martes, 29 de mayo de 2007

Parte I: Fede, un ciclista buscavidas



París, velódromo de Saint Denis, un día soleado de 1959. Federico Martín Bahamontes concluye la etapa entre Dijon y la capital gala en el puesto 59, el penúltimo en el pelotón. El sprint jamás fue lo suyo. Los llaneadores, esa tropa de robustos ciclistas de más de 1.80 y muslos como piedras son los que se la juegan, esa no es su guerra. El ganador ese día es Joseph Groussard, un bretón que por primera y última vez ganará una etapa del Tour de Francia. Dentro de su modestia, el cazaetapas francés defiende los colores de su extraño equipo para la carrera más importante del mundo, el equipo del ouest-sudouest, y lo hace colándose entre Dino Bruni y Arrigo Padovan, co-equipiers en Italia, que se molestan, y acaban pagandolo quedándose sin la victoria.

Atrás, muy atrás en el pelotón en el llano, como siempre, los españoles. Los sufridores, los folclóricos, los pobre-hombres... han estado desde hace 20 años siendo protagonistas en la montaña, pero nada más. No son más que eso, un grupo de escaladores extraños y únicos que se llevan entre ellos mal. Afortunadamente, este año Loroño no es de la partida, y la tensión es menor. El equipo ha sido preparado para sólo un hombre, para un hombre que en ese paseo por el mítico velódromo que fue propiedad de Henry Desgrange viste de amarillo, un hombre con unos rizos en el cabello característicos, moreno, duro, escalador, un auténtico prototipo de ciclista español de la época. Federico Martín Bahamontes es el protagonista de esta historia, una historia con final feliz, pero realista, como casi siempre ocurre en las historias en España. Federico Bahamontes no es un gallardo adalid de corte nobelesco como Hugo Koblet, el pedaleur de charme. Tampoco es un icono de clases sociales ni del progreso, como Fausto Coppi. Ni siquiera se acerca al taciturno genio de honesta mirada Charly Gaul. Federico no es nada de eso, hace tan sólo unos pocos años no es más que F.Bahamonde en el voletín oficial de la Unión Velocipédica Española(UVE), un joven que da pedaladas muy cortitas y erguidas en su bicicleta toledana.

Porque fue en Toledo donde nació el primer ganador español de la historia del Tour de Francia, que, en ese 18 de Julio de 1959, recorría alrededor del velódromo parisino, emocionado, junto a sus compañeros de la selección y escoltado por un gran ramo de flores. Un 9 de julio de 1928, en Val de Santo Domingo, un pequeño pueblo de esa provincia, daba a luz Victoria Bahamontes a un niño, delgado pero fuerte. El padre, Julián Martín, natural de esa localidad, intentaba, como podía, conseguir dinero para sacar adelante a la familia. Trabajaba de peón caminero hasta que dio el gran salto y se fue a un cigarral cercano a Toledo a labrar las tierras y a cuidar de las gallinas. En ese cigarral, al empezar la guerra civil, fueron instalados los morteros que iban a machacar el Alcázar de la capital toledana por parte de los republicanos. Alejandro Federico, que así se llamaba el crío, había dejado el colegio una vez había aprendido a leer y escribir, era la vida la que le tenía que educar de su propia forma en una España dividida, y de posguerra después. Estas enseñanzas cotidianas fueron los rasgos principales de la personalidad del ciclista mágico que después surgiría de un niño aquejado de malnutrición y que casi está a punto de morir por el tifus después.

Como chiquillo de familia humilde, Fede tiene que salir a trabajar desde muy joven, siendo carpintero antes que recadero, sin demasiada fortuna. Con los amigos juega al futbito, sin hacerlo mal del todo. Como recadero sube y baja sacos de patatas, cajas, lo que sea. Se fortalece. Pese a ser un chico enclenque de 1.70 de estatura y 50 kilos, el duro trabajo le hace fuerte, y se ven en él rasgos de resistencia y vigor, que tan importantes serán después en su dura profesión sobre la bicicleta. No sin muchos esfuerzos familiares, su padre le compra su primera bicicleta, por 250 pesetas, una gran suma para esa España de los años 40. Con ella lleva los recados por la capital, por la puerta de la Bisagra, por la plaza de Zocodover, por la cuesta empinadísima del Cristo de la Cruz. Es recadero de día y por la noche hace carreras con sus amigos, se dedica al estraperlo, al trapicheo para sacar un dinero extra, su propio carácter extravagante, extrovertido a veces y cambiante le ayuda. Consigue un trabajo en el taller de bicicletas en Toledo, y allí aprende los secretos del oficio, que le ayudarán unos años después a conseguir su propio taller en el Zocodover. La facilidad con la que monta, y a la velocidad a la que va le hacen dar el pasito hacia las carreras más modestas.

