En diversos puntos del país estaban creciendo los ciclistas que por fin llenarían de forma total el corazón de la afición española, con un liderazgo unánime con Pedro Delgado. Nacidos desde mediados de los años 50, los José Luís Laguía, Alberto Fernández, Marino Lejarreta, Álvaro Pino, Ángel Arroyo, Pedro Delgado, Peio Ruíz Cabestany o Eduardo Chozas serán los abanderados de la generación de oro, del "boom" del ciclismo en España, los corredores que engancharon a mucha parte de la juventud contemporánea, y a los aficionados anteriores divididos. Ellos, junto un gran trabajo de los directores deportivos jóvenes que empezaban sus carreras mimando las canteras y los equipos de promesas, consiguieron que la nueva generación creciera hacia delante sin complejos, o con los complejos más minimizados, lo que dio un grupo de ciclistas más completo y con muchas más posibilidades. Pese a todo, pese a que muchos de esos directores traían ideas modernas y menos pre-concebidas, fueron los escaladores los que tomaron la mayor relevancia.


Los primeros 80 llegaban con Lejarreta y Arroyo tomando las riendas de la generación. Mientras el junco de Bérriz se hacía con la Vuelta a España de 1982 por descalificación de Arroyo por positivo, era Arroyo el que llevaba las ilusiones al Tour de Francia un año después consiguiendo un segundo puesto brillante. José Luís Laguía martilleaba en la montaña con su colección de maillots de la Vuelta, y otros como Chozas apelaban a la casta, a la clase y a la versatilidad para marcarse cabalgadas imposibles y culminarlas con éxito. Perico, como todos ya le llamaban era un corredor que todavía no estaba hecho. En el Tour había llegado a despuntar, así como había sido amarillo en la Vuelta, pero le faltaba fondo. Varias caídas además le impidieron brillar. Pero justamente fue lo contrario lo que le llevaría al éxito. Su progresión fue una carrera de fondo, con su calidad como base. Fue mejorando, fue puliendo detalles que le hicieron más fuerte, y venció en Luz Ardiden en una etapa apoteósica, aguantando a los escaladores colombianos bajo la niebla. Ese corredor, que acababa de ganar la Vuelta a España tras uno de los finales más extraños, misteriosos, espectaculares y, según algunas voces, compinchados de la historia, estaba casi preparado para dar el salto, para intentar lo máximo, que en España fue, es y seguirá significando Tour de Francia.


Corredor sencillo, totalmente opuesto a esos mocetones setenteros que en España no cuajaban, pero también opuesto a esos míseros escaladores que sólo buscaban su bien económico, Pedro se hacía notar con una simpatía personal que enganchaba. Su terreno era, como no, la montaña, un escalador de los que arriesgaban, de los que daban hachazos a lo Julito, duros. Se estaban juntando los que finalmente fueron los ingredientes del éxito tanto deportivo como popular. Naturalidad y naturaleza agradable, de hombre normal, de tipo cercano al espectador, escalador, de los que además gustan por el espectáculo, joven, rivalizando con los grandes corredores internacionales y consiguiendo éxitos notables, afable con la prensa, de esos momentos de su primer Tour en los que se ofrecía directamente a los periodistas para charlar sobre lo que era la carrera en el Reynolds de Ángel Arroyo. Tan sólo el propio Arroyo podía ser el detonante de que este proyecto de joven exitoso se fuera al traste. Pero Ángel Arroyo demostró ser demasiado irregular, y las fiebres que le machacaron acabaron con su carrera. Dejó de contar. Cuentan las malas lenguas que su relación nunca fue realmente buena. Parece que había bastante competitividad entre uno y otro. Y la carrera de fondo que antes me refería la ganó claramente Delgado, su momento estaba llegando.


Y lo hizo, ganó el Tour. Previo paso por equipo holandés de moda. Lo consiguió tras dominar claramente la carrera, tras un problema con un medicamento en el que él nunca pareció culpable. Estaba en la cima, la gente estaba con él, todos estábamos con él. Un corredor espectacular, que no renunciaba a jugar sus cartas, y que encima cometía despistes que le hacían mucho más popular, todos recordamos su imagen con un paraguas protegiéndose de la lluvia, o hablando por uno de los pocos teléfonos móviles de la época con nosesabequién en medio de la etapa. Esa forma de ganarse al público, a todos, fue única, y es lo que le faltó a la frialdad de Miguel Induráin, por ejemplo. Perico caía bien fuera de la carretera, y en la carretera era un espectáculo, con su forma de bajar con el culotte casi rozando el tubular trasero. Muchos le llamaron "el loco" por aquello. Y su halo se hizo mítico en Luxemburgo. Nadie sabe qué hubiese pasado en caso de no perderse en las calles del gran Ducado. Pero su popularidad ha traspasado el ciclismo. Ese despiste es una leyenda popular dentro del deporte español.


