miércoles, 15 de julio de 2009

Por un puñado de circuitos


Antes de nada, pedir disculpas por el abandono momentáneo del blog. Lo siento pero no dispongo de todo el tiempo que quisiera para dedicarle a escribir y re-vivir el ciclismo. En todo caso, las historias ya contadas ahí están para quién las quiera consultar, al menos queda eso. A la espera de poder de nuevo escribir de lo que realmente era el ciclismo, los grandes momentos y los grandes nombres, no se puede quedar sin comentario el insulto público al que nos sometieron, sobretodo a los aficionados y demás interesados en este deporte, los propios ciclistas en la jornada de ayer en el Tour de Francia:

http://www.as.com/ciclismo/articulo/ciclismo-paripe-pinganillo-indigna-organizacion/dasclm/20090715dasdaicic_2/Tes


En pocas palabras: la mayoría del pelotón no quiere correr ya sin el famoso "pinganillo", o emisora de la que reciben no sólo esa información para la "seguridad", sino las instrucciones y tácticas que quiera su director en cada momento. Y la protesta acabó en una huelga de "piernas caídas" y una etapa sin historia, al sprint y sin lucha más que de los pocos que no estaban en lo que comunmente se llama "el ajo". Con lo que ello significa para el Tour de Francia, la carrera más insigne del ciclismo, la más conocida de todas ellas, la que más publicidad genera, la que más expectación concurre. Dice el dicho sobre esta carrera "Se espera durante todo el año el comienzo del Tour, y luego pasa muy deprisa". En un día como el de ayer recordé esas palabras. El Tour de Francia representa mucho más que una competición ciclista. Representa un país, una tradición, unos valores y sobretodo representa económicamente casi en su totalidad la viabilidad de muchos equipos y sus patrocinios. Representa normalmente la única competición deportiva principal que se disputa en este mes, con lo que ello es: más posibilidades mediáticas a sumar a las ya reconocidas por su trayectoria y prestigio.


Representa, junto con algunas etapas del Giro y las grandes clásicas, la mejor comunión entre profesionalismo ciclista-patrocinadores-afición. La gente se vuelca con una competición centenaria, respetada por todos y seguida como ninguna otra. No es lo mismo protestar aquí que en la Ruta del Sur, en definitiva, por motivos más que de sobra: económicos, de patrocinio, de la propia afición y de imagen. Y más si el motivo es mantener un aparato tan poco representativo del ciclismo. O mejor, tan poco representativo de esa unión afición-ciclismo profesional. El "pinganillo" no es más que un aparato que tiene muchas utilidades, que muchas de ellas son positivas(más información, más seguridad a tiempo real) y que en cuanto a las negativas se debe contar con que ha creado una generación(con honrosas excepciones) de ciclistas irracionales, de robots de la bicicleta. Peones sin valor ni voz ni voto, que simplemente cumplen lo que les ordenan en la cadena de mando. No son pocos los que culpan el uso(que no el instrumento en sí), con toda la razón, de que el ciclismo se haya convertido en lo que es hoy: un deporte cada vez más monótono sometido a la férrea disciplina de los que conducen los coches, así como de los voraces pelotones.


Sería quizá incompleto culpar a este artefacto de todos los males del ciclismo, incluso sólo de los males estratégicos o tácticos de las carreras. Carreras bloqueadas han ocurrido siempre, con o sin pinganillo. Pero sí que es cierto que han entronizado la voz del director, ya no se necesita carácter como lo tenían los Geminianis o Langaricas de turno para controlar a los ciclistas propios y buscar el bien para el equipo, ahora con una simple orden unidireccional desde el coche ocurre lo que éstos desean. Y lo peor: han convertido al pelotón en general en una masa maleable que atiende a todos los condicionantes que le ordenan, sin atisbos de pensamiento propio, sin rechistar, sin razonamiento ni opinión personal. Eso es lo que se colige de los hechos de ayer, del lamentable espectáculo que perpetraron en la carrera-mito del ciclismo, por un nimio y polémico aparatito. "Si nos quitan el aparato que nos dice como comportarnos, nos enfadamos y la montamos." Y lo hicieron. Y a todos los demás se nos quedó la indignación, el estupor de ver cómo unos profesionales dependientes en vez de luchar por su independencia, peleaban por sequir siendo dependientes.


Y como digo, muchos aficionados hacen el paralelismo "pinganillo-problemas del ciclismo" que no es tampoco correcto. Es cierto que el pinganillo no hace bien al espectáculo táctico, a la independencia ni a la espontaneidad o autenticidad de las decisiones de los ciclistas, que se convierten en simples trabajadores de cadenas de montaje. Un reducto perfecto para el "amarrateguismo" y el bloqueo generalizado de las carreras por parte de los interesados. También es cierto que es algo positivo por otros lados y en otros usos, y no necesariamente su supresión es beneficiosa, ni la panacea de que sin pinganillo el ciclismo volviera a ser el deporte que fue. Lo que no es de recibo es actuar como lo hicieron los ciclistas, los propios ciclistas. Sobretodo de cara al aficionado, que de primeras es siempre reacio a la utilización de este instrumento, y que lo demoniza por término general. Pone un muro de distancia, y el aficionado es la base del profesionalismo, y más en el ciclismo. Los ciclistas han perdido una importante oportunidad de volver a ser valorados, de dar un golpe en la mesa en busca de un status que han perdido en los últimos tiempos por su propia incapacidad para decidir lo mejor para ellos mismos, independientemente de los intereses comerciales, de directores, de aprovechateguis, galenos, organizadores, etc.


El Tour de Francia ayer se convirtió en una romería, y ya venía bajo sospecha gracias al bloqueo absoluto del equipo Astaná, la falta total de iniciativa por parte de otros equipos y supuestos favoritos para la carrera y la vuelta de un dominador que por regla general ha representado parte de los peores años del ciclismo, no por su falta de esfuerzo o por sus incontestables victorias, sino por ser el claro ejemplo de carrera controlada, de carreras sin sorpresas, sorpresas que en mucho han motivado la gesta y la base del ciclismo épico, que es el que ha creado la afición, que no se olvide. Lo que estaba bajo sospecha se concretó ayer, en una postura para muchos(entre los que me incluyo) incomprensible por parte de los ciclistas, en una postura que atentó contra su propia imagen, ante aficionados, organizadores del Tour y sobretodo afición. El día de Francia, el día de la toma de la Bastilla, habitual día para el espectáculo y el regodeo y esplendor del ciclismo francés que, por supuesto, sí estaba a favor de quitar el pinganillo. Sólo vimos una farsa, protagonizada por los que más tendrían que ganar en caso de acabar con esa dictadura de un trozo de plástico con circuitos. Todo fue por éso.

2 comentarios:

juan dijo...

Completamente de acuerdo contigo, alby. Ahora ninguno piensa en arriesgar si no las tiene todas consigo. El cuerpo humano no es un fórmula uno y los directores de equipo parece que se han creido que sí lo son. Y los corredores dan la impresión de estar condicionados por su entorno y de no discurrir con normalidad, el pelotón del otro día parecía un rebaño.

Se merecen que surja un "pereiro" en una etapa intrascendente, que luego no puedan reducir toda la ventaja que le regalaron por ser un "no favorito" y que llegue triunfante a París.

PD: siempre es un placer leer el verbo "colegir".

alby dijo...

Gracias por tu comentario.

Y menos mal que en los Alpes hubo movimiento por parte de un equipo(Saxo Bank), porque la subida al Ventoux fue muy descafeinada y ni mucho menos lo que se esperaba. Mal Tour en líneas generales.