Su forma de montar, característica, le hacen único. Sube muy fácil, con la espalda erguida, con las manos en el centro del manillar, dando muchas pedalas rápidísimas. Así, sin levantarse del sillín, destroza en las cuestas a todos los rivales, amigos en un principio, jóvenes con futuro después. Sus primeras carreras se centran en su zona. Fue segundo en la Toledo-Torrijos-Toledo y en la clásica a Los Puertos de Guadarrama, dejó a todos de rueda en el Alto de los Leones, con algunos ciclistas profesionales en el pelotón. No terminó la carrera, pero su nombre se empezaba a notar. Más cuando venció en la vuelta a Málaga y en el Circuito del Sardinero en solitario. Su segundo apellido, muy poco común, era el elegido para denominarle "Bahamonde", en relación al caudillo, aunque otra forma de nombrarle era el lechuga, apelativo con el que se le conocía de joven en Toledo por su apariencia. Finalmente participa con la selección de Castilla la Nueva en el campeonato nacional por equipos contrarreloj, en donde acaban séptimos. Está germinando la semilla que florecerá poco después.

Su primera aparición seria será en 1953, en la Vuelta a Asturias. Como muchos otros ciclistas de la época, apenas tiene fondos para llevar a esas carreras, y con 100 pesetas en el bolsillo, 3 días antes de la carrera sale de Toledo con su bicicleta hacia el principado. Son 700 kilómetros antes de correr la vuelta. Y además vence en la primera etapa, con varios puertos, donde realiza una auténtica exhibición escalando, poniendo la primera piedra hacia el reinado de la montaña que conseguirá finalmente. Destrozado en la última etapa, finaliza en la general vigesimoprimero, pero ha dado una lección en los duros puertos asturianos subiendo, con su estilo. Ante la pregunta de por qué no se pone de pie en las subidas, Fede contestará unos años después: "Al principio la gente se extrañaba...¡toma! ¡si es que no sabía ponerme de pie!. Cuando aprendí a ponerme de pie fue utilizando la canción del anuncio de Cacaolat, que lo llevaba escrito en el propio maillot algunas veces"... ya era un tipo extraño, ya era un fanfarrón, y eso cautivaba a algunos, de forma tanto positiva como negativa. En la Volta a Catalunya brilla con luz propia, siendo 8º en la general y llevándose la montaña. Su nombre y sobretodo su apellido se están haciendo conocidos entre el mundillo ciclista.

El año siguiente es el año definitivo, su año de despegue, donde se convertiría en el gran escalador que pretendía ser, pero a los ojos del mundo entero. La principal noticia fue su mecenazgo por parte de Santiago Mostajo, que, a través de sus contactos con constructores de material franceses, le permitió, junto a otras jóvenes promesas , disputar carreras en la costa Azul a las órdenes nada menos que de Charles Pelissier, el hermano de Francis(que dirigía al equipo profesiona La Perle) y Henry, dos grandes del Tour. Bahamontes no se amilana, y consigue, a las afueras de Niza, una gran victoria en la subida al Mont Angel. El gran público empieza a saber de un chaval español que devora los kilómetros de subida, como demostrará poco después en la bizikleta eibarresa. De ahí, al Tour de la mano de Julián Berrendero, el negro de ojos azules, que había sustituído a Mariano Cañardo al frente de la selección española. La ausencia del animador español del año anterior, Jesús Loroño, marca a una selección nacional en donde el único que parlotea es Bahamontes, en la salida del avión que les llevará a Amsterdam, donde comienza la ronda gala.

Por supuesto, es la primera vez que montará un avión que tardará más de 11 horas en hacer llegada en la ciudad holandesa. "Me veo con fuelle" dice Fede a la salida. Está exultante, tiene unas ganas enormes de mostrarse. Algunos le preguntan sobre sus ansias de fugarse siempre el primero en los puertos cuanto antes, él responde
"Cuando en plena carrera veo que nos aproximamos a una montaña me pongo muy contento. Yo en las subidas me escapo enseguida porque así los coches sueltan el polvo a los demás". En las carreras ciclistas, Bahamontes es sinónimo de paz religiosa, o eso dice él. Es un ardiente defensor del sacrificio y de la renuncia a los placeres para competición. Con la mejor de sus sonrisas(con los dientes descoyuntados) dice "Para ser un buen ciclista no debes caer en las tentaciones" aunque su fama de mujeriego y de amante de la buena vida ya es un hecho entre los conocidos. Así, el joven toledano se presenta al Tour de Francia de 1954, contra todos esos grandes ciclistas que pueblan las carreteras francesas.

Y, en lo que en la montaña se refiere, derrotará a todos sin compasión. Pasará en cabeza por los Alpes y por los Pirineos, puerto tras puerto dominando claramente, escalando como el que más, llaneando como el que menos. Pasará primero por puertos como Galibier, Bayard, Peyresourde, Tourmalet, Aubisque... delante de los Bobet, Dotto, Kubler, Ockers... ases de la época que no podían con el cuando la carretera se empinaba pero que en el llano le sacaban horas. Y no sólo en el llano, en el descenso siempre perdía su ventaja ganada en la subida, o se dejaba coger por el grupo de elegidos. Y es que Bahamontes no bajaba bien. Como él mismo ha dicho, hay dos vertientes... una, porque tenía miedo, como contaba "en una carrera me caí bajando Montserrat y fui a parar a un cactus, desde ese día tengo miedo bajando" y otra como relataba "es que en Francia las carreteras son buenas, y todos bajan muy rápido y me corto enseguida, ya que estoy acostumbrado a que en España se baje con más cuidado". Sea como fuere, una de las anécdotas más conocidas del ciclismo español la protagonizó en la cima de La Romeyre, tras coronar en solitario, como casi siempre.