Y en el ocaso de su carrera, cuando ya sabía que no podía subir de forma tan eléctrica como antes, se dedicó a enseñar los gajes del oficio a un joven grandullón navarro del que decían ganaba carreras en solitario sin ni siquiera atacar, tirando a bloque se quedaba sólo. Ese corredor, que sería el gran campeón español del futuro, tuvo el apoyo de Perico, que en todo momento se mostró profesor del alumno, tanto en la carretera como en sus declaraciones. Mientras su final se hacía más evidente, unía sin embargo su nombre al de un hombre que rompería todos los registros. Hasta para eso Perico hizo perfectas las cosas. Es de los pocos ciclistas que han conseguido en España que todo un pelotón español se callase las referencias y le ayudasen en la sierra de Madrid ante un equipo Peugeot absolutamente distraído y después incrédulo. Posiblemente no fue un corredor más talentoso que Induráin, o que el propio Luís Ocaña, o no subía con la capacidad de Bahamontes, pero sin lugar a dudas, Pedro Delgado, "Perico" para la afición, fue el corredor de todos.

8 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta el titular, pasaba la vuelta en primavera, al lado del colegio, nos dejaban 5 minutos para verlo desde la ventana, todos los niños del colegio gritabamos: ¡Perico! ¡Perico!

Anónimo dijo...

Estoy leyendo desde el principio todas tus historias y me quedo embobado. Ver que vas a seguir escribiendo me alegra!

Anónimo dijo...

Gran relato Alby...

Hoy por cierto han hablado de Arroyo en la sección de "retirados" que ha puesto este año en marcha tve con motivo de la vuelta a españa... en cuanto a Perico pues poco más que comentar, uno de los grandes encima de la bici sin ninguna duda... además como comentarista da un puntito que otras muchas cadenas con retrasmisiones de ciclismo ya quisieran... a mi me comentaron que al final de su carrera "racaneo" un poco y Miguel no se beneficio todo lo que pudiera haber sido de Perico, vamos que Perico iba por libre teniendo a Miguel con serias opciones de ganar el tour o incluso teniendo a Miguel con el maillot amarillo, de hecho siempre habia creido que su relación no es tan buena como se pinta en televisión y demas.

Un saludo

Karpas dijo...

Hola.
He llegado a tu blog empalmando desde el blog de Sergio.

No viene nada mal leer post de este estilo, y recordar viejos tiempos.

Sigue asi!!!

Saludos.

alby dijo...

gracias por vuestros comentarios.

valen: agradezco tus palabras, sí, en la medida de lo posible voy a seguir escribiendo historias, espero que las próximas te gusten como las anteriores.

álvaro: la relación entre Miguel y Pedro yo siempre he pensado que se nos dio una imagen por la televisión que no era así. Pongo un ejemplo. En esta Vuelta hemos visto a Igor Antón y Samuel Sánchez como dos verdaderos amigos, tratándose como tal. Sin embargo, las relaciones entre Miguel y Perico nunca fueron tan cordiales, en parte por la forma de actuar de Induráin en parte porque seguramente les unió el respeto más que otra cosa. Eso sí, la forma de posicionarse de Perico como protector de Miguel siempre me ha parecido única, publicitándose incluso en su retirada.

karpas: pues espero que sigas este blog en sus andanzas y malandanzas. Gracias por el apoyo.

un saludo

juan dijo...

Sique así, me lo paso de fenómenos leyéndote.

¿Por qué razón se perdió Perico en Luxemburgo? ¿Por qué saltó la valla? ¿Qué hacía mientras salía el resto? ¿Lo ha dicho alguna vez?

alby dijo...

gracias por tu apoyo Juan.


Sobre lo de Perico... se habla de la presión. Estaba nervioso, habían llegado en jet privado Mario Conde y Arturo Romaní, iba a salir con el maillot y sabía que un puesto era importante. En ese Tour piensa que la organizacion no había dispuesto de lugares con cabras y tal para calentar de forma tranquila y privada para los equipos. Aquello estaba lleno de periodistas, aficionados VIP y curiosos, y por eso decidió marcharse de esa zona(a partir de ese año el Tour cierra la zona de los equipos para que no ocurra de nuevo) y subir un repecho que había unas calles más al norte para hacer piernas, además algunos que habían terminado ya le comentaron alguna cosilla.

Luego está el tema del tiempo, que lo controló mal y por eso llegó tarde. La versión oficial es que "él creía que tenía tiempo de sobra". La versión extra-oficial es que el reloj que les había dado a todos Mario Conde de publicidad de Banesto, de plástico malo, se había parado y por eso llego tarde.

juan dijo...

Jajajaja, qué bueno, seguro que fue por el reloj del Banesto.