En las estribaciones del primer puerto de la jornada, La Romeyre, Bahamontes va acompañado de 3 ciclistas, 2 franceses(el bretón Jean Mallejac que fue segundo en un Tour y Jean Le Guilly) y un suizo, Fritz Schaer, que fue finalmente segundo en la etapa tras Lucien Lazarides. En los primeros kilómetros de la subida, el coche de l.a selección suiza llega hacia su ciclista para decirle que no releve, y en ese momento saltan unas piedrecitas de la calzada que van a parar a la rueda de Bahamontes rompíendole varios radios de una de sus ruedas. Para que no le rozase, Fede destensó el freno de esa rueda para poder seguir hasta la cima, y les dió los dos habituales hachazos con los que reventaba a sus rivales, uno para probar como van las fuerzas y el otro el definitivo, para marcharse en solitario. Y por supuesto se fue solo. Y coronó tranquilamente con un par de minutos de ventaja. Pero así no se podía bajar, y le tocó esperar en la cima. Y a Bahamontes, clown, extraño y suyo, muy suyo, no se le ocurrió otra cosa que pasar el rato comiéndose un helado, en un puesto cercano. Se acercó al vendedor y, sin hablar siquiera ya que no sabía nada en absoluto de francés, con 2 dedos se lo señaló: "deux boules" murmuró el comerciante, y le preparó un cucurucho con 2 bolas de helado de vainilla, que se tomó Federico Martín Bahamontes en la cima de la Romeyre, esperando a que el jeep que había provisto la organización para Julián Berrendero y la selección española llegase. Y así estaba él, lamiendo su helado en medio del Tour de Francia.

Y la prensa se ensañó, fotos por doquier... daba la impresión de que se tomase la carrera a cachondeo, así ilustraban los tabloides sus ediciones como una anécdota divertida de la carrera. El chaval de Toledo todavía seguía siendo un chaval, un hombre con una grave falta de seriedad y formas en ocasiones, lo que le seguirá toda su vida deportiva. En todo caso, había nacido un ciclón mediático y deportivo sin control en España. No parecía que nadie pudiese hacerle sombra después de ganar el maillot de la montaña del Tour con tanta facilidad. Había nacido una estrella.


continuará...

10 comentarios:

Anónimo dijo...

impresionante! me encanta leer tus historias, espero con ansia la segunda parte ;)

un saludo

David dijo...

no tardes mucho...!!!

La verdad es que un tipo así no puede dejar indiferente a nadie. Pagaría millones por poder ver esas etapas con los medios de hoy día.

Por cierto...

Siendo el padre de frases como "cada metro que no se ataca en montaña es un metro que gana Amstrong", ¿ que actitud tomaba con sus corredores cuando ha sido patrón?. No estoy seguro, pero creo que fue patrón de La Casera y del Puertas Mavisa en amateurs

alby dijo...

Gracias por vuestros comentarios.

Mañana actualizaré el blog, perdonad por no hacerlo hoy. Intentaré hablar un poco de su vida post-profesional un poquitín también.

un saludo

Vier dijo...

Qué grande era Bahamontes, lo del helado siempre me ha encantado :-D

juan dijo...

Juas, de este tío se pueden sacar varias películas. Un crack.

Venía del foro de marca y este artículo me ha enganchado. Muy bueno. Y ya que estaba, me he puesto a buscar alguna foto de este fenómeno con el helado. No he encontrado ninguna, pero sí esta entrevista en la que cuenta entre otras cosas qué es lo que se tomaban en aquella época: "en mis tiempos todos competíamos con el único cargamento de un termo en el que yo metía café, colastier, coñac, limón y agua del Carmen. Igualito que ahora..."

Me pregunto ¿qué será el colastier? ¿una bebida espirituosa francesa?

juan dijo...

Ah, el enlace a la entrevista a la que hacía referencia:

Entrevista a Bahamontes

Un saludo.

Anónimo dijo...

Por aquellos tiempos en los que el ciclismo no era nada, un empresario toledano llamado Don Juan C. Calvo y su hijo Don Teodoro Calvo Marin (presidente de la Federación Toledana de Ciclismo , medalla de oro al merito ciclista y medalla de bronce al merito deportivo), creyeron en Bahamontes y le introdujeron en el mundo deportivo presentadole , entre otros, al Fausto Coppi.
Ahora D.Teodoro Calvo Marin es uno de los grandes olvidados del ciclismo español, deberiamos hacer algo.

Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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Anónimo dijo...

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